El Papa Francisco ordenó 19 nuevos sacerdotes para
la diócesis de Roma. - REUTERS
26/04/2015 09:55
(RV).- La mañana de este domingo, IV domingo de
Pascua, en la 52 Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, el Papa
Francisco presidió la Santa Misa con el rito de ordenación presbiteral en la
Basílica de San Pedro. Con la imposición de manos, la unción del crisma y el
abrazo de la paz, el Santo Padre ordenó 19 nuevos sacerdotes de la Diócesis de
Roma.
Para esta ocasión el Pontífice recordó que a la
raíz de toda vocación cristiana se encuentra la experiencia fundamental del
éxodo, la experiencia de salir del propio yo para centrar nuestra vida en
Jesús. De esta manera podremos escuchar y seguir la voz de Cristo Buen Pastor,
dejándonos atraer y conducir por Él y consagrando a Él la propia vida.
HOMILÍA COMPLETA DEL PAPA FRANCISCO
Queridos hermanos y hermanas
Ahora que estos hijos han sido llamados al orden
del presbiterado. Nos hará bien reflexionar un poco a qué ministerio acceden en
la Iglesia.
Como ustedes saben el Señor Jesús es el único Sumo
Sacerdote del Nuevo Testamento, también en Él todo el pueblo santo de Dios ha
sido constituido pueblo sacerdotal. ¡Todos nosotros! No obstante, el Señor
Jesús quiso elegir entre sus discípulos a algunos en particular, para que,
ejerciendo públicamente en la Iglesia en su nombre el oficio sacerdotal en
favor de todos los hombres, continuaran su misión personal de maestro,
sacerdote y pastor.
Él mismo, enviado por el Padre, envió a su vez a
los Apóstoles por el mundo, para continuar sin interrupción su obra de Maestro,
Sacerdote y Pastor por medio de ellos y de los Obispos, sus sucesores. Y los
presbíteros son colaboradores de los Obispos, con quienes en unidad de
sacerdocio, son llamados al servicio del Pueblo de Dios.
Ellos han reflexionado sobre esta vocación que
tienen y que ahora vienen para recibir el orden de los presbíteros y el obispo
arriesga - ¡arriesga! – y escoge a ellos, como el Padre ha arriesgado por cada
uno de nosotros.
Ellos serán configurados con Cristo, sumo y eterno
Sacerdote, y unirlos al sacerdocio de los Obispos, la Ordenación los convertirá
en verdaderos sacerdotes del Nuevo Testamento para anunciar el Evangelio,
apacentar al Pueblo de Dios y celebrar el culto divino, principalmente en el
sacrificio del Señor.
A ustedes, que van a ser ordenados presbíteros, les
incumbe, en la parte que les corresponde, la función de enseñar en nombre de
Cristo, el Maestro. Transmitir a todos la palabra de Dios que han recibido con
alegría. Recuerden a sus madres, a sus abuelas, a sus catequistas, que les han
dado la Palabra de Dios, la fe... ¡el don de la fe! Les han trasmitido este don
de la fe. Y al leer y meditar asiduamente la Ley del Señor, procuren creer lo
que lean, enseñar lo que crean y practicar lo que enseñan.
Y que esto sea el alimento del Pueblo de Dios; que
sus homilías no sean aburridas, que sus homilías lleguen al corazón de la gente
porque salen de su corazón, porque lo que digan a ellos es lo que ustedes
tienen en el corazón. Así se da la Palabra de Dios y así su doctrina será gozo
y ayuda a los fieles de Cristo, el perfume de sus vidas será el testimonio,
porque el ejemplo edifica, pero las palabras sin el ejemplo son palabras
vacías, son ideas y no llegan jamás al corazón y es más hacen mal: ¡no hacen
bien! Ustedes continuaran la obra santificadora de Cristo. Por medio de su
ministerio alcanzará su plenitud el sacrificio espiritual de los fieles, que
por sus manos, junto con ellos, será ofrecido sobre el altar, unido al
sacrificio de Cristo, en celebración incruenta. Tengan presente lo que hacen e
imiten lo que conmemoran, de tal manera que, al celebrar el misterio de la
muerte y resurrección del Señor, se esfuercen por hacer morir en ustedes el mal
y procuren caminar con Él en una vida nueva.
Introducirán a los hombres en el Pueblo de Dios por
el Bautismo. Perdonaran los pecados en nombre de Cristo y de la Iglesia por el
sacramento de la Penitencia. Y hoy les pido en nombre de Cristo y de la
Iglesia: Por favor, no se cansen de ser misericordiosos. A los enfermos les
darán el alivio del óleo santo, y también a los ancianos: no sientan vergüenza
de mostrar ternura con los ancianos. Al celebrar los ritos sagrados, al ofrecer
durante el día la oración de alabanza y de súplica, serán voz del Pueblo de
Dios y de toda la humanidad.
Conscientes de haber sido escogidos entre los
hombres y puestos al servicio de ellos en las cosas de Dios, ejerzan con
alegría perenne, llenos de verdadera caridad, el ministerio de Cristo
Sacerdote, no buscando el propio interés, sino el de Jesucristo. Es malo un
sacerdote que vive por complacer a si mismo… ¡como hacen los pavos!
Finalmente, al participar en la misión de Cristo,
Cabeza y Pastor, permaneciendo unidos a sus Obispo, esfuércense por reunir a
los fieles en una sola familia – sean ministros de la unidad en la Iglesia, en
la familia – para conducirlos a Dios Padre, por medio de Cristo en el Espíritu
Santo. Y tengan siempre presente el ejemplo del Buen Pastor, que no vino para
ser servido, sino para servir: no para permanecer en la comodidad, sino para
salir y buscar y salvar lo que estaba perdido.
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