(RV).-
(Con audio) El Papa Francisco presidió la audiencia general semanal en
la Plaza de San Pedro. Este miércoles el Obispo de Roma -luego de
dedicar su última catequesis a la comunión de los santos- se detuvo en
otro aspecto de aquella realidad: la participación en los bienes
espirituales de la Iglesia. El Santo Padre subrayó que “en los
Sacramentos nos encontramos con Jesús y, por medio de Él, entramos a
formar parte del Pueblo de Dios”. Al poner de relieve que todo encuentro
con el Señor tiene un carácter misionero, Francisco enfatizó en que los
Sacramentos “constituyen una invitación a comunicar a los otros lo que
hemos visto y oído, a llevar a los demás la salvación que hemos
recibido”.
La catequesis del Papa se refirió asimismo a los
carismas: “dones y gracias especiales que el Espíritu Santo reparte para
la edificación de la Iglesia”. Ellos enriquecen la caridad, que está
por encima de todo. “Sin amor, advirtió el Pontífice, los carismas son
vanos. Con amor, hasta el menor de nuestros actos repercute en beneficio
de todos”. El Santo Padre finalizó su catequesis de este miércoles
recordándonos que los bienes espirituales que compartimos en la Iglesia
están al servicio de la comunión y de la misión, y mediante la comunión
de los santos cada uno de nosotros somos signo y sacramento del amor de
Dios para los demás y para el mundo entero. (RC-RV)
Resumen de su catequesis y palabras del Papa en nuestro idioma (Audio):
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy quisiera hablar de la comunión de los santos, que crece mediante la participación en los bienes espirituales de la Iglesia.
En
los Sacramentos nos encontramos con Jesús y, por medio de Él, entramos a
formar parte del santo Pueblo de Dios. Todo encuentro con el Señor
tiene un carácter misionero. Por eso, los Sacramentos constituyen una
invitación a comunicar a los otros lo que hemos visto y oído, a llevar a
los demás la salvación que hemos recibido.
A su vez, los
carismas son dones y gracias especiales que el Espíritu Santo reparte
para la edificación de la Iglesia, es decir, de su santidad y de su
misión en el mundo. Ellos enriquecen la caridad, que está por encima de
todo. Sin amor, los carismas son vanos. Con amor, hasta el menor de
nuestros actos repercute en beneficio de todos.
La caridad
es la mayor riqueza de la Iglesia. Vivir la comunión en la caridad
significa no buscar el propio interés, sino ser capaces de compartir las
alegrías y los sufrimientos de los hermanos, ser capaces de llevar los
unos los cargas de los otros.
No lo olvidemos: los bienes
espirituales que compartimos en la Iglesia están al servicio de la
comunión y de la misión, y mediante la comunión de los santos cada uno
de nosotros somos signo y “sacramento” del amor de Dios para los demás y
para el mundo entero.
Saludo cordialmente a los
peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes
de España, México, Panamá, Argentina y los demás países
latinoamericanos. Que María Santísima haga de todos nosotros discípulos
misioneros, que dan gratis las gracias recibidas. Muchas gracias.
Traducción completa del texto de la catequesis del Papa en italiano
Queridos hermanos y hermanas, ì buenos días!
El
miércoles pasado hablé de la comunión de los santos, entendida como la
comunión entre las personas santas, es decir, entre nosotros creyentes.
Hoy me gustaría profundizar en el otro aspecto de esta realidad:
recuerdan que hay dos aspectos: uno, la comunión entre nosotros, la
unidad entre nosotros, hacemos comunidad; y el otro aspecto es la
comunión a los bienes espirituales a las cosas santas. Estos dos
aspectos están estrechamente vinculados entre sí, de hecho, la comunión
entre los cristianos crece a través de la participación en los bienes
espirituales. En particular, consideramos: los sacramentos, los carismas
y la caridad. (Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 949-953).
Nosotros crecemos en unidad, en comunión con los Sacramentos, con los
carismas que cada uno tiene porque los ha dado el Espíritu Santo, y con
la caridad.
El primer lugar la comunión en los
Sacramentos. Los sacramentos expresan y realizan una eficaz y profunda
comunión entre nosotros, porque en ellos encontramos a Cristo Salvador, y
por él, a nuestros hermanos en la fe. Los Sacramentos no son
apariencias, no son ritos; los Sacramentos son la fuerza de Cristo, está
Jesucristo, en los Sacramentos. Cuando celebramos la Misa, en la
Eucaristía está Jesús vivo, Él, vivo, que nos reúne, nos hace comunidad,
nos hace adorar al Padre. Cada uno de nosotros, de hecho, mediante el
Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, se incorpora a Cristo y se
une a toda la comunidad de los creyentes. Por lo tanto, si bien, por un
lado, es la Iglesia que "hace” los sacramentos, por otro, son los
sacramentos que "hacen" la Iglesia, la edifican, generando nuevos hijos,
agregándolos al pueblo santo de Dios, consolidando su membresía.
Cada
encuentro con Cristo, que nos da la salvación en los Sacramentos, nos
invita a "ir" y a comunicar a los otros la salvación que podemos ver,
tocar, conocer, recibir, y que es creíble de verdad, ya que es amor. De
esta manera, los Sacramentos nos llevan a ser misioneros. Y el
compromiso apostólico de llevar el Evangelio a todas partes, incluso en
las más hostiles, constituye el fruto más auténtico de una asidua vida
sacramental, porque es participación a la iniciativa salvífica de Dios,
que quiere dar la salvación a todos. La gracia de los Sacramentos nos
alimenta una fe fuerte y alegre, una fe que sabe asombrarse de las
"maravillas" de Dios y sabe resistir a los ídolos del mundo. Y por esto
es importante tomar la comunión; es importante que los niños sean
bautizados pronto; es importante que sean confirmados. ¿Por qué? Porque
ésta es la presencia de Jesucristo en nosotros, que nos ayuda. Es
importante, cuando nos sentimos pecadores, ir al Sacramento de la
reconciliación. "No, Padre, ¡tengo miedo, porque el sacerdote me
bastoneará!" No, no te bastoneará, el sacerdote. ¿Tú sabes que
encontrarás en el Sacramento de la reconciliación? A Jesús, Jesús que te
perdona. Es Jesús que te está esperando allí, y esto es un Sacramento. Y
esto hace que crezca toda la Iglesia.
Un segundo
aspecto de la comunión en las cosas santas es la comunión de los
carismas. El Espíritu Santo dispensa a los fieles una multitud de dones y
gracias espirituales; esta riqueza, digamos "de fantasía" de los dones
del Espíritu Santo tiene como objetivo la edificación de la Iglesia.
"Carismas" es una palabra un poco difícil. Los "carismas" son los
regalos que nos hace el Espíritu Santo: uno tiene el regalo de ser así, o
esta habilidad o esa posibilidad... son los regalos que da, pero no nos
los da para que se oculten: nos da estos regalos para participarlos a
los demás. No son en beneficio de los que los reciben, sino para la
utilidad del pueblo de Dios. Si un carisma, en cambio, un regalo de
estos, sirve para afirmarse a sí mismos, hay que dudar que se trate de
un auténtico carisma o que se viva fielmente. Los carismas son gracias
especiales, dadas a algunos para hacer el bien a otros. Son actitudes,
de la inspiración y de los impulsos interiores, que surgen de la
conciencia y de la experiencia de determinadas personas, que están
llamadas a ponerlos al servicio de la comunidad. En particular, estos
dones espirituales benefician a la santidad de la Iglesia y su misión.
Todos estamos llamados a respetarlos en nosotros y en los demás, para
acogerlos como estímulos útiles para una presencia y una obra fructífera
de la Iglesia. San Pablo advirtió: "No apaguen el Espíritu" (1
Tesalonicenses 5:19). No apaguen el Espíritu, el Espíritu que nos da
estos dones, estas habilidades, estas virtudes, estas hermosas cosas que
hacen crecer la Iglesia.
¿Cuál es nuestra actitud frente a
estos dones del Espíritu Santo? ¿Somos conscientes de que el Espíritu
de Dios es libre de darlos a quien quiere? ¿Los consideramos como una
ayuda espiritual, a través de la cual el Señor sostiene nuestra fe y la
fortalece y también refuerza nuestra misión en el mundo?
Y
ahora vayamos al tercer aspecto de la comunión en las cosas santas, es
decir, la comunión de la caridad. La unidad entre nosotros que hace la
caridad es el amor. De los primeros cristianos, los paganos que los
veían decían: "¡Pero éstos, cuánto se aman! ¡Cuánto se quieren! ¡No se
odian, no hablan entre sí! ¡Pero esto es bueno!”. La caridad: esto es el
amor de Dios que el Espíritu Santo nos da en el corazón. Los carismas
son importantes en la vida de la comunidad cristiana, pero son siempre
medios para crecer en la caridad, en el amor, que San Pablo coloca por
encima de los carismas (cf. 1 Cor 13:1-13). Sin amor, de hecho, incluso
los dones más extraordinarios son en vano, Pero, este hombre cura a la
gente: eh, tiene esta cualidad, esta virtud, sana a la gente. ¿Pero
tiene amor en su corazón? ¿Tiene caridad? Si la tiene, adelante; pero si
no la tiene, no sirve a la Iglesia. Sin amor, todos los dones no sirven
a la Iglesia, porque donde hay amor hay un vacío, un vacío que es
llenado por el egoísmo. Y les pregunto, ¿si todos somos egoístas, sólo
egoístas, podemos vivir en comunidad, en paz? ¿Se puede vivir en paz si
todo el mundo es egoísta? ¿Se puede o no se puede? [La gente responde:
¡nooo!] ¡No se puede! Por eso, es necesario el amor que nos une: la
caridad. El más pequeño de nuestros actos de amor tiene efectos buenos
para todo el mundo! Por lo tanto, vivir la unidad de la Iglesia, la
comunión de la caridad significa no buscar el propio interés, sino
compartir los sufrimientos y las alegrías de los hermanos (cf. 1 Cor
12:26), dispuestos a llevar las cargas de los más débiles y los pobres.
Esta solidaridad fraterna no es una figura retórica, una forma de decir,
sino que es una parte integrante de la comunión entre los cristianos.
Si la vivimos, nosotros somos en el mundo signo, nosotros somos
"sacramento" del amor de Dios. ¡Lo somos unos para otros y lo somos para
todos! No se trata de aquella caridad mezquina que podemos ofrecernos
recíprocamente, es algo más profundo: es una comunión que nos permite
entrar en el gozo y el dolor de los demás para hacerlos nuestros,
sinceramente.
Y a menudo somos demasiado áridos,
indiferentes, distantes y en lugar de transmitir fraternidad,
trasmitimos mal humor, trasmitimos frialdad, trasmitimos egoísmo. Y con
el mal humor, con la frialdad, con el egoísmo ¿se puede hacer crecer a
las iglesias? ¿Se puede hacer crecer a toda la Iglesia? No, con el mal
humor, con la frialdad, con el egoísmo la iglesia no crece: crece sólo
con el amor, con el amor que viene del Espíritu Santo. ¡El Señor nos
invita a abrirnos a la comunión con Él, en los Sacramentos, en los
carismas y en la caridad, para vivir de una manera digna nuestra
vocación cristiana!
Y ahora, me permito pedirles un acto
de caridad. Tengan la seguridad de que no se hará una colecta, ¿eh? Un
acto de caridad. Antes de llegar a la plaza, me detuve con una niña de
un año y medio, con una enfermedad muy grave: su padre, su madre rezan y
piden al Señor por la salud de esta hermosa niña. Su nombre es Noemi.
Sonreía, pobrecita. Hagamos un acto de amor. Nosotros no la conocemos,
pero es una niña bautizada, es una de nosotros, es un cristiana. Hagamos
un acto de amor por ella, y en silencio antes pidamos al Señor que la
ayude en este momento y le dé salud. En silencio, por un momento, y
luego rezaremos el Ave María.
Y ahora, todos juntos, recemos a la Virgen por la salud de Noemi: Dios te salve María...
Gracias por este acto de caridad.
(Traducción ER RV)
“SÁBELO, TEN POR CIERTO, HIJO MÍO EL MÁS PEQUEÑO, QUE YO SOY LA PERFECTA SIEMPRE VIRGEN SANTA MARÍA, MADRE DEL VERDADERÍSIMO DIOS POR QUIEN SE VIVE, EL CREADOR DE LAS PERSONAS, EL DUEÑO DE LA CERCANÍA Y DE LA INMEDIACIÓN, EL DUEÑO DEL CIELO, EL DUEÑO DE LA TIERRA, MUCHO DESEO QUE AQUÍ ME LEVANTEN MI CASITA SAGRADA, EN DONDE LO MOSTRARÉ, LO ENSALZARÉ AL PONERLO DE MANIFIESTO:
LO DARÉ A LAS GENTES EN TODO MI AMOR PERSONAL, EN MI MIRADA COMPASIVA, EN MI AUXILIO, EN MI SALVACIÓN:
PORQUE YO EN VERDAD SOY VUESTRA MADRE COMPASIVA,
TUYA Y DE TODOS LOS HOMBRES QUE EN ESTA TIERRA ESTÁIS EN UNO,
Y DE LAS DEMÁS VARIADAS ESTIRPES DE HOMBRES, MIS AMADORES, LOS QUE A MÍ CLAMEN, LOS QUE ME BUSQUEN, LOS QUE CONFÍEN EN MÍ, PORQUE ALLÍ LES ESCUCHARÉ SU LLANTO, SU TRISTEZA, PARA REMEDIAR PARA CURAR TODAS SUS DIFERENTES PENAS, SUS MISERIAS, SUS DOLORES…".
"ESCUCHA, PÓNLO EN TU CORAZÓN, HIJO MÍO EL MENOR, QUE NO ES NADA LO QUE TE ESPANTÓ, LO QUE TE AFLIGIÓ, QUE NO SE PERTURBE TU ROSTRO, TU CORAZÓN;
NO TEMAS ESTA ENFERMEDAD NI NINGUNA OTRA ENFERMEDAD, NI COSA PUNZANTE, AFLICTIVA.
¿NO ESTOY AQUÍ, YO, QUE SOY TU MADRE?
¿NO ESTÁS BAJO MI SOMBRA Y RESGUARDO?
¿NO SOY, YO LA FUENTE DE TU ALEGRÍA?
¿NO ESTÁS EN EL HUECO DE MI MANTO, EN EL CRUCE DE MIS BRAZOS? ¿TIENES NECESIDAD DE ALGUNA OTRA COSA?.
QUE NINGUNA OTRA COSA TE AFLIJA, TE PERTURBE; …”
Palabras de Nuestra Señora de Guadalupe a San Juan Diego, tomadas del Nican Mopohua.
jueves, 7 de noviembre de 2013
Ir y comunicar a los demás la salvación: catequesis del Papa este miércoles
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