El Papa Francisco celebra la misa el 9 de enero en la Capilla de la Casa
de Santa Marta - OSS_ROM
09/01/2015 12:20
(RV).- Sólo el Espíritu Santo vuelve el
corazón dócil a Dios y a la libertad. Lo afirmó el Papa
Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada
en la Capilla de la Casa de Santa Marta. Y añadió que los dolores de la vida pueden
hacer que una persona se encierre en sí misma, mientras el amor la hace libre.
Una sesión de yoga jamás
podrá enseñar a un corazón a “sentir” la paternidad de Dios, ni un curso de espiritualidad
zen lo volverá más libre para amar. Este poder sólo lo tiene el
Espíritu Santo. El Papa meditó sobre el episodio del Evangelio de Marcos – el
que sigue a la multiplicación de los panes y de los peces en el que los
Discípulos se asustan al ver a Jesús que camina hacia ellos sobre el agua – y
que concluye con una consideración acerca del porqué de aquel susto: los
Apóstoles no habían comprendido el milagro de los panes porque “su corazón estaba endurecido”.
VIDA DURA Y MURALLAS DE
PROTECCIÓN
Un corazón puede ser de
piedra por tantos motivos, observó Francisco. Por ejemplo, a causa de “experiencias
dolorosas”. Sucede a los discípulos de Emaús, temerosos de hacerse
ilusiones “otra vez”. Sucede a Tomás que rechaza creer en la Resurrección de
Jesús. El Pontífice también indicó que “otro motivo que endurece el corazón es
la cerrazón en sí mismo”:
“Hacer un mundo en sí
mismo, cerrado. En sí mismo, en su comunidad o en su parroquia, pero siempre
cerrazón. Y la cerrazón puede girar en torno a tantas cosas: pensemos en el
orgullo, en la suficiencia, pensar que yo soy mejor que los demás, también en
la vanidad, ¿no? Existen el hombre y la mujer espejo, que están encerrados en sí
mismos para verse a sí mismo continuamente, ¿no? Estos narcisistas religiosos,
¿no? Tienen el corazón duro, porque están cerrados, no están abiertos. Y tratan
de defenderse con estos muros que crean a su alrededor”.
LA SEGURIDAD DE LA PRISIÓN
También está quien se
atrinchera detrás de la ley, aferrándose a la “letra” a lo que establecen los
mandamientos. Aquí – afirmó el Papa – lo que endurece el corazón es un problema de
“falta de seguridad”. Y quien busca solidez en lo que dicta la ley está seguro
– añadió Francisco con un poco de ironía – como “un hombre o una
mujer en la celda de una cárcel detrás de los barrotes: es una seguridad sin
libertad”. Es decir, lo opuesto de lo que “vino a traernos Jesús, la libertad”:
“El corazón, cuando se
endurece, no es libre y si no es libre es porque no ama: así terminaba el
Apóstol Juan en la primera Lectura. El amor perfecto disipa el temor: en el
amor no hay temor, porque el temor supone un castigo y quien teme no es
perfecto en el amor. No es libre. Siempre tiene temor de que suceda algo
doloroso, triste. Que me vaya mal en la vida o que ponga en peligro mi
salvación eterna… Tantas imaginaciones porque no ama. Quien no ama no es
libre. Y su corazón estaba endurecido, porque aún no habían aprendido a amar”.
EL ESPÍRITU VUELVE LIBRES Y
DÓCILES
Entonces, se preguntó
Francisco: “¿Quién nos enseña a amar? ¿Quién nos libera de esta dureza?”. Y su
respuesta fue:
“Tú puedes hacer mil cursos
de catequesis, mil cursos de espiritualidad, mil cursos de yoga, zen y todas
estas cosas. Pero todo esto jamás será capaz de darte la libertad de hijo. Es
sólo el Espíritu Santo quien mueve tu corazón para decir ‘Padre’. Sólo el
Espíritu Santo es capaz de disipar, de romper esta dureza del corazón y hacer
un corazón… ¿blando?… No sé, no me gusta la palabra… “Dócil”. Dócil al Señor.
Dócil a la libertad del amor”.
(María Fernanda
Bernasconi - RV).
No hay comentarios:
Publicar un comentario