3. Hay momentos en los que de un modo mucho más
intenso estamos llamados a tener la mirada fija en la misericordia para poder
ser también nosotros mismos signo eficaz del obrar del Padre. Es por esto que he anunciado un Jubileo
Extraordinario de la Misericordia como tiempo propicio para la Iglesia, para que haga más fuerte y eficaz el
testimonio de los creyentes.
El Año Santo se abrirá el 8 de diciembre de 2015,
solemnidad de la Inmaculada Concepción. Esta fiesta litúrgica indica el modo de
obrar de Dios desde los albores de nuestra historia. Después del pecado de Adán y Eva, Dios no quiso dejar la humanidad en
soledad y a merced del mal. Por esto pensó y quiso a María santa e inmaculada
en el amor (cfr Ef 1,4), para que fuese la Madre del Redentor
del hombre. Ante la gravedad del pecado, Dios responde con la plenitud del
perdón. LA MISERICORDIA SIEMPRE SERÁ MÁS GRANDE QUE CUALQUIER PECADO Y NADIE
PODRÁ PONER UN LÍMITE AL AMOR DE DIOS QUE PERDONA.
En la fiesta de la Inmaculada Concepción tendré la
alegría de abrir la Puerta Santa. En esta ocasión será una Puerta de la
Misericordia, a través de la cual cualquiera que entrará podrá experimentar
el amor de Dios que consuela, que perdona y ofrece esperanza.
El domingo siguiente, III de Adviento, se abrirá la
Puerta Santa en la Catedral de Roma, la Basílica de San Juan de Letrán.
Sucesivamente se abrirá la Puerta Santa en las otras Basílicas Papales. Para el
mismo domingo establezco que en cada Iglesia particular, en la Catedral que es
la Iglesia Madre para todos los fieles, o en la Concatedral o en una iglesia de
significado especial se abra por todo el Año Santo una idéntica Puerta
de la Misericordia. A juicio del Ordinario, ella podrá ser abierta también
en los Santuarios, meta de tantos peregrinos que en estos lugares santos con
frecuencia son tocados en el corazón por la gracia y encuentran el camino de la
conversión.
Cada
Iglesia particular, entonces, estará directamente comprometida a vivir este Año
Santo como un momento extraordinario de gracia y de renovación espiritual. El
Jubileo, por tanto, será celebrado en Roma así como en las Iglesias
particulares como signo visible de la comunión de toda la Iglesia.
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