Oración del Papa Francisco por las víctimas de la
migración a los pies de la Cruz a orillas del Río Grande en Ciudad Juárez. - AP
18/02/2016 02:55
(RV).- “Que María, la Madre de Guadalupe, siga
visitándolos, siga caminando por estas tierras, México no se entiende sin Ella,
siga ayudándolos a ser misioneros y testigos de misericordia y reconciliación”,
lo dijo el Papa Francisco en sus saludos finales al concluir su 12° Viaje
Apostólico a México.
En su despedida y después de haber agradecido a las
autoridades y a todos aquellos que hicieron posible este Viaje, el Santo Padre
recordó que los jóvenes son la riqueza más grande de este país, “son profetas
del mañana, son signo de un nuevo amanecer”. Refiriéndose a la devoción y
servicio del pueblo mexicano el Obispo de Roma dijo que “la noche nos puede
parecer enorme y muy oscura, pero en estos días he podido constatar que en este
pueblo existen muchas luces que anuncian esperanza; he podido ver en muchos de
sus testimonios, en sus rostros, la presencia de Dios que sigue caminando en
esta tierra guiándolos y sosteniendo la esperanza; muchos hombres y mujeres,
con su esfuerzo de cada día, hacen posible que esta sociedad mexicana no se
quede a oscuras”.
(Renato Martinez – Radio Vaticano)
TEXTO COMPLETO DE LOS AGRADECIMIENTOS DEL PAPA
FRANCISCO
Señor obispo de Ciudad Juárez, José Guadalupe
Torres Campos,
Queridos Hermanos en el Episcopado,
Autoridades,
Señoras y Señores,
Amigos todos
Muchas gracias, Señor Obispo, por sus sentidas
palabras, es el momento de dar gracias a Nuestro Señor por haberme permitido
esta visita a México. La que siempre sorprende, México es una sorpresa.
No quisiera irme sin agradecer el esfuerzo de
quienes han hecho posible esta peregrinación. Agradezco a todas las autoridades
federales y locales, el interés y la solícita ayuda con la que han contribuido
al buen desarrollo de este propósito. A su vez, quisiera agradecer de corazón a
los que han colaborado de distintos modos en esta visita pastoral. A tantos
servidores anónimos que desde el silencio han dado lo mejor de sí para que
estos días fueran una fiesta de familia, gracias. Me he sentido acogido,
recibido por el cariño, la fiesta, la esperanza de esta gran familia mexicana,
gracias por haberme abierto las puertas de sus vidas, de su Nación.
El escritor mexicano Octavio Paz dice en su poema
Hermandad:
«Soy hombre: duro poco y es enorme la noche.
Pero miro hacia arriba: las estrellas escriben.
Sin entender comprendo: también soy escritura
y en este mismo instante alguien me deletrea».
Tomando estas bellas palabras, me atrevo a sugerir
que aquello que nos deletrea y nos marca el camino es la presencia misteriosa
pero real de Dios en la carne concreta de todas las personas, especialmente de
las más pobres y necesitadas de México. La noche nos puede parecer enorme y muy
oscura, pero en estos días he podido constatar que en este pueblo existen
muchas luces que anuncian esperanza; he podido ver en muchos de sus testimonios,
en sus rostros, la presencia de Dios que sigue caminando en esta tierra
guiándolos y sosteniendo la esperanza; muchos hombres y mujeres, con su
esfuerzo de cada día, hacen posible que esta sociedad mexicana no se quede a
oscuras. Muchos hombres y mujeres a lo largo de las calles, cuando pasaba,
levantaban a sus hijos, me los mostraban; son el futuro de México, cuidémoslos,
amémoslos. Esos chicos son profetas del mañana, son signo de un nuevo
amanecer. Y les aseguro que por ahí, en algún momento, sentía como ganas de
llorar al ver tanta esperanza en un pueblo tan sufrido.
Que María, la Madre de Guadalupe, siga
visitándolos, siga caminando por estas tierras, México no se entiende sin Ella,
siga ayudándolos a ser misioneros y testigos de misericordia y reconciliación.
Nuevamente, muchas gracias por ésta tan cálida
hospitalidad mexicana.
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