El Papa Francisco reza el Ángelus dominical desde
la ventana del Palacio Apostólico frente a la Plaza de San Pedro - RV
01/02/2015 12:05
PRIMACÍA DE LA PALABRA DE DIOS
(RV).- Al rezar la oración mariana del Ángelus del
primer domingo de febrero y IV del tiempo ordinario, con los miles de fieles y
peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco comentó
el episodio del evangelista Marcos que relata que Jesús,
un día sábado, fue a la sinagoga y se puso a enseñar dando la primacía de la
Palabra de Dios, al llegar a Cafarnaúm, la ciudad más grande de Galilea en la
que vivía Pedro.
PALABRA QUE HAY QUE ESCUCHAR, ACOGER Y ANUNCIAR
Tras destacar lo que supone esta Palabra de Dios,
que hay que escuchar, acoger y anunciar, el Obispo de Roma destacó que la gente
de la época de Jesús permanece asombrada de sus enseñanzas en la sinagoga
porque lo hacía como quien tiene autoridad. De ahí la pregunta de ¿qué
significa “con autoridad”?
Quiere decir, explicó Francisco, que en las
palabras humanas de Jesús se sentía toda la fuerza de la Palabra de Dios, se
sentía la misma autoridad de Dios, inspirador de las Sagradas Escrituras. De
las características de la Palabra de Dios el Pontífice destacó que realiza lo
que dice, tal como lo refiere el Evangelio en que Jesús demuestra su autoridad
liberando a un hombre que estaba poseído por el demonio.
EL EVANGELIO NO OPRIME, SINO QUE LIBERA A LOS
ESCLAVOS DE LOS ESPÍRITUS MALVADOS DE ESTE MUNDO
El Papa Bergoglio recordó asimismo que el Evangelio
es palabra de vida que no oprime a las personas, sino que libera a cuantos son
esclavos de tantos espíritus malvados de este mundo, como la vanidad, el apego
al dinero, el orgullo y la sensualidad.
Porque el Evangelio cambia el corazón, cambia la
vida, transforma las inclinaciones al mal en propósitos de bien, por eso los
cristianos deben difundir su fuerza redentora, llegando a ser misioneros y
heraldos de la Palabra de Dios.
Antes de rezar a la Madre de Dios Francisco invitó
a invocar su materna intercesión para que Ella nos enseñe a ser escuchas
asiduos y anunciadores acreditados del Evangelio de Jesús.
(María Fernanda Bernasconi - RV).
TEXTO COMPLETO DE
LA ALOCUCIÓN DEL PAPA FRANCISCO ANTES DE REZAR ELÁNGELUS:
Queridos
hermanos y hermanas ¡buenos días!
El
pasaje evangélico de este domingo (cfr. Mc 1, 21-28) presenta a Jesús
que, con su pequeña comunidad de discípulos, entra en Cafarnaúm,
la ciudad en la que vivía Pedro y que en aquellos tiempos era
la más grande de Galilea. Y Él entra en aquella ciudad.
El evangelista
Marcos relata que Jesús, siendo aquel día un sábado, fue
inmediatamente a la sinagoga y se puso a enseñar (cfr. v. 21). Esto hace pensar
en la primacía de la Palabra de Dios, Palabra que hay que escuchar,
Palabra que hay que acoger, Palabra que hay que anunciar.
Al llegar a Cafarnaúm, Jesús no posterga el anuncio del Evangelio,
no piensa primero en la disposición logística, ciertamente necesaria, de su
pequeña comunidad, no se detiene en la organización. Su preocupación principal
es la de comunicar la Palabra de Dios con la
fuerza del Espíritu Santo. Y la gente en la sinagoga permanece
asombrada, porque Jesús “porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no
como los escribas” (v. 22).
¿Qué
significa “con autoridad”? Quiere decir que en las palabras humanas
de Jesús se sentía toda la fuerza de la Palabra de Dios, se sentía la misma
autoridad de Dios, inspirador de las Sagradas Escrituras. Y una de
las características de la Palabra de Dios es que realiza lo que dice. Porque la
Palabra de Dios corresponde a su voluntad. En cambio, nosotros con
frecuencia pronunciamos palabras vacías, sin raíz, o palabras superfluas,
palabras que no corresponden a la verdad. En cambio la Palabra de Dios
corresponde a la verdad, es unidad a su voluntad y hace lo que
dice. En efecto, Jesús, después de haber predicado, demuestra inmediatamente su
autoridad liberando a un hombre, presente en la sinagoga, que estabaposeído por
el demonio (cfr. Mc 1
,23-26).
Precisamente
la autoridad divina de Cristo había suscitado la reacción de satanás, escondido
en aquel hombre; Jesús, a su vez, reconoció inmediatamente la voz del maligno y
“ordenó severamente: ¡Cállate y sal de este hombre!” (v. 25). Sólo con la
fuerza de su palabra, Jesús libera a la persona del maligno. Y una
vez más los presentes permanecen asombrados: “¡Da órdenes a los espíritus
impuros, y estos le obedecen!” (v. 27). “Pero este hombre, ¿de dónde viene?
Da órdenes a los espíritus impuros, ¡y estos le obedecen!” (v. 27). La Palabra
de Dios provoca asombro en nosotros. Tiene esa fuerza: nos asombra, bien.
El
Evangelio es palabra de vida: no oprime a las personas, al
contrario, liberaa cuantos son esclavos de tantos espíritus
malvados de este mundo: tanto el espíritu de la vanidad,
el apego al dinero, el orgullo, la sensualidad…
El Evangelio cambia el corazón, El Evangelio, el corazón, cambia la
vida, transforma las inclinaciones al mal en propósitos de bien. ¡El Evangelio
es capaz de cambiar a las personas! Por tanto, es deber de los cristianos
difundir por doquier su fuerza redentora, llegando a ser misioneros y heraldos de
la Palabra de Dios.
Nos
lo sugiere también el mismo pasaje de hoy que se cierra con una apertura
misionera e dice así: “Su fama – la fama de Jesús – se
extendió rápidamente por todas partes, en toda la región de Galilea” (v. 28).
La nueva doctrina que Jesús enseña con autoridad es la que la Iglesia lleva al
mundo, junto con los signos eficaces de su presencia: la enseñanza
acreditada y la acción liberadora del Hijo de Dios se
transforman en las palabras de salvación y los gestos de amor de la Iglesia
misionera.
¡Acuérdense
siempre que el Evangelio tiene la fuerza de cambiar la vida! No se
olviden de esto. Él es la Buena Nueva, que nos transforma sólo
cuando nos dejamos transformar por ella. He aquí porqué les pido siempre que
tengan un contacto cotidiano con el Evangelio, que lean
cada día un pasaje, un pasaje, que lo mediten y también que lo lleven con
ustedes por doquier: en el bolsillo, en la cartera… Es decir que se alimenten
cada día de esta fuente inagotable de salvación. ¡No se olviden!
Lean un pasaje del Evangelio cada día. Es la fuerza que nos cambia, que nos
trasforma: cambia la vita, cambia el corazón.
Invoquemos
la materna intercesión de la Virgen María, Aquella que ha acogido
la Palabra y la ha generado para el mundo, para todos los hombres. Que Ella nos
enseñe a ser escuchas asiduos y anunciadores acreditados
del Evangelio de Jesús.
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