Miles de fieles y peregrinos
asistieron a la última audiencia general de marzo para escuchar y rezar con el
Papa a pesar de la lluvia - REUTERS
25/03/2015 10:05
(RV).- En su catequesis de
la audiencia general, celebrada el cuarto y último miércoles de
marzo, en coincidencia con la fiesta de la Anunciación, el Papa
Francisco propuso un momento de oración a los miles de fieles y
peregrinos que a pesar de la lluvia se habían dado cita en la Plaza de San
Pedro.
Al recordar la visita a María del
Arcángel Gabriel, que le anuncia que concebirá y dará a luz al Hijo de Dios, el Obispo
de Roma explicó que con este anuncio, el Señor ilumina
y refuerza la fe de la Virgen, como hará luego con su esposo, José,
para que Jesús nazca y sea acogido en el calor de una familia.
Teniendo en cuenta que en muchos países
se celebra la Jornada por la Vida, en el 20º aniversario de la
promulgación de la Evangelium vitae, la encíclica de San
Juan Pablo II sobre el valor y el carácter inviolable de la vida
humana, en la que – como dijo el Papa – la familia ocupa un puesto central,
Francisco destacó que desde el principio, Dios bendijo al hombre y a la mujer
para que formaran una comunidad de amor para transmitir la vida.
También recordó que en el sacramento
del matrimonio, los esposos cristianos se comprometen con esta
bendición durante toda la vida; y la Iglesia, por su parte, se
obliga a no abandonar a la nueva familia, ni siquiera cuando ésta se aleje
o caiga en el pecado, llamándola siempre a la conversión y a la reconciliación
con el Señor.
Por eso – dijo también el Santo
Padre – la Iglesia necesita una oración llena de amor por la familia y
por la vida. De ahí su propuesta de rezar insistentemente por
el próximo Sínodo de los Obispos, sobre la familia, para que la
Iglesia esté cada vez más comprometida y más unida en su testimonio del amor y
la misericordia de Dios con todas las familias.
(María Fernanda Bernasconi - RV).
Texto completo de la Catequesis del
Papa
ORACIÓN PARA EL SÍNODO SOBRE LA FAMILIA
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos
días! Buenos días pero no una linda jornada ¿eh?
Hoy la audiencia se lleva a cabo en dos
lugares diferentes, como hacemos cuando llueve: ustedes aquí en la plaza, y
muchos enfermos en el Aula Pablo VI que siguen la audiencia a través de las
pantallas gigantes. Ahora, como un gesto de fraternal cortesía, los saludamos
con un aplauso. ¡Y no es fácil aplaudir con el paraguas en la mano! ¿Eh?
En nuestro camino de catequesis sobre
la familia, hoy es una etapa un poco especial: será una pausa de oración.
El 25 de marzo, de hecho, en la Iglesia
celebramos solemnemente la Anunciación, el inicio del misterio de la
Encarnación. El Arcángel Gabriel visita la humilde muchacha de Nazaret y le
anuncia que concebirá y dará a luz al Hijo de Dios. Con este anuncio, el Señor
ilumina y fortalece la fe de María, como luego hará también con su esposo José,
para que Jesús pueda nacer en una familia humana. Esto es muy bello: nos
muestra que profundo es el misterio de la Encarnación, así como Dios lo ha
querido, que comprende no solamente la concepción en el vientre de la madre,
sino también la acogida en una verdadera familia. Hoy me gustaría contemplar
con ustedes la belleza de este vínculo. La belleza de esta condescendencia de
Dios; y podemos hacerlo recitando juntos el Ave María, que en la primera parte
retoma precisamente las mismas palabras del Ángel, aquellas que le dirigió a la
Virgen. Oremos juntos:
«Dios te salve
María
llena eres de
gracia
el Señor es
contigo;
bendita tú eres
entre todas las mujeres,
y bendito es el
fruto
de tu vientre,
Jesús.
Santa María, Madre
de Dios,
ruega por nosotros,
pecadores,
ahora y en la ahorade
nuestra muerte. Amén»
Y ahora un segundo aspecto: el 25 de
marzo, solemnidad de la Anunciación, en muchos países se celebra la Jornada por
la Vida. Por ello, veinte años atrás, San Juan Pablo II en esta fecha firmó la
Encíclica Evangelium vitae. Para conmemorar este aniversario hoy están
presentes en la Plaza muchos adherentes del Movimiento por la Vida. En la
Evangelium Vitae la familia ocupa un lugar central, en cuanto es el seno de la
vida humana. La palabra de mi venerado Predecesor nos recuerda que la pareja
humana ha sido bendecida por Dios desde el principio para formar una comunidad
de amor y de vida, a la que ha sido confiada la misión de la procreación. Los
esposos cristianos, celebrando el sacramento del matrimonio, se vuelven
disponibles para honrar esta bendición, con la gracia de Cristo, para toda la
vida. La Iglesia, por su parte, se compromete solemnemente a cuidar a la
familia que nace, como un don de Dios para su propia vida, en las buenas y en
las malas: el vínculo entre la Iglesia y la familia es sagrado e inviolable. La
Iglesia, como madre, nunca abandona la familia, aun cuando esta está abatida,
herida y mortificada de tantas maneras. Ni siquiera cuando cae en el pecado, o
se aleja de la Iglesia; siempre hará de todo para tratar de curarla y de
sanarla, para invitarla a la conversión y para reconciliarla con el Señor.
Y bien, si esta es la tarea, es claro cuánta
oración necesita la Iglesia para ser capaz, en todo tiempo, de cumplir esta
misión. Una oración llena de amor por la familia y por la vida. Una oración que
sabe regocijarse con los que gozan y sufrir con los que sufren.
He aquí entonces lo que junto con mis
colaboradores, hemos pensado proponerles hoy: renovar la oración para el Sínodo
de los Obispos sobre la familia. Relanzamos este compromiso hasta el próximo
octubre, cuando tendrá lugar la Asamblea sinodal ordinaria dedicada a la
familia. Quisiera que esta oración, al igual que todo el camino sinodal, esté
animada por la compasión del Buen Pastor por su rebaño, especialmente por las
personas y familias que por diversos motivos están «cansadas y abatidas, como
ovejas que no tienen pastor» (Mt 9,36). Así, sostenida y animada por la gracia
de Dios, la Iglesia podrá estar aún más comprometida y más unida, en el
testimonio de la verdad del amor de Dios y de su misericordia por las familias
del mundo, ninguna excluida, tanto dentro como fuera del redil.
Les pido que por favor no hagan faltar
su oración. Todos - el Papa, Cardenales, Obispos, sacerdotes, religiosos,
religiosas y fieles laicos - todos estamos llamados a rezar por el Sínodo. De
esto hay necesidad, ¡no de habladurías! Invito a rezar también a cuantos se
sienten alejados, o que ya no están acostumbrados a hacerlo. Esta oración por
el Sínodo sobre la familia es por el bien de todos. Sé que esta mañana les
entregaron una estampita, y que la tienen entre sus manos. Tal vez estará un
poco mojada… Los invito a conservarla y llevarla con ustedes, para que en los
próximos meses puedan recitarla a menudo, con santa insistencia, como Jesús nos
ha pedido. Ahora la rezamos juntos:
Jesús, María y
José,
en ustedes
contemplamos
el esplendor del
amor verdadero,
a ustedes nos
dirigimos con fe.
Santa Familia de
Nazaret
hagan nuestras
familias
lugares de comunión
y cenáculos de oración,
auténticas escuelas
del Evangelio
y pequeñas Iglesias
domésticas.
Santa Familia de
Nazaret,
que nunca más en
las familias haya
violencia, cerrazón
y división:
quienquiera haya
sido herido o escandalizado
conozca pronto el
consuelo y la sanación.
Santa Familia de
Nazaret,
que el próximo
Sínodo de los Obispos
pueda volver a
despertar en todos la conciencia
del carácter
sagrado e inviolable de la familia
de su belleza en el
proyecto de Dios.
Jesús, María y
José,
escuchen, atiendan
nuestra súplica. Amén.
Traducción del italiano: Griselda
Mutual, RV
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