(RV).- Comienza un nuevo
año y el clima de alegría y esperanza se respiraba la mañana de este 1
de enero en Roma. Miles de personas acudieron a la plaza de San
Pedro y sus inmediaciones para rezar con el Santo Padre la oración a
la Madre de Dios, como Francisco la definió “humilde mujer de Nazaret, quien
dio a Jesús su amor y su carne humana. Y así, el Obispo de Roma habla del
inicio del nuevo año relacionándolo con nuestro bautismo“redescubramos
el regalo recibido en aquel Sacramento que nos ha regenerado la vida nueva: la
vida divina”. Explica el Papa Bergoglio que con el bautismo somos introducidos
en la comunión con Dios, recibiendo su amor y cariño, y en consecuencia
llegamos a la Paz, especialmente hoy, que como recordó el Santo Padre,
celebrados la Jornada de la Paz cuyo lema este año es “No
esclavos, sino hermanos”. Así el Papa nos llama a combatir cada forma de
esclavitud y a construir la fraternidad, siendo esto una responsabilidad de
cada uno de nosotros.
Francisco pidió que
presentáramos a María nuestros propósitos de bien, y que estemos bajo el manto
de su protección.
Y después de la oración
mariana, el Santo Padre saludó detalladamente a los fieles, agradeció a todos
los que han promovido las diferentes marchas por la paz en el mundo. Y en este
sentido se vivió una conexión en directo con la campana de Rovereto, en
Trentino, Italia, llamada Maria Dolensa, dedicada a todos los caídos en
guerras.
(MZ-RV)
Texto de la alocución del
Papa Francisco antes de rezar el Ángelus:
Queridos hermanos y
hermanas, ¡buenos días y buen año!
En este primer día del año,
en el clima gozoso, si bien frío, de la Navidad, la Iglesia nos invita a
fijar nuestra mirada de fe y de amor en la Madre de Jesús. En Ella, humilde
mujer de Nazaret, “la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn1,
14). Por eso es imposible separar la contemplación de Jesús, la Palabra de la
vida que se ha hecho visible y tangible (cfr. 1 Jn 1,1), de la
contemplación de María, que le ha dado su amor y su carne humana.
Hoy escuchamos las palabras
del apóstol Pablo: “Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer” (Gal 4,4).
Aquel “nacido de una mujer” habla de manera esencial y por esto aún más fuerte
de la verdadera humanidad del Hijo de Dios. Como afirma un Padre de la Iglesia,
San Atanasio: “Nuestro Salvador fue verdaderamente hombre y de él vino la
salvación de toda la humanidad” (Carta a Epíteto: PG 26).
Pero San Pablo añade
también: “Nacido bajo la ley” (Gal 4, 4). Con esta expresión
subraya que Cristo ha asumido la condición humana liberándola de la cerrada
mentalidad legalista, insoportable. En efecto, la ley, privada de la gracia, se
vuelve un yugo insoportable, y en lugar de hacernos bien, nos hace mal. Pero
Jesús decía: “el sábado ha sido hecho para el hombre, no el hombre para
el sábado”. He aquí entonces la finalidad por la que Dios envía a su
Hijo a la tierra a hacerse hombre: una finalidad de liberación,
es más, deregeneración. De liberación “para rescatar a aquellos que
estaban bajo la ley” (v. 5); y el rescate se produjo con la muerte de
Cristo en la cruz. Pero sobre todo de regeneración: “Para que recibiéramos la
adopción de hijos” (v. 5). Incorporados en Él, los hombres llegan a ser realmente
hijos de Dios. Este pasaje estupendo se produce en nosotros con el Bautismo,
que nos injerta como miembros vivos en Cristo y nos inserta en su Iglesia.
Al inicio de un nuevo año
nos hace bien recordar el día de nuestro Bautismo: redescubramos el regalo recibido
en aquel Sacramento que nos ha regenerado a la vida nueva: la vida divina. Y
esto a través de la Madre Iglesia, que tiene como modelo a la Madre María.
Gracias al Bautismo hemos sido introducidos en la comunión con Dios y ya no
estamos a merced del mal y del pecado, sino que recibimos el amor, la ternura,
la misericordia del Padre celestial.
Les pregunto nuevamente:
¿Quién de ustedes recuerda el día en que ha sido bautizado, recuerda la fecha
de su bautismo? ¿Quién de ustedes la recuerda? Levanten la mano. ¡Ah hay
muchos, pero no tantos eh! Para quienes no la recuerdan les daré una tarea para
hacer en casa. Buscar esa fecha y custodiarla bien en el corazón. También
pueden pedir ayuda a sus padres, a su padrino, a su madrina, a los tíos, a los
abuelos… Pero, ¿cuál fue el día en que yo he sido bautizado? Ese es un día de
fiesta. Hagan eso. Será muy bello para agradecer a Dios el don del Bautismo.
Esta cercanía de Dios a
nuestra existencia nos da la verdadera paz, la paz, el don divino que queremos
implorar especialmente hoy, Jornada Mundial de la Paz. Yo leo ahí: “La paz es
siempre posible”. ¡Siempre es posible la paz! Debemos buscarla. Y allá: “La
oración en la raíz de la paz”. La oración es precisamente la raíz de la paz. La
paz es siempre posible. Y nuestra oración, está en la raíz de la paz. La
oración hace germinar la paz.
Hoy, Jornada Mundial de la
Paz, “Ya no esclavos, sino hermanos”: he aquí el Mensaje de esta Jornada.
Porque las guerras nos hacen esclavos. Siempre. Un mensaje que nos implica a
todos. Todos estamos llamados a combatir cualquier forma de esclavitud y a
construir la fraternidad. Todos, cada uno según su propia responsabilidad.
Y acuérdense bien: la paz
es posible. Y en la raíz de la paz está siempre la oración. Recemos por la paz.
También existen esas bellas
escuelas de paz, esas por la paz, debemos ir adelante con esta educación por la
paz.
A María, Madre de Dios y
Madre nuestra, le presentamos nuestros propósitos de bien. A Ella le pedimos
que extienda sobre nosotros, y sobre todos los días del año nuevo, el manto de
su materna protección: “Santa Madre de Dios, no desprecies las súplicas de
nosotros, que estamos en la prueba, y líbranos de todo peligro, oh Virgen
gloriosa y bendita”.
E invito a todos ustedes, a
saludar hoy a la Virgen como Madre de Dios. A saludarla con aquel saludo:
“Santa Madre de Dios”, como fue aclamada por los fieles de la ciudad de Éfeso
al inicio de la vida cristiana, del cristianismo, cuando desde la otra parte de
la entrada de la iglesia, gritaban a sus pastores este saludo a la Virgen:
“Santa Madre de Dios”. Todos juntos, tres veces, fuerte, “Santa Madre de Dios”,
“Santa Madre de Dios”, “Santa Madre de Dios”.
(Traducción de María
Fernanda Bernasconi - RV).
Palabras del Papa después
de la oración del Ángelus:
Queridos hermanos y
hermanas,
dirijo a todos los aquí
presentes mi cordial saludo, deseándoles un feliz y sereno año nuevo. Saludo en
particular a los peregrinos de los Países Escandinavos y de Eslovaquia, a los
fieles de Asola, Castiglione delle Stiviere, Saccolongo, Sotto il Monte, Bonate
Sotto e Benevento, a los jóvenes de Andria y Castelnuovo del Garda. Un cordial
saludo va a los Stersinger de Alemania, Austria y Suiza por su empeño de ir de
casa en casa para anunciar el nacimiento del Señor y recoger regalos para los
niños necesitados. ¡Feliz Navidad y un Feliz Año Nuevo!
Dirijo mi pensamiento a aquellos
de las Diócesis del mundo entero, que han promovido momentos de oración por la
paz, porque la oración es la raíz de la paz, como dice la pancarta. Recuerdo en
particular la marcha nacional que se desarrolló ayer en Venecia, la
manifestación “Paz en todas las tierras”, promovida en Roma y numerosas
ciudades del mundo.
En este momento estamos
conectados con Trentino, donde se encuentra la gran campana llamada ‘Maria
Dolens’, realizada en honor a los caídos de todas las guerras y bendecida por
el beato Pablo VI en 1965. En poco escucharemos los retoques de aquella
campana. Que nunca más haya guerras, ¡nunca más las guerras!, y siempre el
deseo y el empeño de paz y de fraternidad entre los pueblos.
Buen año a todos. Que sea
un año de paz, de paz, en el abrazo de cariño del Señor y con la
protección de María, Madre de Dios y Madre nuestra. Saludo a todos. Y veo que
hay tanto mexicanos allí, les saludo ¡son numerosos los mexicanos!
Buen año y por favor no
olviden de rezar por mí. Buen almuerzo y hasta la vista.
Ahora esperamos el sonido
de las campanas.
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