El Papa Francisco celebra la Misa
matutina en la capilla de la Casa de Santa Marta - OSS_ROM
07/01/2016 12:33
(RV).- “LAS OBRAS DE MISERICORDIA SON EL CORAZÓN DE NUESTRA FE”. Lo
afirmó el Papa Francisco en su homilía de la misa matutina celebrada en la
Capilla de la Casa de Santa Marta tras la pausa navideña. Deteniéndose en la
primera lectura, tomada de la Primera Carta de San Juan Apóstol, el Pontífice
advirtió que es necesario estar atentos ante la mundanidad y ante aquellos
espíritus que nos alejan de Dios, que se ha hecho carne por nosotros:
“Permanecer en Dios”. El Santo Padre Francisco desarrolló su homilía
a partir de esta afirmación del Apóstol Juan. “Permanecer en Dios – dijo –
es un poco el alcance y el estilo de la vida cristiana”. Porque un cristiano
“es el que permanece en Dios”, el que “tiene en sí al Espíritu Santo y se deja
guiar por Él”. Al mismo tiempo – prosiguió – el Apóstol pone en guardia al
hecho de dar “fe a todo espíritu”. De modo que es necesario poner “a prueba a
los espíritus, para comprender si provienen, verdaderamente, de Dios. “Y ésta –
afirmó el Papa – es la regla cotidiana de vida que nos enseña Juan”.
¿Pero qué quiere decir entonces
“poner a prueba a los espíritus”? –
se preguntó –. Y añadió que no se trata de “fantasmas”. Sino que se
trata de “probar”, ver “qué sucede en mi corazón”, cuál es la raíz “de lo que
estoy sintiendo ahora, y de dónde viene. “Esto es poner a prueba –
dijo el Papa – para saber si lo que “siento viene de Dios”
o viene de otro, “del anticristo”.
DISCERNIR
LO QUE SUCEDE EN NUESTRA ALMA
La mundanidad – reafirmó Francisco – es
precisamente “el espíritu que nos aleja del Espíritu de Dios, que nos hace
permanecer en el Señor”. Por tanto – volvió a preguntarse – ¿cuál
es el criterio para “hacer un discernimiento correcto acerca de lo que sucede
en mi alma?”. Y respondió que el Apóstol Juan da uno solo: “Todo espíritu
que reconoce a Jesucristo que vino en la carne, es de Dios, y todo espíritu que
no reconoce a Jesús, no es de Dios”:
“El criterio es la Encarnación.
Yo puedo sentir tantas cosas dentro, incluso cosas buenas, ideas buenas. Pero
si estas ideas buenas, estos sentimientos, no me conducen a Dios que se ha
hecho carne, no me conducen al prójimo, al hermano, no son de Dios. Por esta
razón, Juan comienza este pasaje de su Carta diciendo: ‘Este es el mandamiento
de Dios: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos
recíprocamente’”.
Las
obras de misericordia están en el centro de nuestra fe
Podemos hacer “tantos planes
pastorales” –
añadió el Papa – e imaginar nuevos “métodos para acercarnos a
la gente”, pero “si no seguimos el camino de Dios que vino en la carne, del
Hijo de Dios que se ha hecho hombre para caminar con nosotros, no estamos en el
camino del buen espíritu: es el anticristo, es la mundanidad, es el espíritu
del mundo”:
“¡Cuánta gente encontramos en
la vida que parece espiritual!: ‘Pero, ¡qué persona espiritual, ésta!’; pero no
hables de hacer obras de misericordia. ¿Por qué? Porque las obras de
misericordia son precisamente lo concreto de nuestra confesión, que el Hijo de
Dios se ha hecho carne: visitar a los enfermos, dar de comer a quien no tiene
comida, cuidar a los descartados… Obras de misericordia: ¿por qué? Porque cada
hermano nuestro, que debemos amar, es carne de Cristo. Dios se ha hecho carne
para identificarse con nosotros. Y con el que sufre, es Cristo quien lo sufre”.
SI
EL ESPÍRITU VIENE DE DIOS ME LLEVA AL SERVICIO A LOS DEMÁS
“No dar fe a todo espíritu y
estar atentos
– reafirmó el Papa – poner a prueba a los espíritus para saber si
provienen verdaderamente de Dios”. Y subrayó que “el servicio al prójimo, al hermano,
a la hermana que tiene necesidad”, que “tiene necesidad incluso de un consejo,
que tiene necesidad de ser escuchado”, “estos son los signos de que vamos por
el camino del buen espíritu, es decir, el camino del Verbo de Dios que se ha
hecho carne”:
“Pidamos al Señor hoy la gracia
de conocer bien qué cosa sucede en nuestro corazón, qué cosa nos gusta hacer,
es decir, lo que a mí me toca más: si el espíritu de Dios, que me lleva al
servicio de los demás, o el espíritu del mundo que gira en torno a mí mismo, a
mis cerrazones, a mis egoísmos, a tantas otras cosas… Pidamos la gracia de
conocer qué cosa sucede en nuestro corazón”.
(María Fernanda Bernasconi -
RV).
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