En el Campo
Arco Iris el Papa rezó con un grupo de latinoamericanos - OSS_ROM
09/02/2015
13:10
(RV).- El
Papa Francisco sugirió dos propósitos: leer cada día un pasaje del Evangelio
- para dejar que Jesús predique para nosotros - y rezar para que
Jesús sane nuestras heridas.
Con el
canto «Somos tu pueblo Señor», cantado en español, comenzó la Santa Misa que
presidió el Papa Francisco en la parroquia romana de San Miguel Arcángel
en Pietralata. Terminando así su visita pastoral, la tarde del domingo 8 de
febrero. Antes de llegar a esta parroquia, el Papa quiso detenerse para saludar
a un grupo de personas que viven en un campo de viviendas pobres y precarias,
denominado Campo Arco Iris, en el que viven desplazados latinoamericanos,
africanos, rusos y ucranianos, que recibieron con inmensa sorpresa, alegría
y gratitud la visita del Obispo de Roma. Hablaron y rezaron con él en
español y recibieron su bendición.
Luego, al
llegar a la parroquia, el Santo Padre saludó a las distintas realidades y grupos
parroquiales. Con palabras de ternura, cercanía y aliento, como las que
dirigió a los enfermos, recordándoles que Dios es nuestro Papá, y como
un Padre nunca deja solos a sus hijos. También un grupo de personas
necesitadas, recibió un saludo especial del Papa:
«La gente
no conoce el nombre de ustedes y los llama ‘sin techo’. Y ustedes soportan esto: es su cruz y su paciencia.
Pero hay algo en el corazón de todos ustedes, les ruego que estén seguro de
ello: está el Espíritu Santo».
En el
momento dedicado a los niños, el Santo Padre recordó el sufrimiento que causan
las guerras, en tantas partes del mundo, como en Irak, Ucrania, África. Guerras debidas al odio, cuyo padre es el
diablo, dijo, recordando que Dios quiere la unidad:
«¿Quién
es el padre de la guerra? Díganlo fuerte.... (los niños responden: ¡el diablo!)
Porque el diablo es el padre del odio.
¿De acuerdo? Es el padre de las mentiras... ¿Por qué? Porque no quiere la
unidad. Mientras que Dios quiere la
unidad... Si sienten celos en su corazón hacia otro, otra persona, éste
es el comienzo de una guerra. Los celos no son de Dios».
En su
homilía, hizo hincapié en la importancia de rezar rogando a Jesús que sane
nuestras heridas:
«Es
triste cuando en una familia los hermanos no se hablan por una tontera, porque
el diablo, de una tontera hace que se vuelva un mundo. Luego, tantas veces las
enemistades duran muchos años. Y se destruye esa familia: los padres sufren
porque los hijos no se hablan, o la esposa de un hijo no habla con el otro...
Celos, envidias... Esto lo siembra el diablo. Y el único que echa fuera los
demonios es Jesús. El único que sana estas cosas es Jesús. Por eso le digo a
cada uno de ustedes: ¡‘déjate sanar por
Jesús’!»
«¡Deja
que Jesús predique para ti!, exhortó también el Santo Padre, alentando una vez
más a leer el Evangelio para escuchar lo que Jesús nos quiere decir:
«Debemos
acostumbrarnos a esto: escuchar la
Palabra de Jesús, en el Evangelio. Leer un pasaje, pensar sobre lo
que dice, lo que me dice a mí. Si no percibo lo que me dice, paso a otro. Pero
hay que tener este contacto cotidiano con el Evangelio. Porque así Jesús me
predica a mí, me dice con el Evangelio lo que me quiere decir».
(CdM –
RV)
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