El Pontífice ha tenido palabras paternas y de
cercanía para los sacerdotes que renuevan las promesas y reflexionó sobre los
tres cansancios del sacerdote que se tambalean entre la misión y la mundanidad
Francisco recordó a los sacerdotes entregados a los que sufren y que obran en las “periferias” a sentirse “con derecho a estar «alegres», «plenos», «sin temores ni culpas» acompañados por Jesús.
El Obispo de Roma que es sabido tienen una agenda desborda de compromisos y ‘descansa’ sólo ‘callejeando’ por teléfono y escribiendo a amigos y personas necesitadas de conforto; presentó a los sacerdotes tres cansancios que se tambalean entre la misión y la mundanidad.
1. EL CANSANCIO DE LA GENTE: SACERDOTE CON OLOR A OVEJA Y SONRISA DE PADRES
El Papa hablando del cansancio del contacto de Jesús con las multitudes, lo llama el “cansancio de la gente”. “Para el Señor, como para nosotros, era agotador —lo dice el evangelio".
“La gente que lo seguía, las familias que le traían sus niños para que los bendijera, los que habían sido curados, que venían con sus amigos, los jóvenes que se entusiasmaban con el Rabí..., no le dejaban tiempo ni para comer. Pero el Señor no se hastiaba de estar con la gente. Al contrario, parecía que se renovaba”.
“Y este cansancio – prosiguió - es bueno, es sano. Es el cansancio del sacerdote con olor a oveja..., pero con sonrisa de papá que contempla a sus hijos o a sus nietos pequeños. Nada que ver con esos que huelen a perfume caro y te miran de lejos y desde arriba”.
Luego en su estilo directo afirmó: “no podemos ser pastores con cara de vinagre, quejosos ni, lo que es peor, pastores aburridos. Olor a oveja y sonrisa de padres..."
2. EL CANSANCIO DE LOS ENEMIGOS, LOS SECUACES DEL MAL NO DUERMEN
Al respecto, continuó explicando que “el demonio y sus secuaces no duermen” y, “trabajan incansablemente” contra la Palabra de Dios. Y advirtió: “aquí el cansancio de enfrentarlos es más arduo. No sólo se trata de hacer el bien, con toda la fatiga que conlleva, sino que hay que defender al rebaño y defenderse uno mismo contra el mal”.
“El maligno – continuó- es más astuto que nosotros y es capaz de tirar abajo en un momento lo que construimos con paciencia durante largo tiempo”.
En este sentido, dijo a los sacerdotes que es necesario pedir la gracia de “aprender a neutralizar el mal, no arrancar la cizaña, no pretender defender como superhombres lo que sólo el Señor tiene que defender”.
“Todo esto ayuda a no bajar los brazos ante la espesura de la iniquidad, ante la burla de los malvados. La palabra del Señor para estas situaciones de cansancio es: «No temáis, yo he vencido al mundo» (Jn 16,33)”, agregó.
3. EL CANSANCIO DE UNO MISMO, EL COQUETEAR CON LA MUNDANIDAD ESPIRITUAL
Y por último, meditó sobre el «el cansancio de uno mismo» que indicó como “quizás el más peligroso. Porque los otros dos provienen de estar expuestos, de salir de nosotros mismos a ungir y a pelear (somos los que cuidamos). Este cansancio, en cambio, es más auto-referencial”, señaló.
“A este cansancio, me gusta llamarlo «coquetear con la mundanidad espiritual», advirtió el Pontífice que explica se trata de un cansancio que da “el «querer y no querer», el haberse jugado todo y después añorar los ajos y las cebollas de Egipto”.
Es la desilusión de “jugar con la ilusión de ser otra cosa”. Así, señaló la mundanidad como enemiga del amor verdadero de la misión: “Sólo el amor descansa. Lo que no se ama cansa y, a la larga, cansa mal”.
“Aquí sí puede haber cansancio malo
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