De las cartas de san Juan Bosco
(Epistolario, Turín 1959, 4 201-203):
"Miremos como a hijos a aquellos
sobre los cuales debemos ejercer alguna autoridad. Pongámonos a su servicio, a
imitación de Jesús, el cual vino para obedecer y no para mandar, y
avergoncémonos de todo lo que pueda tener incluso apariencia de dominio; si
algún dominio ejercemos sobre ellos, ha de ser para servirlos mejor.
Este era el modo de obrar de Jesús con
los apóstoles, ya que era paciente con ellos, a pesar de que eran ignorantes y
rudos, e incluso poco fieles; también con los pecadores se comportaba con
benignidad y con una amigable familiaridad, de tal modo que era motivo de
admiración para unos, de escándalo para otros, pero también ocasión de que
muchos concibieran la esperanza de alcanzar el perdón de Dios. Por esto, nos
mandó que fuésemos mansos y humildes de corazón.
Son hijos nuestros, y, por esto,
cuando corrijamos sus errores, hemos de deponer toda ira o, por lo menos,
dominarla de tal manera como si la hubiéramos extinguido totalmente.
Mantengamos sereno nuestro espíritu,
evitemos el desprecio en la mirada, las palabras hirientes; tengamos
comprensión en el presente y esperanza en el futuro, como conviene a unos
padres de verdad, que se preocupan sinceramente de la corrección y enmienda de
sus hijos.
En los casos más graves, es mejor
rogar a Dios con humildad que arrojar un torrente de palabras, ya que éstas
ofenden a los que las escuchan, sin que sirvan de provecho alguno a los
culpables".
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