Imagen
referencial. Foto: Lorenza e Vincenzo Iaconianni (CC BY-SA 3.0)
ROMA, 20
Nov. 13 / 09:06 pm (ACI/EWTN Noticias).-
La
experta en filosofía Gabriella Gambino escribió esta semana un artículo en la sección
“Mujer”, del Pontificio Consejo para los Laicos, ofreciendo
consejos para ayudar a los esposos a conseguir un matrimonio
exitoso.
En el texto, titulado “El poder de la fidelidad conyugal”, Gambino señala que la clave está en basar el matrimonio en la fidelidad basada en Dios, es decir “el amor es estable y fiel porque es sostenido por el amor de Dios”, afirma.
“No es casualidad, como ha recordado recientemente también el Papa Francisco en la Lumen fidei, que en la Biblia la fidelidad de Dios es indicada con la palabra hebrea 'emûnah (del verbo 'amàn), que en su raíz significa “sostener”. Se comprende así por qué el efecto de la fidelidad es la posibilidad de construir la relación conyugal verdaderamente sobre la ‘roca’”, explica.
La fidelidad “es la actitud de coherencia y de constancia en la adhesión a un valor ideal de amor, de bondad, de justicia; pero también puede ser entendida como el compromiso con el cual una persona se vincula a otra con un vínculo estable y mutuo”, y encuentra “su más perfecta expresión humana en la fidelidad entre cónyuges, a través de la exclusividad y unicidad de la relación amorosa consagrada en el matrimonio”, señala Gambino.
Según Gambino, el secularismo de la época moderna da la incapacidad de comprender el “extraordinario poder humanizante de este valor, capaz de realizar plenamente las dimensiones ética y espiritual de la persona que, cuando es fiel, puede vivir de modo coherente verdad y libertad, verdad y amor”.
Gambino, quien enseña filosofía en la Universidad de TorVergata de Roma, explica que esta tendencia procede de la revolución sexual del siglo pasado, que ha extendido un cuestionamiento general de los valores tradicionales del matrimonio produciendo una fractura radical entre sexualidad y matrimonio, y sentando las bases para una sexualidad fluida y reducida a la dimensión del placer, “que priva la relación de amor conyugal de la capacidad de ser fieles a la persona amada”, lamenta.
Gambino sostiene que entre el enamoramiento y el amor fiel, hay algunos pasos que la pareja debe aprender a dar hasta llegar a ofrecerse a sí mismos en una esfera mucho mayor a sí mismos, “una atmósfera en la que su amor recíproco podrá respirar y vivir, nutriéndose de la libertad recíproca y la voluntad de ser fieles a este amor para siempre”, describe.
“Para comprender más de cerca la estructuración antropológica de la dinámica de la fidelidad en el amor, es necesario partir de la idea de que la dinámica afectiva, como proceso de enamoramiento de la persona (aprender a amar), pasa a través de algunos niveles que se entrecruzan en un proceso de maduración que exige un compromiso personal creciente”.
Precisamente “en el cónyuge encuentra el instrumento para portar juntos el mismo ‘yugo’, manteniendo el mismo paso, en el curso de su existencia”, añade.
Por otro lado, la autora explica que el matrimonio nunca es sinónimo de perder la libertad, por que –según explica-, la libertad “no es búsqueda del placer, sin llegar nunca a una decisión, sino que es capacidad de decidirse por un don definitivo y exclusivo. Solamente quien puede prometer para siempre demuestra ser dueño del propio futuro, lo tiene entre sus manos y lo dona a la persona amada”.
“Se comprende así por qué el contenido de la fidelidad es la confianza: confianza en el futuro y en el otro, al que se hace el don de sí. Al contrario, lo que paraliza y esclaviza es el temor de comprometerse: en el fondo, priva de la libertad y de la capacidad de la razón de seguir el corazón”, concluye.
En el texto, titulado “El poder de la fidelidad conyugal”, Gambino señala que la clave está en basar el matrimonio en la fidelidad basada en Dios, es decir “el amor es estable y fiel porque es sostenido por el amor de Dios”, afirma.
“No es casualidad, como ha recordado recientemente también el Papa Francisco en la Lumen fidei, que en la Biblia la fidelidad de Dios es indicada con la palabra hebrea 'emûnah (del verbo 'amàn), que en su raíz significa “sostener”. Se comprende así por qué el efecto de la fidelidad es la posibilidad de construir la relación conyugal verdaderamente sobre la ‘roca’”, explica.
La fidelidad “es la actitud de coherencia y de constancia en la adhesión a un valor ideal de amor, de bondad, de justicia; pero también puede ser entendida como el compromiso con el cual una persona se vincula a otra con un vínculo estable y mutuo”, y encuentra “su más perfecta expresión humana en la fidelidad entre cónyuges, a través de la exclusividad y unicidad de la relación amorosa consagrada en el matrimonio”, señala Gambino.
Según Gambino, el secularismo de la época moderna da la incapacidad de comprender el “extraordinario poder humanizante de este valor, capaz de realizar plenamente las dimensiones ética y espiritual de la persona que, cuando es fiel, puede vivir de modo coherente verdad y libertad, verdad y amor”.
Gambino, quien enseña filosofía en la Universidad de TorVergata de Roma, explica que esta tendencia procede de la revolución sexual del siglo pasado, que ha extendido un cuestionamiento general de los valores tradicionales del matrimonio produciendo una fractura radical entre sexualidad y matrimonio, y sentando las bases para una sexualidad fluida y reducida a la dimensión del placer, “que priva la relación de amor conyugal de la capacidad de ser fieles a la persona amada”, lamenta.
Gambino sostiene que entre el enamoramiento y el amor fiel, hay algunos pasos que la pareja debe aprender a dar hasta llegar a ofrecerse a sí mismos en una esfera mucho mayor a sí mismos, “una atmósfera en la que su amor recíproco podrá respirar y vivir, nutriéndose de la libertad recíproca y la voluntad de ser fieles a este amor para siempre”, describe.
“Para comprender más de cerca la estructuración antropológica de la dinámica de la fidelidad en el amor, es necesario partir de la idea de que la dinámica afectiva, como proceso de enamoramiento de la persona (aprender a amar), pasa a través de algunos niveles que se entrecruzan en un proceso de maduración que exige un compromiso personal creciente”.
Precisamente “en el cónyuge encuentra el instrumento para portar juntos el mismo ‘yugo’, manteniendo el mismo paso, en el curso de su existencia”, añade.
Por otro lado, la autora explica que el matrimonio nunca es sinónimo de perder la libertad, por que –según explica-, la libertad “no es búsqueda del placer, sin llegar nunca a una decisión, sino que es capacidad de decidirse por un don definitivo y exclusivo. Solamente quien puede prometer para siempre demuestra ser dueño del propio futuro, lo tiene entre sus manos y lo dona a la persona amada”.
“Se comprende así por qué el contenido de la fidelidad es la confianza: confianza en el futuro y en el otro, al que se hace el don de sí. Al contrario, lo que paraliza y esclaviza es el temor de comprometerse: en el fondo, priva de la libertad y de la capacidad de la razón de seguir el corazón”, concluye.
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