(RV).- El Cardenal Peter Erdö, Relator general del Sínodo, presentó la “Relatio post disceptationem”,
es decir la “Relación después de la discusión” de esta III Asamblea
General Extraordinaria sobre la familia, que recopila las reflexiones
principales que los Padres Sinodales han emitido durante estos días y
que constituye la base para los documentos finales del Sínodo.
Asimismo
se anunció el tema del 14º Sínodo general ordinario, que se celebrará
del 4 al 25 de octubre de 2015, sobre el tema: “La vocación y la misión
de la familia de la Iglesia en el mundo contemporáneo”.
Esta
Relación consta de tres líneas-guía, a saber: escuchar el contexto
socio-cultural en el que viven las familias hoy; confrontarse sobre las
perspectivas pastorales que hay que emprender y, sobre todo, tener la
mirada puesta en Cristo, y en su Evangelio de la familia.
También
se afirma que se necesita una “dimensión nueva de la pastoral
familiar”, que haga madurar las semillas, como esos matrimonios civiles
caracterizados por la estabilidad, el afecto profundo, la
responsabilidad con respeto a los hijos y que pueden conducir al vínculo
sacramental. También porque con frecuencia las convivencias o las
uniones de hecho son dictadas por exigencias prácticas, como la
obtención de un trabajo fijo.
Verdadera “casa paterna”,
“antorcha en medio de la gente” – dijo el purpurado – la Iglesia,
entonces, debe acompañar “con paciencia y delicadeza”, “con atención y
cuidado a sus hijos más frágiles, aquellos marcados por el amor herido y
perdido”, dándoles “confianza y esperanza”.
En cuanto al acceso
al sacramento de la Eucaristía para los divorciados vueltos a casar, la
Relación enumera las principales sugerencias que surgieron del Sínodo:
mantener la disciplina actual; poner en práctica una apertura mayor para
casos particulares, insolubles sin nuevas injusticias y sufrimientos; u
optar por la vía “penitencial”.
Permanece aún abierta la
cuestión de la “comunión espiritual”, para la cual se pide mayor
profundización teológica, así como también se pide mayor reflexión sobre
los matrimonios mixtos y sobre los “problemas graves” ligados a la
diversa disciplina nupcial de las Iglesias ortodoxas.
En cuanto a
las personas homosexuales, se subraya que tienen “dotes y cualidades
que ofrecer a la comunidad cristiana”. Por lo tanto, se pide que la
Iglesia sea “casa acogedora”, manteniendo el firme no a las uniones
homosexuales y a aquellas presiones de organismos internacionales que
ligan las ayudas financieras a la introducción de normativas inspiradas
en la ideología del gender. Sin negar las problemáticas morales
relacionadas a las uniones homosexuales se toma en conocimiento que hay
casos en el que el mutuo apoyo hasta el sacrificio constituye un apoyo
precioso para la vida de los partners. Además, la Iglesia tiene
una atención especial hacia los niños que viven con parejas del mismo
sexo, reafirmando que en primer lugar deben ponerse siempre las
exigencias y los derechos de los pequeños.
En fin, el Cardenal
Erdö subrayó que el diálogo sinodal se ha desarrollado “con gran
libertad y con un estilo de escucha recíproca”. Y recordó que las
reflexiones propuestas hasta ahora no son decisiones ya tomadas: el
camino, en efecto, proseguirá con el Sínodo general ordinario, también
sobre el tema de la familia, programado para octubre del próximo año
2015.
Texto completo de la Relatio post disceptationem
III ASAMBLEA GENERAL EXTRAORDINARIA
DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS
RELATIO POST DISCEPTATIONEM
Su Eminencia Cardenal Péter Erdő
Relator General
(Traducción no oficial)
Introducción 2
I Parte
La escucha: el contexto y los desafíos de la familia 3
El contexto socio-cultural 3
La importancia de la vida afectiva 4
Los desafíos pastorales 4
II Parte
La mirada en Cristo: el Evangelio de la familia 5
La mirada en Jesús y la gradualidad en la historia de la salvación 5
La familia en el plan salvífico de Dios 5
El discernimiento de los valores presentes en las familias heridas
y en las situaciones irregulares 6
Verdad y belleza de la familia y misericordia 6
III Parte
El encuentro: perspectivas pastorales 8
Anunciar el Evangelio de la familia hoy, en los diversos contextos 8
Guiar a los novios en el camino de preparación al matrimonio 9
Acompañar los primeros años de la vida matrimonial 9
Lo positivo en las uniones civiles y en las convivencias 10
Sanar las familias heridas (separados, divorciados no vueltos a casar,
divorciados vueltos a casar) 10
Acoger a las personas homosexuales 12
La trasmisión de la vida y el desafío de la disminución de la natalidad 13
El desafío de la educación y el rol de la familia en la evangelización 13
Conclusión 14
Introducción
1.
En la vigilia de oración celebrada en la Plaza de San Pedro el sábado 4
de octubre de 2014 en preparación al Sínodo de la familia, el Papa
Francisco ha evocado de manera simple y concreta la centralidad de la
experiencia familiar en la vida de todos, expresándose así: «Cae ya la
noche sobre nuestra asamblea. Es la hora en la cual gustoso se regresa a
casa para reunirse en la misma mesa, en espesor de los afectos, del
bien realizado y recibido, de los encuentros que calientan el corazón y
lo hacen crecer, del vino bueno que anticipa en los días del hombre la
fiesta sin ocaso. Es también la hora más pesada para quien se encuentra a
“tú a tú” con su propia soledad, en el crepúsculo amargo de los sueños y
de los proyectos rotos: cuantas personas arrastran sus jornadas en el
callejón sin salida de la resignación, del abandono, también del rencor;
en cuantas casas se ha terminado el vino de la alegría y, por
consiguiente, el sabor – la sabiduría misma – de la vida [...] De unos y
de otros esta noche somos sus voces con nuestra oración, una oración
para todos».
2. Vientre de gozo y de prueba, de profundos afectos
y de relaciones a veces heridas, la familia es verdaderamente “escuela
de humanidad” («Familia schola quaedam uberioris humanitatis est»: Concilio Vaticano II, Constitución sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo, Gaudium et Spes,
52), de la cual se advierte fuertemente la necesidad. No obstante las
diversas señales de crisis de la institución familiar en los diversos
contextos de la “aldea global”, el deseo de familia permanece vivo,
especialmente entre los jóvenes, y esto motiva la necesidad de que la
Iglesia anuncie sin descanso y con profunda convicción el “Evangelio de
la familia” que le ha sido confiado con la revelación del amor de Dios
en Jesucristo.
3. Sobre la realidad de la familia, decisiva y
preciosa, el Obispo de Roma ha invitado a reflexionar al Sínodo de los
Obispos en la Asamblea General Extraordinaria de octubre 2014, para
después profundizar la reflexión en la Asamblea General Ordinaria que se
tendrá en octubre de 2015, además durante el entero año que trascurre
entre los dos eventos sinodales. «Ya el convenire in unum
alrededor del Obispo de Roma es un evento de gracia, en el cual la
colegialidad episcopal se manifiesta en un camino de discernimiento
espiritual y pastoral»: así el Papa Francisco ha descrito la experiencia
sinodal, indicando las tareas en la doble escucha de los signos de Dios
y de la historia de los hombres y en la consiguiente y única fidelidad
que sigue.
4. A la luz del mismo discurso hemos recogido los
resultados de nuestras reflexiones y de nuestras conversaciones en las
siguientes tres partes: la escucha, para mirar la realidad de la familia hoy, en la complejidad de sus luces y de sus sombras; la mirada
fija en Cristo para repensar con renovada frescura y entusiasmo cuanto
la revelación, transmitida en la fe de la Iglesia, nos dice sobre la
belleza y sobre la dignidad de la familia; el encuentro con el Señor Jesús para discernir los caminos con los cuales renovar la Iglesia y la sociedad en su compromiso por la familia.
Primera parte
La escucha: el contexto y los desafíos de la familia
El contexto socio-cultural
5.
El cambio antropológico y cultural actual; influye en todos los
aspectos de la vida y necesita un enfoque analítico y diversificado,
capaz de tomar las formas positivas de la libertad individual. Es
señalado también el creciente peligro representado por un individualismo
exasperado que desnaturaliza las relaciones familiares y termina por
considerar a cada componente de la familia como una isla, haciendo
prevalecer, en ciertos casos, la idea de un sujeto que se construye
según sus propios deseos tomados como un absoluto.
6. La prueba
más grande para las familias de nuestro tiempo a menudo es la soledad,
que destruye y provoca una sensación general de impotencia con relación a
la realidad socio-económica que muchas veces termina por aplastarlos.
Esto se debe a la creciente precariedad laboral que es vivida tantas
veces como una verdadera pesadilla, o por motivo de los impuestos
demasiado pesados que, por cierto, no anima a los jóvenes al matrimonio.
7.
Existen contextos culturales y religiosos que ponen desafíos
particulares. En las sociedades africanas rige todavía la práctica de la
poligamia y en algunos contextos tradicionales el hábito del
“matrimonio por etapas”. En otros contextos persiste la práctica de los
matrimonios combinados. En los países en los cuales la religión católica
es minoría son numerosos los matrimonios mixtos con todas las
dificultades que conlleva en orden a la configuración jurídica, la
educación de los hijos y el recíproco respeto del punto de vista de la
libertad religiosa, pero también con las grandes potencialidades del
encuentro en la diversidad de la fe que estas historias de vida familiar
presentan. En muchos contextos, y no sólo occidentales, se va
difundiendo ampliamente la praxis de la convivencia antes del matrimonio
o también de la convivencia no orientada a asumir la forma de un
vínculo institucional.
8. Son muchos los niños que nacen fuera
del matrimonio, especialmente en algunos países, y muchos aquellos que
después crecen con uno solo de los padres o en un contexto familiar
extendido o reconstituido. El número de los divorciados es creciente y
no es raro el caso de opciones determinadas únicamente por factores de
orden económico. La condición de la mujer todavía tiene necesidad de ser
defendida y promovida ya que se registran no pocas situaciones de
violencia al interno de las familias. Los niños frecuentemente son
objeto de disputas entre padres y los hijos son las verdaderas víctimas
de las laceraciones familiares. También las sociedades afectadas por la
violencia a causa de la guerra, del terrorismo o de la presencia de la
criminalidad organizada, observan situaciones familiares deterioradas.
Las migraciones además representan otro signo de los tiempos para
afrontar y comprender, con toda la carga de consecuencias sobre la vida
familiar.
La importancia de la vida afectiva
9. Frente
al cuadro social delineado se encuentra en los individuos una mayor
necesidad de tener cuidado de su propia persona, de conocerse
interiormente, de vivir mejor en sintonía con sus propias emociones y
propios sentimientos, de buscar una cualidad relacional en la vida
afectiva. Del mismo modo, se puede encontrar un deseo generalizado de la
familia que acompaña la búsqueda de sí mismo. Pero, ¿Cómo cultivar y
sostener esta tensión del cuidado de sí mismo y este deseo de familia?
Aquí también existe un gran desafío para la Iglesia. El peligro
individualista y el riesgo de vivir en clave egoísta son relevantes.
10.
El mundo actual parece valorizar una afectividad sin límites de la cual
se quieren explorar todos sus componentes, también aquellos más
complejos. De hecho, la cuestión de la fragilidad afectiva es de gran
actualidad: una afectividad narcisista, inestable y mutable que no ayuda
siempre a los sujetos a alcanzar una mayor madurez. En este contexto,
las parejas son a veces inciertas, dudosas y luchan por encontrar los
modos para crecer. Muchos son aquellos que tienden a permanecer en las
etapas primarias de la vida emocional y sexual. La crisis de la pareja
desestabiliza la familia y puede llegar a través de las separaciones y
los divorcios a producir serias consecuencias para los adultos, los
hijos y la sociedad, debilitando al individuo y los lazos sociales.
También la disminución demográfica no sólo determina una situación en la
cual la sucesión de las generaciones no está asegurada, sino que corre
el riesgo, con el pasar del tiempo, de llegar a un empobrecimiento
económico y una pérdida de esperanza en el futuro.
Los desafíos pastorales11.
En este contexto la Iglesia advierte la necesidad de dar una palabra de
esperanza y de sentido. Es necesario partir de la convicción de que el
hombre viene de Dios y que, por lo tanto, una reflexión capaz de
proponer las grandes cuestiones sobre el significado del ser hombres,
puede encontrar un terreno fértil en las expectativas más profundas de
la humanidad. Los grandes valores del matrimonio y de la familia
cristiana corresponden a la búsqueda que atraviesa la existencia humana
también en un tiempo marcado por el individualismo y el hedonismo. Es
necesario aceptar a las personas con su existencia concreta, saber
sostener la búsqueda, alentar el deseo de Dios y la voluntad de sentirse
plenamente parte de la Iglesia, incluso de quien ha experimentado el
fracaso o se encuentra en las situaciones más desesperadas. Esto exige
que la doctrina de la fe, que siempre se debe hacer conocer en sus
contenidos fundamentales, vaya propuesta junto a la misericordia.
II Parte
La mirada en Cristo: el Evangelio de la familia
La mirada en Jesús y la gradualidad en la historia de la salvación
12.
Con el fin de «verificar nuestro paso en el terreno de los desafíos
contemporáneos, la condición decisiva es mantener fija la mirada en
Jesucristo, detenerse en la contemplación y en la adoración de su rostro
[...] De hecho, cada vez que regresamos a la fuente de la experiencia
cristiana se abren nuevos caminos y posibilidades impensables» (Papa
Francisco, Discurso del 4 octubre 2014). Jesús ha mirado a las mujeres y
a los hombres que ha encontrado con amor y ternura, acompañando sus
pasos con paciencia y misericordia, al anunciarles las exigencias del
Reino de Dios.
13. Desde el momento en que el orden de la
creación es determinado por la orientación a Cristo, es necesario
distinguir sin separar los diversos grados mediante los cuales Dios
comunica a la humanidad la gracia de la alianza. En razón de la ley de
la gradualidad (cf. Familiaris Consortio, 34), propia de la
pedagogía divina, se trata de leer en términos de continuidad y novedad
la alianza nupcial, en el orden de la creación y en el de la redención.
14.
Jesús mismo, refiriéndose al plan original sobre la pareja humana,
reafirma la unión indisoluble entre el hombre y la mujer, mientras
comprende que «por la dureza de sus corazones Moisés les ha permitido
repudiar a sus esposas, pero desde el principio no fue así» (Mt
19,8). De tal modo, Él muestra cómo la condescendencia divina acompaña
siempre el camino humano, orientándolo hacia su principio, no sin antes
pasar a través de la cruz.
La familia en el plan salvífico de Dios
15.
Porque, con el compromiso de la recíproca aceptación y con la gracia de
Cristo los novios se prometen fidelidad y apertura a la vida, ellos
reconocen como elementos constitutivos del matrimonio, los dones que
Dios les ofrece a ellos, tomando en serio su mutuo empeño, en su nombre y
frente a la Iglesia. Ahora, en la fe es posible asumir los bienes del
matrimonio como compromiso mejor sostenido mediante la ayuda de la
gracia del sacramento. Dios consagra el amor de los esposos y les
confirma la indisolubilidad, ofreciéndoles la ayuda para vivir la
fidelidad y abrirse a la vida. Por lo tanto, la mirada en la Iglesia no
se dirige solamente a la pareja, sino a la familia.
16. Podemos
distinguir tres etapas fundamentales en el plan divino sobre la familia:
la familia de los orígenes, cuando Dios creador instituyó el matrimonio
primordial entre Adán y Eva, como fundamento sólido de la familia:
hombre y mujer los creó (cf. Gn 1,24-31; 2,4b); la familia histórica, herida por el pecado (cf. Gn 3) y la familia redimida por Cristo (cf. Ef
5,21-32), a imagen de la Santísima Trinidad, misterio del cual brota
todo amor verdadero. La alianza nupcial, inaugurada con la creación y
revelada en la historia entre Dios e Israel, llega a su plenitud con
Cristo en la Iglesia.
El discernimiento de los valores presentes en las familias heridas y en las situaciones irregulares
17.
En consideración del principio de gradualidad en el plan salvífico
divino, nos preguntamos ¿Qué posibilidades tienen los cónyuges que viven
el fracaso de su matrimonio? o ¿Cómo es posible ofrecerles a ellos la
ayuda de Cristo por medio del ministerio de la Iglesia? A este
propósito, una significativa clave hermenéutica proviene de las
enseñanzas del Concilio Vaticano II, el cual, mientras afirma que «la
única Iglesia de Cristo subsiste en la Iglesia católica», también
reconoce que «fuera de su organismo se encuentran diversos elementos de
santificación y de verdad, que, perteneciendo propiamente por don de
Dios a la Iglesia de Cristo, impulsan hacia la unidad católica» (Lumen Gentium, 8).
18.
Bajo esta luz, son sobre todo reafirmados los valores y la consistencia
propia del matrimonio natural. Algunos se preguntan si es posible que
la plenitud sacramental del matrimonio no excluya la posibilidad de
reconocer elementos positivos también en las formas imperfectas que se
encuentran fuera de tal realidad nupcial, a ella de todos modos
ordenada. La doctrina de los grados de comunión, formulada por el
Concilio Vaticano II, confirma la visión de un modo articulado de
participar en el Mysterium Ecclesiae por parte de los bautizados.
19.
En la misma perspectiva, que podríamos llamar inclusiva, el Concilio
también abre el horizonte en el cual se aprecian los elementos positivos
presentes en las otras religiones (cf. Nostra Aetate, 2) y culturas, no obstante sus límites y sus insuficiencias (cf. Redemptoris Missio,
55). De la mirada dirigida a la sabiduría humana presente en ella, de
hecho, la Iglesia comprende como la familia viene considerada
universalmente una forma necesaria y fecunda de convivencia humana. En
este sentido, el orden de la creación, en el cual planta sus raíces la
visión cristiana de la familia, se despliega a nivel histórico, en las
diversas expresiones culturales y geográficas.
20. Se hace por lo
tanto necesario un discernimiento espiritual, acerca de las
convivencias y de los matrimonios civiles y los divorciados vueltos a
casar, compete a la Iglesia reconocer estas semillas del Verbo dispersas
más allá de sus confines visibles y sacramentales. Siguiendo la amplia
mirada de Cristo, cuya luz ilumina a todo hombre (cf. Gv 1,9; cf. Gaudium et Spes,
22), la Iglesia se dirige con respeto a aquellos que participan en su
vida de modo incompleto e imperfecto, apreciando más los valores
positivos que custodian, en vez de los límites y las faltas.
Verdad y belleza de la familia y misericordia
21.
El Evangelio de la familia, mientras resplandece gracias al testimonio
de tantas familias que viven con coherencia la fidelidad al sacramento,
con sus frutos maduros de auténtica santidad cotidiana, nutre además
estas semillas que todavía esperan madurar, y debe sanar aquellos
árboles que se han marchitado y piden no ser descuidados.
22. En
este sentido, una nueva dimensión de la pastoral familiar actual,
consiste en captar la realidad de los matrimonios civiles y, hechas las
debidas diferencias, también de las convivencias. De hecho, cuando la
unión alcanza una notable estabilidad a través de un vínculo público,
está marcada por un afecto profundo, por una responsabilidad en relación
a los hijos, con la capacidad de resistir a las pruebas, pueden ser
vistos como un germen para acompañar el desarrollo hacia el sacramento
del matrimonio. Muchas veces, en cambio, la convivencia se establece no
en vista de un posible futuro matrimonio, sino sin alguna intención de
establecer una relación institucional.
23. De acuerdo a la mirada
misericordiosa de Jesús, la Iglesia debe acompañar con atención y
cuidado a sus hijos más frágiles, marcados por el amor herido y perdido,
dándoles confianza y esperanza, como la luz del faro de un puerto o una
antorcha llevada en medio de la gente para iluminar a aquellos que han
perdido la dirección o se encuentran en medio de la tempestad.
III Parte
El encuentro: perspectivas pastorales
Anunciar el Evangelio de la familia hoy, en diversos contextos24.
El diálogo sinodal ha permitido acordar algunas instancias pastorales
más urgentes para confiarlas a su concretización en las Iglesias locales
particulares, en comunión cum Petro et sub Petro.
25. El
anuncio del Evangelio de la familia constituye una urgencia para la
nueva evangelización. La Iglesia debe realizarlo con ternura de madre y
claridad de maestra (cf. Ef 4,15), en fidelidad a la kenosis misericordiosa de Cristo. La verdad se encarna en la fragilidad humana no para condenarla, sino para sanarla.
26.
Evangelizar es responsabilidad compartida de todo el pueblo de Dios,
cada uno según su propio ministerio y carisma. Sin el testimonio alegre
de los esposos y de las familias, el anuncio, aunque sea correcto, corre
el riesgo de ser incomprendido o de ahogarse en el mar de palabras que
caracteriza nuestra sociedad (cf. Novo Millennio Ineunte, 50). Los Padres sinodales han subrayado varias veces que las familias católicas están llamadas a ser en sí mismas los sujetos activos de toda la pastoral familiar.
27.
Será decisivo resaltar la primacía de la gracia, y la posibilidad que
el Espíritu da en el sacramento. Se trata de hacer experimentar que el
Evangelio de la familia sea alegría que «llena el corazón y la vida
entera», porque en Cristo somos «liberados del pecado, de la tristeza,
del vacío interior, del aislamiento» (Evangelii Gaudium, 1). A la luz de la parábola del sembrador (cf. Mt
13, 3), nuestra tarea es de cooperar en la siembra: el resto es obra de
Dios. Es necesario no olvidar que la Iglesia que predica sobre la
familia es signo de contradicción.
28. Para esto se requiere una conversión misionera:
es necesario no detenerse en un anuncio meramente teórico y
desconectado de los problemas reales de las personas. Nunca hay que
olvidar que la crisis de la fe ha comportado una crisis del matrimonio y
de la familia, y como consecuencia, se ha interrumpido frecuentemente
la transmisión de la fe de los padres a los hijos. Frente a una fe
fuerte, la imposición de algunas perspectivas culturales que debilitan a
la familia y al matrimonio no tienen ninguna incidencia.
29. La
conversión debe ser sobretodo aquella del lenguaje para que resulte
efectivamente significativa. El anuncio debe hacer experimentar que el
Evangelio de la familia como respuesta a las expectativas más profundas
de la persona humana: a su dignidad y a la realización plena en la
reciprocidad y en la comunión. No se trata solamente de presentar una
normativa sino de proponer valores, respondiendo a la necesidad de
estos, que se constata hoy también en los países más secularizados.
30.
La indispensable profundización bíblica-teológica va acompañada del
diálogo, en todos los niveles. Muchos han insistido sobre un
acercamiento más positivo con las riquezas contenidas también en las
diversas experiencias religiosas, sin callar las dificultades. En las
diversas realidades culturales son acogidas en primer lugar las
posibilidades y a su luz rechazados los límites y las radicalizaciones.
31.
El matrimonio cristiano no puede ser considerado sólo como una
tradición cultural o una exigencia social, sino que debe ser una
decisión vocacional asumida con una adecuada preparación en un
itinerario de fe, con un discernimiento maduro. No se trata de poner
dificultades y complicar los ciclos de formación, sino de ir en
profundidad y de no contentarse con encuentros teóricos o con
orientaciones generales.
32. Ha sido concordante el reclamo de la
necesidad de una conversión de toda la praxis pastoral en perspectiva
familiar, superando las ópticas individualistas que todavía la
caracterizan. Por esto, se ha insistido muchas veces en la renovación
-bajo esta luz- de la formación de los presbíteros y de los otros
agentes pastorales, a través de una implicación mayor de las mismas
familias.
33. A la vez, se ha subrayado la necesidad de una
evangelización que denuncie con sinceridad los factores culturales,
sociales y económicos; por ejemplo, el espacio excesivo dado a la lógica
del mercado, que impiden una auténtica vida familiar, determinando
discriminaciones, pobreza, exclusiones, violencia. Por eso, es necesario
desarrollar un diálogo y una cooperación con las estructuras sociales,
animar y sostener a los laicos que se comprometen en el ámbito cultural y
socio-político.
Guiar a los novios en el camino de preparación al matrimonio
34.
La compleja realidad social y los desafíos que la familia está llamada
hoy a enfrentar requieren un mayor compromiso de toda la comunidad
cristiana para la preparación de los novios al matrimonio. Con respecto a
esta necesidad, los Padres sinodales han acordado el subrayar la
exigencia de una mayor simplificación de la entera comunidad
privilegiando el testimonio de las mismas familias, así como un
arraigamiento de la preparación al matrimonio en el camino de iniciación
cristiana, subrayando la relación del matrimonio con los otros
sacramentos. También se puso de relieve la necesidad de programas
específicos para la preparación próxima al matrimonio, para que sean una
verdadera experiencia de participación en la vida eclesial y se
profundicen los diversos aspectos de la vida familiar.
Acompañar los primeros años de la vida matrimonial
35.
Los primeros años de matrimonio son un período vital y delicado,
durante el cual las parejas crecen en la conciencia de los desafíos y
del significado del matrimonio. De aquí la exigencia de un
acompañamiento pastoral que vaya más allá de la celebración del
sacramento. Es de gran importancia en esta pastoral la presencia de
parejas con experiencia. La parroquia es considerada como el lugar ideal
donde parejas expertas pueden ponerse a disposición de aquellas más
jóvenes. Es necesario animar a las parejas con una actitud
fundamentalmente de recepción al gran don de los hijos. Se subraya la
importancia de la espiritualidad familiar y de la oración, alentando a
las parejas a reunirse regularmente para promover el crecimiento de la
vida espiritual y la solidaridad en las exigencias concretas de la vida.
Liturgias significativas, prácticas devocionales y Eucarísticas
celebradas en familia, han sido mencionadas como vitales para favorecer
la evangelización a través de la familia.
Lo positivo en las uniones civiles y en las convivencias
36.
Una sensibilidad nueva de la pastoral actual, consiste en acoger la
realidad positiva de los matrimonios civiles y, reconociendo las debidas
diferencias entre las convivencias. Es necesario que en la propuesta
eclesial, aún presentando con claridad el ideal, indiquemos también
elementos constructivos en aquellas situaciones que no corresponden
todavía o aún no a tal ideal.
37. Ha estado también puesto en relieve que en muchos países hay un «número creciente de parejas que conviven
ad experimentum, sin matrimonio ni canónico ni civil y sin ningún registro» (Instrumentum Laboris,
81). En África esto se lleva a cabo especialmente en el matrimonio
tradicional, acordado entre familias y a menudo celebrado en diversas
etapas. De frente a tales situaciones, la Iglesia está llamada a ser
«siempre la casa abierta del Padre […]es la casa paterna donde hay lugar
para cada uno con su vida a cuestas» (Evangelii Gaudium, 47) y a
ir al encuentro de quien siente la necesidad de reemprender su camino
de fe, aunque no sea posible celebrar el matrimonio canónico.
38.
También en Occidente está en continuo crecimiento el número de aquellos
que, después de haber vivido juntos desde hace mucho tiempo, solicitan
la celebración del matrimonio en la Iglesia. La simple convivencia es a
menudo elegida a causa de la mentalidad general, contraria a las
instituciones y a los compromisos definitivos, pero también por la
expectativa de una seguridad existencial (trabajo y salario fijo). En
otros países, las uniones “de hecho” son muy numerosas, no por motivo
del rechazo de los valores cristianos sobre la familia y el matrimonio;
sino sobre todo por el hecho de que casarse es un lujo, de modo que la
miseria material empuja a vivir en uniones “de hecho”. También en tales
uniones es posible acoger los valores familiares auténticos o al menos
el deseo de ellos. Es necesario que el acompañamiento pastoral parta
siempre de estos aspectos positivos.
39. Todas estas situaciones
deben ser abordadas de manera constructiva, buscando transformarlas en
oportunidad de camino hacia la plenitud del matrimonio y de la familia a
la luz del Evangelio. Se trata de acogerlas y acompañarlas con
paciencia y delicadeza. Con esta finalidad, es importante el testimonio
atractivo de auténticas familias cristianas, como sujetos de
evangelización de la familia.
Sanar las familias heridas (separados, divorciados no vueltos a casar, divorciados vueltos a casar)
40.
En el Sínodo ha resonado la clara necesidad de opciones pastorales
valientes. Reconfirmando con fuerza la fidelidad al Evangelio de la
familia, los Padres sinodales, han advertido la urgencia de nuevos
caminos pastorales, que partan de la efectiva realidad de las
fragilidades familiares, reconociendo que estas, la mayoría de las
veces, han sido “sufridas” más que elegidas en plena libertad. Se trata
de situaciones diversas por factores ya sean personales o culturales y
socio-económicos. No es sabio pensar en soluciones únicas o inspiradas
en la lógica del “todo o nada”. El diálogo y el debate vividos en el
Sínodo deberán continuar en las Iglesias locales, involucrando los
diversos componentes, en manera de que las perspectivas que se han
delineado puedan encontrar la plena madurez en el trabajo de la próxima
Asamblea General Ordinaria. La guía del Espíritu, constantemente
invocado, permitirá a todo el pueblo de Dios vivir la fidelidad al
Evangelio de la familia como un misericordioso hacerse cargo de todas
las situaciones de fragilidad.
41. Cada familia herida debe ser
primero escuchada con respeto y amor haciéndose de ellas compañeros de
camino como Cristo con los discípulos de Emmaus. Valen en manera
particular para estas situaciones las palabras del Papa Francisco: «La
Iglesia tendrá que iniciar a sus hermanos –sacerdotes, religiosos y
laicos– en este “arte del acompañamiento”, para que todos aprendan
siempre a quitarse las sandalias ante la tierra sagrada del otro (cf. Ex
3,5). Tenemos que darle a nuestro caminar el ritmo sanador de
projimidad, con una mirada respetuosa y llena de compasión, pero que al
mismo tiempo sane, libere y aliente a madurar en la vida cristiana» (Evangelii Gaudium, 169).
42.
Un tal discernimiento es indispensable para los separados y
divorciados. Debe ser respetado sobretodo el sufrimiento de aquellos que
han sufrido injustamente la separación y el divorcio. El perdón por la
injusticia sufrida no es fácil, pero es un camino que la gracia hace
posible. Del mismo modo, va siempre subrayado que es indispensable
hacerse cargo de manera leal y constructiva de las consecuencias de la
separación o del divorcio, en los hijos: ellos no pueden convertirse en
un “objeto” de contienda y se deben buscar las formas mejores para que
puedan superar el trauma de la división familiar y crecer en el modo más
posible sereno.
43. Diversos Padres han subrayado la necesidad
de hacer más accesibles y ágiles los procedimientos para el
reconocimiento de casos de nulidad. Entre las propuestas han sido
indicadas la superación de la necesidad de la doble sentencia conforme;
la posibilidad de determinar una vía administrativa bajo la
responsabilidad del obispo diocesano; un proceso sumario para realizar
en los casos de nulidad notoria. Según propuestas autorizadas, se debe
considerar la posibilidad de dar relevancia a la fe de los novios en
orden a la validez del sacramento del matrimonio. Hay que destacar que
en todos los casos se trata de establecer la verdad sobre la validez del
vínculo.
44. Sobre la agilización del procedimiento de las
causas matrimoniales, solicitado por muchos, además de la preparación de
suficientes operadores, clérigos y laicos con dedicación prioritaria,
se pide el aumento de la responsabilidad del obispo diocesano, el cual
en su diócesis podría encargar a un sacerdote debidamente preparado que
pueda gratuitamente aconsejar a las partes sobre la validez del
matrimonio.
45. Las personas divorciadas pero no vueltas a casar
son invitadas a encontrar en la Eucaristía el alimento que los sostenga
en su estado. La comunidad local y los pastores deben acompañar a estas
personas con preocupación, sobre todo cuando hay hijos o es grave su
situación de pobreza.
46. También las situaciones de los
divorciados y vueltos a casar requieren un discernimiento atento y un
acompañamiento lleno de respeto, evitando cualquier lenguaje o actitud
que les haga sentir discriminados. Hacerse cargo de ellos no supone para
la comunidad cristiana un debilitamiento de la fe y del testimonio de
la indisolubilidad matrimonial, sino que expresa su caridad con este
cuidado.
47. Con respecto a la posibilidad de acceder a los
sacramentos de la Penitencia y de la Eucarística, algunos han
argumentado a favor de la disciplina actual en virtud de su fundamento
teológico, otros se han expresado por una mayor apertura a las
condiciones bien precisas cuando se trata de situaciones que no pueden
ser disueltas sin determinar nuevas injusticias y sufrimientos. Para
algunos, el eventual acceso a los sacramentos debe ir precedido de un
camino penitencial –bajo la responsabilidad del obispo diocesano-, y con
un compromiso claro a favor de los hijos. Se trataría de una
posibilidad no generalizada, fruto de un discernimiento actuado caso por
caso, según una ley de la gradualidad, que tenga presente la distinción
entre el estado de pecado, estado de gracia y circunstancias
atenuantes.
48. Sugerir de limitarse a la sola “comunión
espiritual” para no pocos Padres sinodales plantea algunas preguntas:
¿si es posible la comunión espiritual, por qué no es posible acceder a
la sacramental? Por eso ha sido solicitada una mayor profundización
teológica a partir de los vínculos entre el sacramento del matrimonio y
Eucaristía en relación a la Iglesia-sacramento. Del mismo modo, debe
ser profundizada la dimensión moral de la problemática, escuchando e
iluminando la consciencia de los cónyuges.
49. Los problemas en
relación a los matrimonios mixtos han estado presentes a menudo en las
intervenciones de los Padres sinodales. La diversidad de la disciplina
matrimonial de las Iglesias ortodoxas plantea en algunos contextos
graves problemas a los que se deben dar respuestas adecuadas en comunión
con el Papa. Lo mismo vale para los matrimonios interreligiosos.
Acoger a las personas homosexuales
50.
Las personas homosexuales tienen dones y cualidades para ofrecer a la
comunidad cristiana: ¿estamos en grado de recibir a estas personas,
garantizándoles un espacio de fraternidad en nuestras comunidades? A
menudo desean encontrar una Iglesia que sea casa acogedora para ellos.
¿Nuestras comunidades están en grado de serlo, aceptando y evaluando su
orientación sexual, sin comprometer la doctrina católica sobre la
familia y el matrimonio?
51. La cuestión homosexual nos
interpela a una reflexión seria sobre cómo elaborar caminos realísticos
de crecimiento afectivo y de madurez humana y evangélica integrando la
dimensión sexual: por lo tanto se presenta como un importante desafío
educativo. La Iglesia, por otra parte, afirma que las uniones entre
personas del mismo sexo no pueden ser equiparadas al matrimonio entre un
hombre y una mujer. Tampoco es aceptable que se quieran ejercitar
presiones sobre la actitud de los pastores o que organismos
internacionales condicionen ayudas financieras a la introducción de
normas inspiradas a la ideología gender.
52. Sin negar las
problemáticas morales relacionadas con las uniones homosexuales, se
toma en consideración que hay casos en que el apoyo mutuo, hasta el
sacrificio, constituye un valioso soporte para la vida de las parejas.
Además, la Iglesia tiene atención especial hacia los niños que viven con
parejas del mismo sexo, reiterando que en primer lugar se deben poner
siempre las exigencias y derechos de los pequeños.
La trasmisión de la vida y el desafío de la disminución de la natalidad
53.
No es difícil constatar la difusión de una mentalidad que reduce la
disminución de la generación de la vida a una variable del proyecto
individual o de pareja. Los factores de orden económico ejercitan un
peso a veces determinante contribuyendo a la fuerte caída de la
natalidad que debilita el tejido social, compromete la relación entre
las generaciones y hace que sea más incierta la mirada sobre el futuro.
La apertura a la vida es exigencia intrínseca del amor conyugal.
54.
Probablemente también en este ámbito es necesario un lenguaje realista,
que sepa comenzar por la escucha de las personas y que sepa dar razones
de la belleza y de la verdad de una apertura incondicionada a la vida,
como aquello de lo que el amor humano necesita para ser vivido en
plenitud. Y sobre esta base se puede apoyar una enseñanza adecuada
acerca de los métodos naturales, que permita vivir de manera armónica y
consciente la comunicación entre los esposos, en todas sus dimensiones,
junto a la responsabilidad generativa. En esta luz, se redescubre el
mensaje de la Encíclica Humanae Vitae de Pablo VI, que subraya la
necesidad de respetar la dignidad de la persona en la evaluación moral
de los métodos de regulación de la natalidad.
55. Por lo tanto,
se debe ayudar a vivir la afectividad, también en el vínculo conyugal,
como un camino de madurez, en la siempre más profunda aceptación del
otro y en una donación siempre más plena. En este sentido, cabe destacar
la necesidad de ofrecer caminos formativos que alimenten la vida
conyugal y la importancia de un laicado que ofrezca un acompañamiento
hecho de testimonio vivo. Indudablemente es de gran ayuda el ejemplo de
un amor fiel y profundo hecho de ternura, respeto, capaz de crecer en el
tiempo y que en su concreta apertura a la generación de la vida, hace
la experiencia de un misterio que trasciende.
El desafío de la educación y el rol de la familia en la evangelización
56.
El desafío fundamental que encuentran las familias hoy es seguramente
aquel educativo, que se convierte en más difícil y complejo por la
realidad cultura de hoy. Se requiere tener en cuenta las exigencias y
las expectativas de las familias capaces de testimoniar en la vida
cotidiana, lugares de crecimiento, de transmisión concreta y esencial de
las virtudes que dan forma a la existencia.
57. La Iglesia puede
desarrollar un papel importante de apoyo a las familias, comenzando por
la iniciación cristiana, a través de comunidades acogedoras. A esta
pide, hoy más que ayer, en las situaciones complejas como en las
ordinarias, de sostener a los padres en su compromiso educativo,
acompañando a los niños, adolescentes y jóvenes en su crecimiento a
través de caminos personalizados capaces de introducir al sentido pleno
de la vida y de suscitar elecciones y responsabilidad, vividas a la luz
del Evangelio.
Conclusión
58.
Las reflexiones propuestas, fruto del diálogo sinodal llevado a cabo en
gran libertad y en un estilo de escucha recíproca, buscan plantear
cuestiones e indicar perspectivas que deberán ser maduradas y precisadas
por las reflexiones de las Iglesias locales en el año que nos separa de
la Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los obispos prevista para
octubre de 2015. No se trata de decisiones tomadas, ni de perspectivas
fáciles. Sin embargo, el camino colegial de los obispos y la implicación
de todo el pueblo de Dios bajo la acción del Espíritu Santo, podrán
guiarnos para encontrar vías de verdad y de misericordia para todos. Es
la esperanza que desde al comienzo de nuestros trabajos el Papa
Francisco nos ha dirigido invitándonos a la valentía de la fe y a la
acogida humilde y honesta de la verdad en la caridad.
“SÁBELO, TEN POR CIERTO, HIJO MÍO EL MÁS PEQUEÑO, QUE YO SOY LA PERFECTA SIEMPRE VIRGEN SANTA MARÍA, MADRE DEL VERDADERÍSIMO DIOS POR QUIEN SE VIVE, EL CREADOR DE LAS PERSONAS, EL DUEÑO DE LA CERCANÍA Y DE LA INMEDIACIÓN, EL DUEÑO DEL CIELO, EL DUEÑO DE LA TIERRA, MUCHO DESEO QUE AQUÍ ME LEVANTEN MI CASITA SAGRADA, EN DONDE LO MOSTRARÉ, LO ENSALZARÉ AL PONERLO DE MANIFIESTO:
LO DARÉ A LAS GENTES EN TODO MI AMOR PERSONAL, EN MI MIRADA COMPASIVA, EN MI AUXILIO, EN MI SALVACIÓN:
PORQUE YO EN VERDAD SOY VUESTRA MADRE COMPASIVA,
TUYA Y DE TODOS LOS HOMBRES QUE EN ESTA TIERRA ESTÁIS EN UNO,
Y DE LAS DEMÁS VARIADAS ESTIRPES DE HOMBRES, MIS AMADORES, LOS QUE A MÍ CLAMEN, LOS QUE ME BUSQUEN, LOS QUE CONFÍEN EN MÍ, PORQUE ALLÍ LES ESCUCHARÉ SU LLANTO, SU TRISTEZA, PARA REMEDIAR PARA CURAR TODAS SUS DIFERENTES PENAS, SUS MISERIAS, SUS DOLORES…".
"ESCUCHA, PÓNLO EN TU CORAZÓN, HIJO MÍO EL MENOR, QUE NO ES NADA LO QUE TE ESPANTÓ, LO QUE TE AFLIGIÓ, QUE NO SE PERTURBE TU ROSTRO, TU CORAZÓN;
NO TEMAS ESTA ENFERMEDAD NI NINGUNA OTRA ENFERMEDAD, NI COSA PUNZANTE, AFLICTIVA.
¿NO ESTOY AQUÍ, YO, QUE SOY TU MADRE?
¿NO ESTÁS BAJO MI SOMBRA Y RESGUARDO?
¿NO SOY, YO LA FUENTE DE TU ALEGRÍA?
¿NO ESTÁS EN EL HUECO DE MI MANTO, EN EL CRUCE DE MIS BRAZOS? ¿TIENES NECESIDAD DE ALGUNA OTRA COSA?.
QUE NINGUNA OTRA COSA TE AFLIJA, TE PERTURBE; …”
Palabras de Nuestra Señora de Guadalupe a San Juan Diego, tomadas del Nican Mopohua.
martes, 14 de octubre de 2014
Paciencia y delicadeza para las familias heridas. No a soluciones únicas. El Cardenal Erdö presentó la “Relación después de la discusión” de la III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo con Texto completo de la RELATIO POST DISCEPTATIONEM
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