La Santidad es un estado del alma que
satisface el plan de Dios para su Salvación. No hay standards humanos para
calificar la santidad de alguien. Pero nosotros hemos recibido guías para la
santidad de Nuestro Señor mismo [Mateo 5:1-12].
Él dio los Diez
Mandamientos a Moisés en el Monte Sinaí, para que la gente pudiera santificarse
por medio de la obediencia. Sin embargo todos nosotros hemos probado ser
desobedientes y esto aprisiona nuestras almas de tal manera que solamente la
Misericordia de Dios puede salvarnos [Romanos 11:32].
Jesucristo el Hijo de Dios vino al
mundo para deshacer la maldición impuesta sobre toda la humanidad en el paraíso
terrenal [Génesis
3:19]. El tomó sobre si mismo el castigo debido por nuestros pecados para
hacer reparación y para salvarnos de la maldición eterna, para que nosotros pudiéramos
vivir para siempre [Galatas 3:13].
Nosotros somos salvados por la Gracia
mediante la fe, no por ningunos trabajos que podamos hacer sino por el don de
Dios que hace que nosotros nos sometamos a su Santa Voluntad [Efesios 2:8].
Ser santo es vivir de acuerdo al Plan
de Dios. El primer mandamiento es el más difícil de vivir puesto que el Señor
pide que le amemos con todo nuestro corazón, con toda nuestra mente, con toda
nuestra alma y con toda nuestra fortaleza [Deuteronomio 6:5-6].
Nadie ha cumplido los mandamientos
excepto María la Madre de Jesús. Por supuesto que Jesús también los cumplió
como hombre, a la vez honrando su dignidad como Hijo de Dios, la segunda
persona de la Santísima Trinidad, la Palabra de Dios que se encarnó.
Por eso la justificación es encontrada
solamente a través de la Fe en el Hijo de Dios, quien es nuestro Salvador y
Señor [Romanos
5:1]. Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida, ninguno puede llegar
al Padre sino a través de Él [Juan 14:6].
Él es la Puerta del Cielo y también el
Buen Pastor que cuida de sus ovejas
[Juan 10:9-11].
Para ser santos, nosotros tenemos que
volvernos como corderos, esto es, aceptar los mandamientos de nuestro Pastor [Mateo 10:16].
El vino a enseñarnos a ser santos a
través de su Palabra y a darnos vida a través de su Sangre. El fundó su propia
Iglesia sobre Pedro el Apóstol [Mateo 16:18] y le hizo Pastor
cuando le pidió que alimentara sus ovejas [Juan 21:17].
Nosotros tenemos que ser fieles a
Pedro, el Pastor después de Nuestro Señor, quien ha comisionado Pastores en
todos los Pontífices de la Iglesia Católica, quienes a su vez tienen el poder
de ungir hombres como Sacerdotes quienes por la autoridad de Nuestro Señor
celebran la Santa Misa, la cual es una representación real del Sacrificio de
Jesús en el Calvario que nos provee con el verdadero Cuerpo y la Sangre de
Nuestro Señor Jesucristo, la comida de nuestras almas en el Sacramento de la
Sagrada Eucaristía. [1 Corintios 11:23-29]
Nosotros solo podemos volvernos santos
cuando somos vestidos con las vestiduras blancas de la Salvación [Apocalipsis 3:5] , que se obtienen a
través de la purificación por la Sangre del Cordero de Dios que quita el pecado
del mundo [Juan
1:29].
Para poder recibir esta Preciosa Sangre
de Jesús nosotros tenemos que ser purificados por el arrepentimiento y la
contrición [Isaías
66:2], además tenemos que confesar nuestros pecados como lo ha ordenado el
Señor:
Juan
20:21-23
21 Jesús les dijo otra vez: La paz con vosotros.
Como el Padre me envió, también yo os envío.
22 Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
22 Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
Recibid el Espíritu Santo.
23 A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados;
23 A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados;
a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.
Palabra del Señor….
Estos no son mandamientos hechos por
los hombres sino los mandamientos de Nuestro Señor Jesucristo. Para aquellos
que no son Católicos, el camino es un poco más difícil porque una vez de que
reciben esta Sabiduría de Dios, ellos tienen que hacer algo al respecto y
convertirse al Catolicismo.
Para los Católicos esto es un problema
si no venimos a la fuente de la vida, porque es más pecado ser indiferente a
Emanuel, Dios con nosotros, Jesús en el Sacramento de la Sagrada Eucaristía,
cuando ya le conocemos, que ignorarle por falta de conocimiento [Oseas 4:6]
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