En el centro de la homilía del Obispo de Roma el Evangelio de la curación de un paralítico. Jesús le dice: “Ánimo, hijo, te son perdonados los pecados”. Quizá – afirmó el Papa – esta persona se haya sentido un poco “desconcertada” porque deseaba curarse físicamente. Después, ante las críticas de los escribas que entre ellos lo acusaban de blasfemar – “porque sólo Dios puede perdonar los pecados” – Jesús lo cura también en el cuerpo. En realidad – explicó el Pontífice – las curaciones, la enseñanza, las palabras fuertes contra la hipocresía, eran “sólo un signo, un signo de algo más que Jesús estaba haciendo”, es decir, el perdón de los pecados: en Jesús el mundo es reconciliado con Dios, éste es el “milagro más profundo”:
“Esta reconciliación es la recreación del mundo: ésta es la misión más profunda de Jesús. La redención de todos nosotros pecadores, y Jesús esto lo hace no con palabras, no con gestos, no caminando por la calle, ¡no! ¡Lo hace con su carne! Es precisamente Él, Dios, quien se convierte en uno de nosotros, en hombre, para curarnos desde dentro, a nosotros los pecadores”.
Jesús nos libera del pecado haciéndose Él mismo “pecado“, tomando sobre sí “todo el pecado “y ésta – dijo el Papa – es la nueva creación”. Jesús “desciende de la gloria y se abaja, hasta la muerte, hasta la muerte en la Cruz, hasta gritar: “¡Padre!, por qué me has abandonado!” Esta “es su gloria y esta es nuestra salvación”:
“Este es el milagro más grande y con esto ¿qué hace Jesús? Nos hace hijos, con la libertad de los hijos. Por esto que ha hecho Jesús nosotros podemos decir: ‘Padre’. Al contrario, jamás habríamos podido decir esto: ‘¡Padre!’. Y decir ‘Padre’ con una actitud tan buena y tan bella, ¡con libertad! Éste es el gran milagro de Jesús. A nosotros, esclavos del pecado, nos ha hecho a todos libres, nos ha curado precisamente en el fondo de nuestra existencia. Nos hará bien pensar en esto y pensar que es tan bello ser hijo, es tan bella esta libertad de los hijos, porque el hijo está en casa y Jesús nos ha abierto las puertas de casa… ¡Nosotros ahora estamos en casa!”.
Ahora – concluyó el Papa – se comprende cuando Jesús dice: “Ánimo, hijo, te son perdonados los pecados”:
“Esa es la raíz de nuestro coraje. Soy libre, soy hijo… ¡El Padre me ama y yo amo al Padre! Pidamos al Señor la gracia de entender bien esta obra suya, esto que Dios ha hecho en Él: Dios ha reconciliado consigo el mundo en Cristo, encomendando a nosotros la palabra de la reconciliación y la gracia de llevar adelante con fuerza, con la libertad de los hijos, esta palabra de reconciliación. ¡Nosotros somos salvados en Jesucristo! Y nadie nos puede robar este documento de identidad. Me llamo así: ¡hijo de Dios! ¡Qué hermoso documento de identidad! Estado civil: ¡libre! Así sea”.
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