19. LA PALABRA DEL PERDÓN PUEDA LLEGAR A TODOS
Y LA LLAMADA A EXPERIMENTAR LA MISERICORDIA NO DEJE A NINGUNO INDIFERENTE.
Mi invitación a la conversión se dirige con mayor insistencia a aquellas
personas que se encuentran lejanas de la gracia de Dios debido a su conducta de
vida. Pienso en modo particular a los
hombres y mujeres que pertenecen a algún grupo criminal, cualquiera que éste
sea. Por vuestro bien, os pido cambiar de vida. Os lo pido en el nombre del
Hijo de Dios que si bien combate el pecado nunca rechaza a ningún pecador. No
caigáis en la terrible trampa de pensar que
La misma llamada llegue también a todas las
personas promotoras o cómplices de corrupción. Esta llaga putrefacta de la
sociedad es un grave pecado que grita hacia el cielo pues mina desde sus
fundamentos la vida personal y social. La corrupción impide mirar el futuro con
esperanza porque con su prepotencia y avidez destruye los proyectos de los
débiles y oprime a los más pobres. Es un
mal que se anida en gestos cotidianos para expandirse luego en escándalos
públicos. La corrupción es una
obstinación en el pecado, que pretende sustituir a Dios con la ilusión del
dinero como forma de poder. Es una obra de las tinieblas, sostenida por la
sospecha y la intriga. Corruptio optimi pessima, decía con razón
san Gregorio Magno, para indicar que ninguno puede sentirse inmune de esta
tentación. Para erradicarla de la vida personal y social son necesarias
prudencia, vigilancia, lealtad, transparencia, unidas al coraje de la denuncia.
Si no se la combate abiertamente, tarde o temprano busca cómplices y destruye
la existencia.
¡ESTE ES EL TIEMPO OPORTUNO PARA CAMBIAR DE VIDA! Este es el tiempo para dejarse tocar el corazón. ANTE EL MAL COMETIDO, INCLUSO CRÍMENES
GRAVES, ES EL MOMENTO DE ESCUCHAR EL LLANTO DE TODAS LAS PERSONAS INOCENTES
DEPREDADAS DE LOS BIENES, LA DIGNIDAD, LOS AFECTOS, LA VIDA MISMA. Permanecer en el camino del mal es sólo
fuente de ilusión y de tristeza. La verdadera vida es algo bien distinto. Dios no se cansa de tender la mano. Está dispuesto a escuchar, y también yo lo
estoy, al igual que mis hermanos obispos y sacerdotes. Basta solamente que
acojáis la llamada a la conversión y os sometáis a la justicia mientras la
Iglesia os ofrece misericordia.
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