25/01/2015 15:07
(RV).- Impulsar el encuentro, el diálogo y
la escucha, como nos enseña Jesús, que es paciente y
nos ofrece un camino de conversión interior, que nos hace
crecer en la caridad y en la verdad. Y nos impulsa
a rogar el don de la comunión plena de todos los cristianos,
sedientos de paz y fraternidad, para que brille ‘el sagrado misterio de la
unidad de la Iglesia’ como signo e instrumento de reconciliación para el mundo
entero. Fue la exhortación del Obispo de Roma, que presidió las
segundas Vísperas de la Solemnidad de la Conversión de San Pablo Apóstol,
como es tradicional en la basílica papal dedicada al Apóstol de las gentes,
culminando así la Semana de oración por la unidad de los cristianos 2015.
Reflexionando sobre el tema de este año, con las
palabras de Jesús a la samaritana: ‘Dame de beber’, del Evangelio
de San Juan, el Papa Francisco se refirió a las controversias
entre los cristianos, heredadas del pasado, e hizo hincapié en la importancia
de comprender lo que nos une. Es decir, «la llamada a participar en el
misterio del amor del Padre, revelado por el Hijo a través del Espíritu Santo».
«Nos necesitamos unos a otros, necesitamos encontrarnos y confrontarnos guiados
por el Espíritu Santo, que armoniza la diversidad y supera los conflictos».
Jesús es la fuente de Agua viva que apaga la sed de
amor, de justicia y libertad. Y ante una multitud de
hombres y mujeres cansados y sedientos, los cristianos estamos llamados a ser
evangelizadores: «todos estamos al servicio del único y mismo Evangelio»,
señaló el Santo Padre, reiterando que Jesús es la fuente de la que brota el
agua del Espíritu Santo, es decir, «el amor de Dios derramado en nuestros
corazones» (Rm 5,5) el día del Bautismo.
«Queridos hermanos y hermanas, hoy nosotros, que
estamos sedientos de paz y fraternidad, invocamos con corazón
confiado que el Padre celestial, por medio de Jesucristo, único
Sacerdote, y la intercesión de la Virgen María, el apóstol Pablo y
todos los santos, nos dé el don de la plena comunión de todos los cristianos,
para que pueda brillar «el sagrado misterio de la unidad de la Iglesia»
(Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Unitatis redintegratio, sobre el ecumenismo,
2), como signo e instrumento de reconciliación para el mundo entero».
El Papa se refirió finalmente al ecumenismo
de la sangre. En este momento quisiera recordar a todos nuestros mártires
perseguidos y asesinados porque son cristianos, dijo.
Con estas palabras concluyó su homilía, en la que
dirigió un saludo cordial y fraterno a los respectivos representantes del Patriarcado
Ecuménico, del Arzobispo de Canterbury, y a todos los
representantes de las diversas Iglesias y Comunidades eclesiales. A los
miembros de la Comisión Mixta para el diálogo teológico entre la
Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas orientales, a los estudiantes del
Ecumenical Institute of Bossey y a los jóvenes que se benefician de
las becas ofrecidas por el Comité de Colaboración Cultural con las Iglesias
ortodoxas, que actúa en el Consejo para la Promoción de la Unidad de
los Cristianos.
Sin olvidar a los religiosos y religiosas pertenecientes
a diferentes Iglesias y Comunidades eclesiales, que han participado estos días
en un encuentro ecuménico, organizado por la Congregación para los
Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, en
colaboración con el Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los
Cristianos, con ocasión del Año de la vida consagrada.
(CdM – RV)
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