17/01/2015 17:09
(RV).- En su homilía el Papa Francisco afirmó que
los filipinos están llamados a ser grandes misioneros de la fe en Asia. Y
tras referirse a la imagen del Santo Niño Jesús que acompañó desde
el principio la difusión del Evangelio en este país, recordó
la identidad de hijos de Dios de los cristianos, hermosa expresión que se
refleja, por ejemplo, en la imagen de los mismos filipinos que se
prodigaron para socorrer a sus hermanos afectados por el tifón Yolanda.
TEXTO DE LA HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO:
Santa Misa en el Rizal Park
de Manila, 18 enero 2015
«Un niño nos ha nacido, un hijo
se nos ha dado» (Is 9, 5).
Es una gran alegría para mí celebrar el domingo del Santo Niño con ustedes. La
imagen del Santo Niño Jesús acompañó desde el principio la difusión
del Evangelio en este país. Vestido como un rey, coronado y
sosteniendo en sus manos el cetro, el globo y la cruz, nos recuerda
continuamente la relación entre el Reino de Dios y el misterio de la infancia
espiritual. Nos lo dice el Evangelio de hoy: «Quien no reciba el Reino de
Dios como un niño, no entrará en él» (Mc 10,
15). El Santo Niño sigue anunciándonos que la luz de la gracia de Dios ha
brillado sobre un mundo que habitaba en la oscuridad, trayendo la Buena
Nueva de nuestra liberación de la esclavitud y
guiándonos por los caminos de la paz, el derecho y la justicia. Nos recuerda
también que estamos llamados a extender el Reino de Cristo por todo el
mundo.
En estos días, durante mi visita, he escuchado la canción: «Todos
somos hijos de Dios». Esto es lo que el Santo Niño nos dice. Nos recuerda
nuestra identidad más profunda. Todos somos hijos de Dios, miembros de la
familia de Dios. Hoy san Pablo nos ha dicho que hemos sido hechos hijos
adoptivos de Dios, hermanos y hermanas en Cristo. Eso es lo que somos. Ésa es
nuestra identidad. Hemos visto una hermosa expresión de esto cuando los filipinos se
volcaron con nuestros hermanos y hermanas afectados por el tifón.
El Apóstol nos dice que gracias a la elección de Dios hemos sido
abundantemente bendecidos. Dios «nos ha bendecido en Cristo con toda clase de
bendiciones espirituales en los cielos» (Ef 1,
3). Estas palabras tienen una resonancia especial en Filipinas, ya
que es el principal país católico de Asia; esto ya es
un don especial de Dios, una bendición. Pero es también una vocación. Los
filipinos están llamados a ser grandes misioneros de la fe en Asia.
Dios nos ha escogido y bendecido con un propósito: «Para que
fuésemos santos e irreprochables en su presencia» (Ef 1, 4). Nos eligió a cada uno de nosotros para ser
testigos de su verdad y su justicia en este mundo. Creó el mundo como un
hermoso jardín y nos pidió que cuidáramos de él. Pero, con el pecado,
el hombre desfiguró aquella belleza natural; destruyó también
la unidad y la belleza de nuestra familia humana,
dando lugar a estructuras sociales que perpetúan la
pobreza, la falta de educación y la corrupción.
A veces, cuando vemos los problemas, las dificultades y las
injusticias que nos rodean, sentimos la tentación de resignarnos.
Parece como si las promesas del Evangelio no se fueran a cumplir; que fueran
irreales. Pero la Biblia nos dice que la gran amenaza para el plan
de Dios sobre nosotros es, y siempre ha sido, la mentira. El diablo
es el padre de la mentira. A menudo esconde sus engaños bajo
la apariencia de la sofisticación, de la fascinación por
ser «moderno», «como todo el mundo». Nos distrae con el señuelo de placeres
efímeros, de pasatiempos superficiales. Y así malgastamos los
dones que Dios nos ha dado jugando con artilugios triviales; malgastamos
nuestro dinero en el juego y la bebida; nos encerramos en nosotros mismos. Y no
nos centramos en las cosas que realmente importan, de seguir siendo en el fondo
hijos de Dios. Como nos enseña el Señor, los niños tienen su propia sabiduría,
que no es la sabiduría del mundo. Por eso el mensaje del Santo Niño es tan
importante. Nos habla al corazón de cada uno de nosotros. Nos recuerda nuestra
identidad más profunda, que estamos llamados a ser la familia de Dios.
El Santo Niño nos recuerda también que hay que proteger esta
identidad. El Niño Jesús es el protector de este gran país. Cuando
vino al mundo, su propia vida estuvo amenazada por un rey corrupto. Jesús mismo
tuvo que ser protegido. Tenía un protector en la tierra: san José.
Tenía una familia humana, la Sagrada Familia de Nazaret. Así
nos recuerda la importancia de proteger a nuestras familias, y las familias más
amplias como son la Iglesia, familia de Dios, y el mundo, nuestra familia
humana. Lamentablemente, en nuestros días, la familia con demasiada frecuencia
necesita ser protegida de los ataques y programas
insidiosos, contrarios a todo lo que consideramos verdadero y sagrado,
a lo más hermoso y noble de nuestra cultura.
En el Evangelio, Jesús acoge a los niños, los abraza y bendice.
También nosotros necesitamos proteger, guiar y alentar a
nuestros jóvenes, ayudándolos a construir una sociedad digna de su gran patrimonio
espiritual y cultural. En concreto, tenemos que ver a cada
niño como un regalo que acoger, querer y proteger.
Y tenemos que cuidar a nuestros jóvenes, no permitiendo que les roben
la esperanza y queden condenados a vivir en la calle.
Un niño frágil, que necesitaba ser protegido, trajo la bondad, la
misericordia y la justicia de Dios al mundo. Se enfrentó a la falta de honradez
y la corrupción, que son herencia del pecado, y triunfó sobre ellos por el
poder de su cruz. Ahora, al final de mi visita a Filipinas, los
encomiendo a él, a Jesús que vino a nosotros niño. Que conceda a todo el amado
pueblo de este país que trabaje unido, protegiéndose unos a otros, comenzando
por sus familias y comunidades, para construir un mundo
de justicia, integridad y paz. Que el Santo Niño
siga bendiciendo a Filipinas y sostenga a los cristianos de esta gran nación en
su vocación a ser testigos y misioneros de la alegría del Evangelio, en Asia y
en el mundo entero.
Por favor, recen por mí. Que Dios les bendiga.
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