(RV).-
(se actualizó con audio voz y texto de la homilía del Papa) «¡Dar a
Dios lo que es de Dios!» «¡Por el don de este Sínodo y por el espíritu
constructivo con que todos han colaborado, con el Apóstol Pablo, «damos
gracias a Dios por todos ustedes y los tenemos presentes en nuestras
oraciones!» y «¡gracias a nuestro querido y amado Papa Pablo VI. Gracias
por tu humilde y profético testimonio de amor a Cristo y a su
Iglesia!». El Papa Francisco hizo resonar estas palabras en su homilía
de la Santa Misa con ocasión de la conclusión del Sínodo extraordinario
sobre la familia y de la beatificación Pablo VI.
«Dar a Dios lo
que es de Dios» significa estar dispuesto a hacer su voluntad y
dedicarle nuestra vida y colaborar con su Reino de misericordia, de amor
y de paz, enfatizó el Obispo de Roma, haciendo hincapié en que en eso
reside la verdadera fuerza de los cristianos, «la levadura que fermenta y
la sal que da sabor a todo esfuerzo humano contra el pesimismo
generalizado que nos ofrece el mundo. En eso reside nuestra esperanza,
porque la esperanza en Dios no es una huida de la realidad, no es una
coartada: es ponerse manos a la obra para devolver a Dios lo que le
pertenece. Por eso, el cristiano mira a la realidad futura, a la
realidad de Dios, para vivir plenamente la vida –con los pies bien
puestos en la tierra – y responder, con valentía, a los incesantes retos
nuevos».
El Papa Bergoglio comenzó su homilía recordando una de
las frases más famosas de todo el Evangelio: «Dar al César lo que es del
César y a Dios lo que es de Dios» (Mt 22,21). Jesús responde con esta
frase irónica y genial a la provocación de los fariseos que, por decirlo
de alguna manera, querían hacerle el examen de religión y ponerlo a
prueba. Es una respuesta inmediata que el Señor da a todos aquellos que
tienen problemas de conciencia, sobre todo cuando están en juego su
conveniencia, sus riquezas, su prestigio, su poder y su fama. Y esto ha
sucedido siempre».
«Jesús pone el acento en la segunda parte de
la frase: «Y [dar] a Dios lo que es de Dios». Lo cual quiere decir
reconocer y creer firmemente –frente a cualquier tipo de poder – que
sólo Dios es el Señor del hombre, y no hay ningún otro. Ésta es la
novedad perenne que hemos de redescubrir cada día, superando el temor
que a menudo nos atenaza ante las sorpresas de Dios. ¡Él no tiene miedo
de las novedades!»
«Lo hemos visto en estos días durante el
Sínodo extraordinario de los Obispos –“sínodo” quiere decir “caminar
juntos”–. Y, de hecho, pastores y laicos de todas las partes del mundo
han traído aquí a Roma la voz de sus Iglesias particulares para ayudar a
las familias de hoy a seguir el camino del Evangelio, con la mirada
fija en Jesús. Ha sido una gran experiencia, en la que hemos vivido la
sinodalidad y la colegialidad, y hemos sentido la fuerza del Espíritu
Santo que guía y renueva sin cesar a la Iglesia, llamada, con premura, a
hacerse cargo de las heridas abiertas y a devolver la esperanza a
tantas personas que la han perdido».
Texto completo y voz de la homilía del Papa Francisco :
Acabamos de escuchar una de las frases más famosas de todo el
Evangelio: «Dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios»
(Mt 22,21).
Jesús responde con esta frase irónica y genial a la
provocación de los fariseos que, por decirlo de alguna manera, querían
hacerle el examen de religión y ponerlo a prueba. Es una respuesta
inmediata que el Señor da a todos aquellos que tienen problemas de
conciencia, sobre todo cuando están en juego su conveniencia, sus
riquezas, su prestigio, su poder y su fama. Y esto ha sucedido siempre.
Evidentemente, Jesús pone el acento en la segunda parte de la frase: «Y
[dar] a Dios lo que es de Dios». Lo cual quiere decir reconocer y creer
firmemente –frente a cualquier tipo de poder– que sólo Dios es el Señor
del hombre, y no hay ningún otro. Ésta es la novedad perenne que hemos
de redescubrir cada día, superando el temor que a menudo nos atenaza
ante las sorpresas de Dios.
¡Él no tiene miedo de las novedades!
Por eso, continuamente nos sorprende, mostrándonos y llevándonos por
caminos imprevistos. Nos renueva, es decir, nos hace siempre “nuevos”.
Un cristiano que vive el Evangelio es “la novedad de Dios” en la Iglesia
y en el mundo. Y a Dios le gusta mucho esta “novedad”.
«Dar a
Dios lo que es de Dios» significa estar dispuesto a hacer su voluntad y
dedicarle nuestra vida y colaborar con su Reino de misericordia, de amor
y de paz.
En eso reside nuestra verdadera fuerza, la levadura
que fermenta y la sal que da sabor a todo esfuerzo humano contra el
pesimismo generalizado que nos ofrece el mundo. En eso reside nuestra
esperanza, porque la esperanza en Dios no es una huida de la realidad,
no es una coartada: es ponerse manos a la obra para devolver a Dios lo
que le pertenece. Por eso, el cristiano mira a la realidad futura, a la
realidad de Dios, para vivir plenamente la vida –con los pies bien
puestos en la tierra– y responder, con valentía, a los incesantes retos
nuevos.
Lo hemos visto en estos días durante el Sínodo
extraordinario de los Obispos –“sínodo” quiere decir “caminar juntos”–.
Y, de hecho, pastores y laicos de todas las partes del mundo han traído
aquí a Roma la voz de sus Iglesias particulares para ayudar a las
familias de hoy a seguir el camino del Evangelio, con la mirada fija en
Jesús. Ha sido una gran experiencia, en la que hemos vivido la
sinodalidad y la colegialidad, y hemos sentido la fuerza del Espíritu
Santo que guía y renueva sin cesar a la Iglesia, llamada, con premura, a
hacerse cargo de las heridas abiertas y a devolver la esperanza a
tantas personas que la han perdido.
Por el don de este Sínodo y
por el espíritu constructivo con que todos han colaborado, con el
Apóstol Pablo, «damos gracias a Dios por todos ustedes y los tenemos
presentes en nuestras oraciones» (1 Ts 1,2). Y que el Espíritu Santo
que, en estos días intensos, nos ha concedido trabajar generosamente con
verdadera libertad y humilde creatividad, acompañe ahora, en las
Iglesias de toda la tierra, el camino de preparación del Sínodo
Ordinario de los Obispos del próximo mes de octubre de 2015. Hemos
sembrado y seguiremos sembrando con paciencia y perseverancia, con la
certeza de que es el Señor quien da el crecimiento (cf. 1 Co 3,6).
En
este día de la beatificación del Papa Pablo VI, me vienen a la mente
las palabras con que instituyó el Sínodo de los Obispos: «Después de
haber observado atentamente los signos de los tiempos, nos esforzamos
por adaptar los métodos de apostolado a las múltiples necesidades de
nuestro tiempo y a las nuevas condiciones de la sociedad» (Carta ap.
Motu proprio Apostolica sollicitudo).
Contemplando a este gran
Papa, a este cristiano comprometido, a este apóstol incansable, ante
Dios hoy no podemos más que decir una palabra tan sencilla como sincera e
importante: Gracias. Gracias a nuestro querido y amado Papa Pablo VI.
Gracias por tu humilde y profético testimonio de amor a Cristo y a su
Iglesia.
El que fuera gran timonel del Concilio, al día siguiente
de su clausura, anotaba en su diario personal: «Quizás el Señor me ha
llamado y me ha puesto en este servicio no tanto porque yo tenga algunas
aptitudes, o para que gobierne y salve la Iglesia de sus dificultades
actuales, sino para que sufra algo por la Iglesia, y quede claro que Él,
y no otros, es quien la guía y la salva» (P. Macchi, Paolo VI nella sua
parola, Brescia 2001, 120-121). En esta humildad resplandece la
grandeza del Beato Pablo VI que, en el momento en que estaba surgiendo
una sociedad secularizada y hostil, supo conducir con sabiduría y con
visión de futuro –y quizás en solitario– el timón de la barca de Pedro
sin perder nunca la alegría y la fe en el Señor.
Pablo VI supo de
verdad dar a Dios lo que es de Dios dedicando toda su vida a la
«sagrada, solemne y grave tarea de continuar en el tiempo y extender en
la tierra la misión de Cristo» (Homilía en el inicio del ministerio
petrino, 30 junio 1963: AAS 55 [1963], 620), amando a la Iglesia y
guiando a la Iglesia para que sea «al mismo tiempo madre amorosa de
todos los hombres y dispensadora de salvación» (Carta enc. Ecclesiam
Suam, Prólogo).
“SÁBELO, TEN POR CIERTO, HIJO MÍO EL MÁS PEQUEÑO, QUE YO SOY LA PERFECTA SIEMPRE VIRGEN SANTA MARÍA, MADRE DEL VERDADERÍSIMO DIOS POR QUIEN SE VIVE, EL CREADOR DE LAS PERSONAS, EL DUEÑO DE LA CERCANÍA Y DE LA INMEDIACIÓN, EL DUEÑO DEL CIELO, EL DUEÑO DE LA TIERRA, MUCHO DESEO QUE AQUÍ ME LEVANTEN MI CASITA SAGRADA, EN DONDE LO MOSTRARÉ, LO ENSALZARÉ AL PONERLO DE MANIFIESTO:
LO DARÉ A LAS GENTES EN TODO MI AMOR PERSONAL, EN MI MIRADA COMPASIVA, EN MI AUXILIO, EN MI SALVACIÓN:
PORQUE YO EN VERDAD SOY VUESTRA MADRE COMPASIVA,
TUYA Y DE TODOS LOS HOMBRES QUE EN ESTA TIERRA ESTÁIS EN UNO,
Y DE LAS DEMÁS VARIADAS ESTIRPES DE HOMBRES, MIS AMADORES, LOS QUE A MÍ CLAMEN, LOS QUE ME BUSQUEN, LOS QUE CONFÍEN EN MÍ, PORQUE ALLÍ LES ESCUCHARÉ SU LLANTO, SU TRISTEZA, PARA REMEDIAR PARA CURAR TODAS SUS DIFERENTES PENAS, SUS MISERIAS, SUS DOLORES…".
"ESCUCHA, PÓNLO EN TU CORAZÓN, HIJO MÍO EL MENOR, QUE NO ES NADA LO QUE TE ESPANTÓ, LO QUE TE AFLIGIÓ, QUE NO SE PERTURBE TU ROSTRO, TU CORAZÓN;
NO TEMAS ESTA ENFERMEDAD NI NINGUNA OTRA ENFERMEDAD, NI COSA PUNZANTE, AFLICTIVA.
¿NO ESTOY AQUÍ, YO, QUE SOY TU MADRE?
¿NO ESTÁS BAJO MI SOMBRA Y RESGUARDO?
¿NO SOY, YO LA FUENTE DE TU ALEGRÍA?
¿NO ESTÁS EN EL HUECO DE MI MANTO, EN EL CRUCE DE MIS BRAZOS? ¿TIENES NECESIDAD DE ALGUNA OTRA COSA?.
QUE NINGUNA OTRA COSA TE AFLIJA, TE PERTURBE; …”
Palabras de Nuestra Señora de Guadalupe a San Juan Diego, tomadas del Nican Mopohua.
lunes, 20 de octubre de 2014
Papa Francisco: ¡Gracias a Dios por el Sínodo y gracias a Pablo VI! ... Texto completo y voz de la homilía del Papa Francisco
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