(RV).-
A primeras horas de la tarde el Papa se dirigió hasta el centro
penitenciario ''Giuseppe Salvia'' en Poggioreale para llevar su cercanía y
aliento a los detenidos, con quienes luego almorzó. Dirigiendo unas
sentidas palabras a los presos, Francisco expresó su alegría por
haber llegado hasta aquella realidad de la periferia existencial, llevándoles
la palabra y el amor de Jesús, “muerto en la cruz para salvar a cada uno de
nosotros, venido a la tierra para hacer plena nuestra esperanza”. A estos
“queridos hermanos” el Pontífice les aseguró conocer su dolorosa
situación de vida. “A menudo los encarcelados son tenidos en condiciones
indignas de la persona humana, y después no logran reintegrarse en la sociedad.
Pero gracias a Dios hay también dirigentes, capellanes, educadores, operadores
pastorales que saben estar cerca de ustedes”, les dijo, resaltando que hay
algunas buenas y significativas experiencias de reintegración. A este respecto el
Obispo de Roma enfatiza en su mensaje que es necesario trabajar sobre
estas experiencias positivas para desarollar una actitud diversa en la
comunidad civil y también en la comunidad de la Iglesia.
“En
la base de este compromiso se encuentra la convincción de que el amor puede
siempre transformar a la persona humana. Y entonces un lugar de marginación,
como puede ser la cárcel en sentido negativo, se puede convertir en un lugar de
inclusión y de estímulo para toda la sociedad, para que sea más justa, más
atenta a las personas”. Al observar que a veces ocurre sentirse “desilusionados,
desconfiados, abandonados por todos”, el Papa recuerda a estos hermanos que
Dios no se olvida de sus hijos. “Él está siempre a nuestro lado, especialmente
en la hora de la prueba; es un Padre ‘rico de misericordia’, que siempre dirije
sobre nosotros su mirada serena y benévola, nos espera siempre con los brazos
abiertos. Ésta es una certeza que infunde consolación y esperanza,
especialmente en los momentos difíciles y tristes”.
“También
si en la vida nos hemos equivocado, el Señor no se cansa de señalarnos el
camino del regreso y del encuentro con Él. El amor de Jesús por cada uno de
nosotros es fuente de consolación y de esperanza. Es una
certidumbre fundamental para nosotros: ¡nada podrá jamás separarnos del amor de
Dios! Ni siquiera las rejas de una cárcel. La única cosa que nos puede separar
de Él es nuestro pecado; pero si lo reconocemos y lo confesamos con
arrepentimiento sincero, ese pecado se convierte en lugar de encuentro, porque
Él es misericordia”.
(RC-RV)
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