¿NO ESTOY YO AQUÍ QUE SOY TU MADRE?
“SÁBELO, TEN POR CIERTO, HIJO MÍO EL MÁS PEQUEÑO, QUE YO SOY LA PERFECTA SIEMPRE VIRGEN SANTA MARÍA, MADRE DEL VERDADERÍSIMO DIOS POR QUIEN SE VIVE, EL CREADOR DE LAS PERSONAS, EL DUEÑO DE LA CERCANÍA Y DE LA INMEDIACIÓN, EL DUEÑO DEL CIELO, EL DUEÑO DE LA TIERRA, MUCHO DESEO QUE AQUÍ ME LEVANTEN MI CASITA SAGRADA, EN DONDE LO MOSTRARÉ, LO ENSALZARÉ AL PONERLO DE MANIFIESTO: LO DARÉ A LAS GENTES EN TODO MI AMOR PERSONAL, EN MI MIRADA COMPASIVA, EN MI AUXILIO, EN MI SALVACIÓN: PORQUE YO EN VERDAD SOY VUESTRA MADRE COMPASIVA, TUYA Y DE TODOS LOS HOMBRES QUE EN ESTA TIERRA ESTÁIS EN UNO, Y DE LAS DEMÁS VARIADAS ESTIRPES DE HOMBRES, MIS AMADORES, LOS QUE A MÍ CLAMEN, LOS QUE ME BUSQUEN, LOS QUE CONFÍEN EN MÍ, PORQUE ALLÍ LES ESCUCHARÉ SU LLANTO, SU TRISTEZA, PARA REMEDIAR PARA CURAR TODAS SUS DIFERENTES PENAS, SUS MISERIAS, SUS DOLORES…". "ESCUCHA, PÓNLO EN TU CORAZÓN, HIJO MÍO EL MENOR, QUE NO ES NADA LO QUE TE ESPANTÓ, LO QUE TE AFLIGIÓ, QUE NO SE PERTURBE TU ROSTRO, TU CORAZÓN; NO TEMAS ESTA ENFERMEDAD NI NINGUNA OTRA ENFERMEDAD, NI COSA PUNZANTE, AFLICTIVA. ¿NO ESTOY AQUÍ, YO, QUE SOY TU MADRE? ¿NO ESTÁS BAJO MI SOMBRA Y RESGUARDO? ¿NO SOY, YO LA FUENTE DE TU ALEGRÍA? ¿NO ESTÁS EN EL HUECO DE MI MANTO, EN EL CRUCE DE MIS BRAZOS? ¿TIENES NECESIDAD DE ALGUNA OTRA COSA?. QUE NINGUNA OTRA COSA TE AFLIJA, TE PERTURBE; …” Palabras de Nuestra Señora de Guadalupe a San Juan Diego, tomadas del Nican Mopohua.

jueves, 18 de febrero de 2016

“MÉXICO ES UNA SORPRESA Y NO SE ENTIENDE SIN LA VIRGEN DE GUADALUPE”, EL PAPA AL FINALIZAR SU VIAJE … TEXTO COMPLETO DE LOS AGRADECIMIENTOS DEL PAPA FRANCISCO

Oración del Papa Francisco por las víctimas de la migración a los pies de la Cruz a orillas del Río Grande en Ciudad Juárez. - AP
18/02/2016 02:55
(RV).- “Que María, la Madre de Guadalupe, siga visitándolos, siga caminando por estas tierras, México no se entiende sin Ella, siga ayudándolos a ser misioneros y testigos de misericordia y reconciliación”, lo dijo el Papa Francisco en sus saludos finales al concluir su 12° Viaje Apostólico a México.
En su despedida y después de haber agradecido a las autoridades y a todos aquellos que hicieron posible este Viaje, el Santo Padre recordó que los jóvenes son la riqueza más grande de este país, “son profetas del mañana, son signo de un nuevo amanecer”. Refiriéndose a la devoción y servicio del pueblo mexicano el Obispo de Roma dijo que “la noche nos puede parecer enorme y muy oscura, pero en estos días he podido constatar que en este pueblo existen muchas luces que anuncian esperanza; he podido ver en muchos de sus testimonios, en sus rostros, la presencia de Dios que sigue caminando en esta tierra guiándolos y sosteniendo la esperanza; muchos hombres y mujeres, con su esfuerzo de cada día, hacen posible que esta sociedad mexicana no se quede a oscuras”.
(Renato Martinez – Radio Vaticano)

TEXTO COMPLETO DE LOS AGRADECIMIENTOS DEL PAPA FRANCISCO

Señor obispo de Ciudad Juárez, José Guadalupe Torres Campos,
Queridos Hermanos en el Episcopado,
Autoridades,
Señoras y Señores,
Amigos todos
Muchas gracias, Señor Obispo, por sus sentidas palabras, es el momento de dar gracias a Nuestro Señor por haberme permitido esta visita a México. La que siempre sorprende, México es una sorpresa.
No quisiera irme sin agradecer el esfuerzo de quienes han hecho posible esta peregrinación. Agradezco a todas las autoridades federales y locales, el interés y la solícita ayuda con la que han contribuido al buen desarrollo de este propósito. A su vez, quisiera agradecer de corazón a los que han colaborado de distintos modos en esta visita pastoral. A tantos servidores anónimos que desde el silencio han dado lo mejor de sí para que estos días fueran una fiesta de familia, gracias. Me he sentido acogido, recibido por el cariño, la fiesta, la esperanza de esta gran familia mexicana, gracias por haberme abierto las puertas de sus vidas, de su Nación.
El escritor mexicano Octavio Paz dice en su poema Hermandad:
«Soy hombre: duro poco y es enorme la noche.
Pero miro hacia arriba: las estrellas escriben.
Sin entender comprendo: también soy escritura
y en este mismo instante alguien me deletrea».
Tomando estas bellas palabras, me atrevo a sugerir que aquello que nos deletrea y nos marca el camino es la presencia misteriosa pero real de Dios en la carne concreta de todas las personas, especialmente de las más pobres y necesitadas de México. La noche nos puede parecer enorme y muy oscura, pero en estos días he podido constatar que en este pueblo existen muchas luces que anuncian esperanza; he podido ver en muchos de sus testimonios, en sus rostros, la presencia de Dios que sigue caminando en esta tierra guiándolos y sosteniendo la esperanza; muchos hombres y mujeres, con su esfuerzo de cada día, hacen posible que esta sociedad mexicana no se quede a oscuras. Muchos hombres y mujeres a lo largo de las calles, cuando pasaba, levantaban a sus hijos, me los mostraban; son el futuro de México, cuidémoslos, amémoslos. Esos chicos  son profetas del mañana, son signo de un nuevo amanecer. Y les aseguro que por ahí, en algún momento, sentía como ganas de llorar al ver tanta esperanza en un pueblo tan sufrido.
Que María, la Madre de Guadalupe, siga visitándolos, siga caminando por estas tierras, México no se entiende sin Ella, siga ayudándolos a ser misioneros y testigos de misericordia y reconciliación.
Nuevamente, muchas gracias por ésta tan cálida hospitalidad mexicana.


TRABAJEN PARA QUE ESTA SOCIEDAD USA Y TIRA NO SIGA COBRANDO VÍCTIMAS, EL PAPA A LOS DETENIDOS EN CIUDAD JUÁREZ… DISCURSO DEL PAPA

17/02/2016 16:25
(RV).- Después más de dos horas de vuelo desde Ciudad de México, el Papa Francisco llegó al extremo norte de país, para visitar a los detenidos del Centro de Readaptación Social Estatal N. 3CeReSo N. 3, de Ciudad Juárez, en el estado de Chihuahua, a orillas del río Bravo. Francisco quiso llegar allí, al límite fronterizo con los Estados Unidos, donde los migrantes tratan de salir del país en busca de una vida mejor, para saludar a los excluidos de la sociedad y celebrar con ellos el Jubileo de la Misericordia.
 (MCM-RV)
DISCURSO DEL PAPA

«Queridos hermanos y hermanas:
 Estoy concluyendo mi visita a México y no quería irme sin venir a saludarlos, sin celebrar el Jubileo de la Misericordia con ustedes. Agradezco de corazón las palabras de saludo que me han dirigido, en las que manifiestan tantas esperanzas y aspiraciones, como también tantos dolores, temores e interrogantes.
En el viaje a África, en la ciudad de Bangui, pude abrir la primera puerta de la misericordia para el mundo entero, de este Jubileo porque la primera puerta de la Misericordia la abrió nuestro padre Dios con su hijo Jesús. Hoy, junto a ustedes y con ustedes, quiero reafirmar una vez más la confianza a la que Jesús nos impulsa: la misericordia que abraza a todos y en todos los rincones de la tierra. No hay espacio donde su misericordia no pueda llegar, no hay espacio ni persona a la que no pueda tocar.
Celebrar el Jubileo de la misericordia con ustedes es recordar el camino urgente que debemos tomar para romper los círculos de la violencia y de la delincuencia. Ya tenemos varias décadas perdidas pensando y creyendo que todo se resuelve aislando, apartando, encarcelando, sacándonos los problemas de encima, creyendo que esas medidas solucionan verdaderamente los problemas. Nos hemos olvidado de concentrarnos en lo que realmente debe ser nuestra  verdadera preocupación: la vida de las personas; sus vidas, las de sus familias, la de aquellos que también han sufrido a causa de este círculo de violencia.
La misericordia divina nos recuerda que las cárceles son un síntoma de cómo estamos en sociedad, son un síntoma en muchos casos de silencios y de omisiones que han provocado una cultura del descarte. Son un síntoma de una cultura que ha dejado de apostar por la vida; de una sociedad que poco a poco  ha ido abandonando a sus hijos. La misericordia nos recuerda que la reinserción no comienza acá en estas paredes; sino que comienza antes, comienza «afuera», en las calles de la ciudad. La reinserción o rehabilitación, como le llamen, comienza creando un sistema que podríamos llamarlo de salud social, es decir, una sociedad que busque no enfermar contaminando las relaciones en el barrio, en las escuelas, en las plazas, en las calles, en los hogares, en todo el espectro social. Un sistema de salud social que procure generar una cultura que actúe y busque prevenir aquellas situaciones, aquellos caminos que terminan lastimando y deteriorando el tejido social.
  A veces pareciera que las cárceles se proponen incapacitar a las personas a seguir cometiendo delitos más que promover los procesos de reinserción que permitan atender los problemas sociales, psicológicos y familiares que llevaron a una persona a determinada actitud. El problema de la seguridad no se agota solamente encarcelando, sino que es un llamado a intervenir afrontando las causas estructurales y culturales de la inseguridad, que afectan a todo el entramado social. La preocupación de Jesús por atender a los hambrientos, a los sedientos, a los sin techo o a los presos (Mt 25,34-40) era para expresar las entrañas de la misericordia del Padre, que se vuelve un imperativo moral para toda sociedad que desea tener las condiciones necesarias para una mejor convivencia. En la capacidad que tenga una sociedad de incluir a sus pobres, sus enfermos o sus presos está la posibilidad de que ellos puedan sanar sus heridas y ser constructores de una buena convivencia. La reinserción social comienza insertando a todos nuestros hijos en las escuelas, y a sus familias en trabajos dignos, generando espacios públicos de esparcimiento y recreación, habilitando instancias de participación ciudadana, servicios sanitarios, acceso a los servicios básicos, por nombrar sólo algunas medidas.
   Ahí empieza todo proceso de reinserción. Celebrar el Jubileo de la misericordia con ustedes es aprender a no quedar presos del pasado, del ayer. Es aprender a abrir la puerta al futuro, al mañana; es creer que las cosas pueden ser diferentes. Celebrar el Jubileo de la misericordia con ustedes es invitarlos a levantar la cabeza y a trabajar para ganar ese espacio de libertad anhelado.
Celebrar el Jubileo de la misericordia con ustedes es repetir esa frase que escuchamos recién, tan bien dicha y con tanta fuerza: “Cuando me dieron mi sentencia alguien me dijo no te preguntés por qué estás aquí sino para qué”, y que este para qué nos lleve adelante, que este para qué nos haga ir saltando las vallas de ese engaño social que cree que la seguridad y el orden solamente se logra encarcelando.
  Sabemos que no se puede volver atrás, sabemos que lo realizado, realizado está; pero he querido celebrar con ustedes el Jubileo de la misericordia, para que quede claro que eso no quiere decir que no haya posibilidad de escribir una nueva historia, una nueva historia  hacia delante, para qué. Ustedes sufren el dolor de la caída, y ojalá que todos nosotros suframos el dolor de las caídas escondidas y tapadas, sienten el arrepentimiento de sus actos y sé que, en tantos casos, entre grandes limitaciones, buscan rehacer esa su vida desde la soledad. Han conocido la fuerza del dolor y del pecado, no se olviden que también tienen a su alcance la fuerza de la resurrección, la fuerza de la misericordia divina que hace nuevas todas las cosas. Ahora les puede tocar la parte más dura, más difícil, pero que posiblemente sea la que más fruto genere, luchen desde acá dentro por revertir las situaciones que generan más exclusión. Hablen con los suyos, cuenten su experiencia, ayuden a frenar el círculo de la violencia y la exclusión. Quien ha sufrido el dolor al máximo, y que podríamos decir «experimentó el infierno», puede volverse un profeta en la sociedad. Trabajen para que esta sociedad que usa y tira a la gente, no siga cobrándose víctimas.
Y al decirles estas cosas y en recuerdo  aquello de Jesús: “el que esté sin pecado que tire la primera piedra”, y yo me tendría que ir. Al decirles estas cosas no lo hago como quien da cátedra con el dedo en alto, lo hago desde la experiencia de mis propias heridas de errores y pecados que el Señor quiso perdonar y reeducar. Lo hago desde la conciencia de que sin su gracia y mi vigilancia podría volver a repetirlos. Hermanos siempre me pregunto al entrar a una cárcel: ¿Por qué ellos y no yo? Y es un misterio de la misericordia Divina, pero esa misericordia divina hoy la estamos celebrando todos mirando hacia delante en esperanza.
Quisiera también alentar al personal que trabaja en este Centro u otros similares: a los dirigentes, a los agentes de la Policía penitenciaria, a todos los que realizan cualquier tipo de asistencia en este Centro. Y agradezco el esfuerzo de los capellanes, las personas consagradas, los laicos que se dedican a mantener viva la esperanza del Evangelio de la Misericordia en el reclusorio, los pastores, todos aquellos que se acercan a darles la Palabra de Dios. Todos ustedes, no se olviden, pueden ser signos de la entrañas del Padre. Nos necesitamos uno a otros, nos decía nuestra hermana recién recordando la Carta a los Hebreos: "Siéntanse encarcelados con ellos".
 Antes de darles la bendición me gustaría que oráramos en silencio, todos juntos, cada uno sabe lo que le va a decir al Señor, cada uno sabe de qué pedir perdón, pero también le pido a ustedes que en esta oración de silencio agrandemos el corazón para poder perdonar a la sociedad que no supo ayudarnos y que tantas veces nos empujó a los errores. Que cada uno pida a Dios, desde la intimidad del corazón, que nos ayude a creer en su misericordia. Oramos en silencio. Y abrimos nuestro corazón para recibir la bendición del Señor. Que el Señor los bendiga y los proteja, haga brillar su rostro sobre ustedes y les muestre su gracia, les descubra su rostro y les conceda la Paz. Amén .Y les pido que no se olviden de rezar por mí. Gracias».


domingo, 14 de febrero de 2016

PAPA FRANCISCO PEREGRINO ENTRE PEREGRINOS ANTE LA VIRGEN DE GUADALUPE ...¿QUÉ SIGNIFICA PARA TI QUE EL PAPA HAYA QUERIDO VIAJAR A MÉXICO PARA REZARLE A LA VIRGEN DE GUADALUPE

El Papa Francisco rezó ante la Virgen de Guadalupe - EPA
14/02/2016 12:04
¿QUÉ SIGNIFICA PARA TI QUE EL PAPA HAYA QUERIDO VIAJAR A MÉXICO PARA REZARLE A LA VIRGEN DE GUADALUPE?

(RV).- Sobre el profundo e importante significado de la oración del Papa Francisco ante la Madre de Dios, nuestro enviado especial, el jesuita Guillermo Ortiz recogió el testimonio de algunos peregrinos, que destacan la visita del Sucesor de Pedro a la Guadalupana, su rezo y su silencio orante hecho súplica, escucha, contemplación, con cariño filial.


EL EVANGELIO LLENA EL CORAZÓN Y LA VIDA DE LOS QUE SE ENCUENTRAN CON JESÚS , EL PAPA EN ECATEPEC… HOMILÍA DEL PAPA

Fieles en Ecatepec la tarde del domingo - AFP
14/02/2016 16:21
(RV).-  En su segundo día en México el Papa Francisco dejó la capital para trasladarse en helicóptero a Ecatepec, ciudad satélite de un millón 650 mil habitantes, aproximadamente a 30 kilómetros de Ciudad de México, sede de diócesis elegida esta vez por el Pontífice porque es una ciudad que jamás fue visitada por un Obispo de Roma. La mañana del domingo 14, Francisco celebró la Santa Misa en el Área del Centro de Estudios Superiores, y luego, al mediodía rezó el Ángelus con los cientos de miles de congregados. En su homilía el Papa recordó que este tiempo de Cuaresma es un buen momento para recuperar la alegría y la esperanza que nos hace sentirnos hijos amados del Padre. "Cuaresma, tiempo de conversión porque a diario hacemos experiencia en nuestra vida de cómo ese sueño se vuelve continuamente amenazado por el padre de la mentira, por aquel que busca separarnos, generando una sociedad dividida y enfrentada", precisó el Santo Padre, quien subrayó que la Cuaresma, "es tiempo para ajustar los sentidos, abrir los ojos frente a tantas injusticias que atentan directamente contra el sueño y proyecto de Dios".
(RC-RV)

HOMILÍA DEL PAPA  

El miércoles pasado hemos comenzado el tiempo litúrgico de la cuaresma, en el que la Iglesia nos 
 invita a prepararnos para celebrar la gran fiesta de la Pascua. Tiempo especial para recordar el regalo de nuestro bautismo, cuando fuimos hechos hijos de Dios. La Iglesia nos invita a reavivar el don que se nos ha obsequiado para no dejarlo dormido como algo del pasado o en un «cajón de los recuerdos» este regalo. Este tiempo de cuaresma es un buen momento para recuperar la alegría y la esperanza que hace sentirnos hijos amados del Padre. Este Padre que nos espera para sacarnos las ropas del cansancio, de la apatía, de la desconfianza y así vestirnos con la dignidad que solo un verdadero padre o madre sabe darle a sus hijos, las vestimentas que nacen de la ternura y del amor.
Nuestro Padre es el Padre de una gran familia, es nuestro Padre. Sabe tener un amor único pero no sabe generar y criar «hijos únicos» entre nosotros. Es un Dios que sabe de hogar, de hermandad, de pan partido y compartido. Es el Dios del Padre nuestro no del «padre mío» y «padrastro vuestro».
En cada uno de nosotros anida, vive ese sueño de Dios que en cada Pascua, en cada eucaristía lo volvemos a celebrar, somos hijos de Dios. Sueño con el que han vivido tantos hermanos nuestros a lo largo y ancho de la historia. Sueño testimoniado por la sangre de tantos mártires de ayer y de hoy.
Cuaresma, tiempo de conversión porque a diario hacemos experiencia en nuestra vida de cómo ese sueño se vuelve continuamente amenazado por el padre de la mentira- escuchamos en el Evangelio lo que hacía con Jesús- por aquel que busca separarnos, generando una familia dividida y enfrentada. Una sociedad dividida y enfrentada. Una sociedad de pocos y para pocos. Cuántas veces experimentamos en nuestra propia carne, o en la de nuestra familia, en la de nuestros amigos o vecinos, el dolor que nace de no sentir reconocida esa dignidad que todos llevamos dentro. Cuántas veces hemos tenido que llorar y arrepentirnos por darnos cuenta que no hemos reconocido esa dignidad en otros. Cuántas veces —y con dolor lo digo— somos ciegos e inmunes ante la falta del reconocimiento de la dignidad propia y ajena.
Cuaresma, tiempo para ajustar los sentidos, abrir los ojos frente a tantas injusticias que atentan directamente contra el sueño y el proyecto de Dios. Tiempo para desenmascarar esas tres grandes formas de tentaciones que rompen, dividen la imagen que Dios ha querido plasmar
Las tres tentaciones de Cristo…
Tres tentaciones del cristiano que intentan arruinar la verdad a la que hemos sido llamados.
Tres tentaciones que buscan degradar y degradarnos.
Primera, la riqueza, adueñándonos de bienes que han sido dados para todos y utilizándolos tan sólo para mí o «para los míos». Es tener el «pan» a base del sudor del otro, o hasta de su propia vida. Esa riqueza que es el pan con sabor a dolor, amargura, a sufrimiento. En una familia o en una sociedad corrupta ese es el pan que se le da de comer a los propios hijos.
Segunda tentación, la vanidad, esa búsqueda de prestigio en base a la descalificación continua y constante de los que «no son como uno». La búsqueda exacerbada de esos cinco minutos de fama que no perdona la «fama» de los demás, «haciendo leña del árbol caído», va dejando paso a la tercera tentación, la peor, la del orgullo, o sea, ponerse en un plano de superioridad del tipo que fuese, sintiendo que no se comparte la «común vida de los mortales», y que reza todos los días: «Gracias te doy Señor porque no me has hecho como ellos».
Tres tentaciones de Cristo…
Tres tentaciones a las que el cristiano se enfrenta diariamente.
Tres tentaciones que buscan degradar, destruir y sacar la alegría y la frescura del Evangelio. Que nos encierran en un círculo de destrucción y de pecado.
Vale la pena que nos preguntemos:
¿Hasta dónde somos conscientes de estas tentaciones en nuestra persona, en nosotros mismos?
 ¿Hasta dónde nos hemos habituado a un estilo de vida que piensa que en la riqueza, en la vanidad y en el orgullo está la fuente y la fuerza de la vida?
¿Hasta dónde creemos que el cuidado del otro, nuestra preocupación y ocupación por el pan, el nombre y la dignidad de los demás son fuentes de alegría y esperanza?
Hemos optado por Jesús y no por el demonio. Si nos acordamos lo que escuchamos en el Evangelio, Jesús no le contesta al demonio con ninguna palabra propia sino que le contesta con las palabras de Dios, con las palabras de la Escritura porque, hermanas y hermanos, metámoslo en la cabeza, con el demonio no se dialoga, no se puede dialogar porque nos va a ganar siempre. Solamente la fuerza de la Palabra de Dios lo puede derrotar. Hemos optado por Jesús y no por el demonio queremos seguir sus huellas pero sabemos que no es fácil. Sabemos lo que significa ser seducidos por el dinero, la fama y el poder. Por eso, la Iglesia nos regala este tiempo, nos invita a la conversión con una sola certeza: Él nos está esperando y quiere sanar nuestros corazones de todo lo que degrada, degradándose o degradando a otros. Es el Dios que tiene un nombre: misericordia. Su nombre es nuestra riqueza, su nombre es nuestra fama, su nombre es nuestro poder y en su nombre una vez más volvemos a decir con el salmo: «Tú eres mi Dios y en ti confío». Se animan a repetirlo juntos tres veces: «Tú eres mi Dios y en ti confío». «Tú eres mi Dios y en ti confío». «Tú eres mi Dios y en ti confío».

Que en esta eucaristía el Espíritu Santo renueve en nosotros la certeza de que su nombre es misericordia, y nos haga experimentar cada día que «el Evangelio llena el corazón y la vida de los que se encuentran con Jesús... sabiendo que con Él y en Él siempre renace la alegría» (Evangelii gaudium, 1)

viernes, 12 de febrero de 2016

“LA ORACIÓN, LA CARIDAD Y EL AYUNO, NOS CURAN DEL PECADO”, EL PAPA EN EL MIÉRCOLES DE CENIZA… TEXTO COMPLETO DE LA HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO

«También nosotros nos convertiremos en cenizas», recordó el Papa en la misa con la que se inicia la Cuaresma. - AP
10/02/2016 15:46
(RV).- “El tiempo cuaresmal es un tiempo para alejarse de la falsedad, de la mundanidad y de la indiferencia; es el tiempo para limpiar el corazón y la vida para redescubrir la identidad cristiana”, lo dijo el Papa Francisco en la celebración Eucarística al inicio de la Cuaresma. La tarde de este miércoles, el Pontífice presidió la Santa Misa con el rito de la imposición de las Cenizas y envío de los Misioneros de la Misericordia.
(Renato Martínez - Radio Vaticano)

TEXTO COMPLETO DE LA HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO

La palabra de Dios al inicio del camino cuaresmal dirige a la Iglesia y a cada uno de nosotros dos invitaciones. La primera es aquella de San Pablo: “Déjense reconciliar con Dios”. No es simplemente un buen consejo paterno y mucho menos una sugerencia. Es una verdadera y propia súplica en nombre de Cristo: “Les suplicamos en nombre de Cristo: déjense reconciliar  con Dios”. ¿Por qué un llamamiento así tan solemne y apasionado?
Porque Cristo sabe cuán frágiles y pecadores somos. Conoce la debilidad de nuestro corazón, lo ve herido por el mal que hemos cometido y rápidamente,  sabe cuánta necesidad tenemos de perdón, sabe que es necesario que nos sintamos amados para realizar el bien. Solos no podemos hacerlo, por esto el Apóstol no nos dice que “hagamos cualquier cosa”,  sino que "nos dejemos reconciliar con Dios", permitirle que nos perdone con confianza porque Dios es más grande que nuestro corazón. Él vence el pecado y nos levanta de la miseria si nos confiamos a Él. Está en nosotros reconocernos necesitados  de misericordia: es el primer paso del camino del cristiano; se trata de entrar a través de la puerta abierta, que es Cristo, donde Él nos espera, el Salvador y nos ofrece una vida nueva y alegre.
Puede haber  algunos obstáculos que cierran las puertas del corazón. Está la tentación de blindar las puertas, o sea de convivir con el propio pecado, minimizándolo, justificándonos siempre, pensando que no somos peores que los demás y de esta manera bloqueamos la cerradura del alma y permanecemos encerrados en nosotros mismos, prisioneros del mal. Otro obstáculo es la vergüenza de abrir la puerta secreta del corazón. La vergüenza, en realidad, es un buen síntoma porque indica que queremos cortar con el mal. Sin embargo, no debe jamás transformarse en temor o miedo.
 Y existe una tercera insidia: aquella de alejarnos de la puerta. Sucede cuando nos escondemos en nuestras miserias. Cuando "rumeamos"  continuamente relacionando entre ellas las cosas negativas hasta el punto de hundirnos en el sótano más oscuro del alma. Entonces nos convertimos en familiares de la tristeza que no queremos, nos acobardamos y somos débiles frente a las tentaciones. Esto sucede porque permanecemos solos en nosotros mismos, encerrándonos y huyendo de la luz. Solamente la gracia del Señor nos libera. Dejémonos entonces reconciliar escuchando a Jesús, que dice a quien está cansado y oprimido: “Vengan a mí”. No permanecer en sí mismo  sino ir hacia él. Ahí existe la Paz y el descanso.
En esta celebración están presentes los Misioneros de la Misericordia para recibir el mandato de ser signos e instrumentos del perdón de Dios. Queridos  hermanos, puedan ayudar a abrir las puertas del corazón y superar la vergüenza y no huir de la luz. Que sus manos bendigan y levanten a los hermanos y a las hermanas con paternidad. Que a través de ustedes la mirada y las manos del Padre se posen sobre sus hijos y les curen las heridas. 
Hay una segunda invitación de Dios que dice por medio del profeta Joel: “Vuelvan a mí con todo el corazón”. Es necesario  regresar porque nos hemos alejado. Es el misterio del pecado. Nos hemos alejado  de Dios, de los demás y de nosotros mismos. No es difícil darse cuenta. Todos sabemos cómo fatigamos para confiar verdaderamente en Dios. Confiar en él como Padre, sin miedo. Es arduo amar a los demás, pero no lo es pensar mal de ellos. Cómo nos cuesta hacer el bien verdadero, mientras que somos atraídos y seducidos por tantas realidades materiales, que finalmente desaparecen  dejándonos pobres. Junto a esta historia de pecado Jesús ha inaugurado una historia de Salvación. El Evangelio que abre la Cuaresma nos invita a ser protagonistas abrazando tres remedios, tres medicinas que curan del pecado.
En primer lugar la oración, expresión de apertura y de confianza en el Señor. Es el encuentro personal con Él, que reduce las distancias creadas por el pecado. Rezar significa decir: “no soy autosuficiente, tengo necesidad de Ti. Tú eres mi vida y mi salvación”.
En segundo lugar la caridad para superar el sentimiento de extrañeza en el encuentro con los demás. El amor verdadero, de hecho, no es un acto exterior. No es dar algo en modo paternalista para calmar  la conciencia, sino aceptar  a quien tiene  necesidad de nuestro tiempo, de nuestra amistad, de nuestra ayuda. Es vivir el servicio, venciendo la tentación de complacerse. En tercer lugar, el ayuno, la penitencia para liberarnos de las dependencias en relación de aquello que pasa y ejercitarnos para ser más sensibles y misericordiosos.  Es una  invitación a la simplicidad y al compartir, quitar algo de nuestra mesa y de nuestros bienes para reencontrar el  bien verdadero de la libertad.
“Regresen a mí, dice el Señor, con todo el corazón”. No sólo con un acto externo sino desde lo profundo de nosotros mismos. De hecho Jesús nos llama a vivir la oración, la caridad y la penitencia con coherencia y autenticidad venciendo la hipocresía. La Cuaresma sea un tiempo de auténtica “podadura” de la falsedad, de la mundanidad, de la indiferencia, para no pensar que todo está bien y  que yo estoy bien, para entender aquello que cuenta no es la aprobación, la búsqueda del éxito o del consenso; sino la limpieza del corazón y de la vida para reencontrar la identidad  cristiana, es decir, el  amor que sirve; no el egoísmo que se sirve.
Pongámonos en camino juntos como Iglesia recibiendo las cenizas, también nosotros nos convertiremos en cenizas, y tengamos fija la mirada en el crucificado. Él, amándonos nos invita a dejarnos reconciliar con Dios y a regresar a Él para reencontrarnos con nosotros mismos.

(Traducción del italiano: Sofía Lobos - Radio Vaticano)

jueves, 4 de febrero de 2016

“SÓLO PERDONANDO Y DESEANDO EL BIEN SE OBTIENE LA JUSTICIA”: TEXTO COMPLETO DE LA CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO

Continuando su ciclo de catequesis sobre la misericordia en la Sagrada Escritura, el Obispo de Roma recordó que la Biblia, “nos presenta a Dios como misericordia infinita, pero también como justicia perfecta”. - ANSA
03/02/2016 10:30
(RV).- “La justicia puede triunfar, sólo si el culpable reconoce el mal hecho y deja de hacerlo, y aquel que era injusto se hace justo, porque es perdonado y ayudado a encontrar el camino del bien. Y aquí está justamente el perdón, la misericordia”, con estas palabras el Papa Francisco explicó la profunda relación que existe entre misericordia y justicia.

Continuando su ciclo de catequesis sobre la misericordia en la Sagrada Escritura, el Obispo de Roma recordó que la Biblia, “nos presenta a Dios como misericordia infinita, pero también como justicia perfecta”. Aparentemente, dos realidades que se contradicen, dijo el Papa, pero en realidad no es así, porque es justamente la misericordia de Dios la que lleva a cumplimiento la verdadera justicia.

TEXTO COMPLETO DE LA CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
La Sagrada Escritura nos presenta a Dios como misericordia infinita, pero también como justicia perfecta. ¿Cómo conciliar las dos cosas? ¿Cómo se articula la realidad de la misericordia con las exigencias de la justicia? Podría parecer que sean dos realidades que se contradicen; en realidad no es así, porque es justamente la misericordia de Dios que lleva a cumplimiento la verdadera justicia. Es propio la misericordia de Dios que lleva a cumplimiento la verdadera justicia. ¿Pero, de qué justicia se trata?
Si pensamos en la administración legal de la justicia, vemos que quien se considera víctima de una injusticia se dirige al juez en un tribunal y pide que se haga justicia. Se trata de una justicia retributiva, que aplica una pena al culpable, según el principio que a cada uno debe ser dado lo que le corresponde. Como recita el libro de los Proverbios: «Así como la justicia conduce a la vida, el que va detrás del mal camina hacia la muerte» (11,19). También Jesús lo dice en la parábola de la viuda que iba repetidas veces al juez y le pedía: «Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario» (Lc 18,3).
Pero este camino no lleva todavía a la verdadera justicia porque en realidad no vence el mal, sino simplemente lo circunscribe. En cambio, es solo respondiendo a esto con el bien que el mal puede ser verdaderamente vencido.
Entonces hay aquí otro modo de hacer justicia que la Biblia nos presenta como camino maestro a seguir. Se trata de un procedimiento que evita recurrir a un tribunal y prevé que la víctima se dirija directamente al culpable para invitarlo a la conversión, ayudándolo a entender que está haciendo el mal, apelándose a su conciencia. En este modo, finalmente arrepentido y reconociendo su proprio error, él puede abrirse al perdón que la parte agraviada le está ofreciendo. Y esto es bello: la persuasión; esto está mal, esto es así… El corazón se abre al perdón que le es ofrecido. Es este el modo de resolver los contrastes al interno de las familias, en las relaciones entre esposos o entre padres e hijos, donde el ofendido ama al culpable y desea salvar la relación que lo une al otro. No corten esta relación, este vínculo.
Cierto, este es un camino difícil. Requiere que quien ha sufrido el mal esté listo a perdonar y desear la salvación y el bien de quien lo ha ofendido. Pero solo así la justicia puede triunfar, porque, si el culpable reconoce el mal hecho y deja de hacerlo, es ahí que el mal no existe más, y aquel que era injusto se hace justo, porque es perdonado y ayudado a encontrar la camino del bien. Y aquí está justamente el perdón, la misericordia.
Es así que Dios actúa en relación a nosotros pecadores. El Señor continuamente nos ofrece su perdón y nos ayuda a acogerlo y a tomar conciencia de nuestro mal para poder liberarnos. Porque Dios no quiere nuestra condena, sino nuestra salvación. ¡Dios no quiere la condena de ninguno, de ninguno! Alguno de ustedes podrá hacerme la pregunta: ¿Pero padre, la condena de Pilatos se la merecía? ¿Dios la quería? ¡No! ¡Dios quería salvar a Pilatos y también a Judas, a todos! ¡Él, el Señor de la misericordia quiere salvar a todos! El problema es dejar que Él entre en el corazón. Todas las palabras de los profetas son un llamado apasionado y lleno de amor que busca nuestra conversión. Es esto lo que el Señor dice por medio del profeta Ezequiel: «¿Acaso deseo yo la muerte del pecador … y no que se convierta de su mala conducta y viva?» (18,23; Cfr. 33,11), ¡aquello que le gusta a Dios!
Y este es el corazón de Dios, un corazón de Padre que ama y quiere que sus hijos vivan en el bien y en la justicia, y por ello vivan en plenitud y sean felices. Un corazón de Padre que va más allá de nuestro pequeño concepto de justicia para abrirnos a los horizontes ilimitados de su misericordia. Un corazón de Padre que nos trata según nuestros pecados y nos paga según nuestras culpas. Y precisamente es un corazón de Padre el que queremos encontrar cuando vamos al confesionario. Tal vez nos dirá alguna cosa para hacernos entender mejor el mal, pero en el confesionario todos vamos a encontrar un padre; un padre que nos ayude a cambiar de vida; un padre que nos de la fuerza para ir adelante; un padre que nos perdone en nombre de Dios. Y por esto ser confesores es una responsabilidad muy grande, muy grande, porque aquel hijo, aquella hija que se acerca a ti busca solamente encontrar un padre. Y tú, sacerdote, que estás ahí en el confesionario, tú estás ahí en el lugar del Padre que hace justicia con su misericordia. Gracias.
(Traducción del italiano: Renato Martinez - Radio Vaticano)