“Por la señal + de la Santa Cruz, de nuestros + enemigos,
líbranos Señor + Dios Nuestro. En el Nombre + del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”.
Nos ponemos en
presencia de Dios y para que la oración llegue al Cielo, pedimos humildemente
perdón al Señor por nuestras faltas (silencio…) y decimos:
“Pésame, Dios mío, y me arrepiento de todo corazón por haberos ofendido
– Pésame por el infierno que merecí y por el cielo que perdí – pero mucho más
me pesa – porque pecando ofendí a un Dios tan bueno – y tan grande como Vos. –
Antes querría haber muerto que haberos ofendido, y propongo firmemente no
pecar más – y evitar todas las ocasiones próximas de pecado. Amén”.
ORACIÓN PREPARATORIA
(para todos los días)
Oh Dios Todopoderoso y
Misericordioso, que en defensa del pueblo cristiano estableciste admirablemente
en la Beatísima Virgen María un perpetuo auxilio; concédenos propicio, que
fortalecidos con tal protección, luchando en esta vida podamos en la muerte,
conseguir victoria del enemigo maligno,
por nuestro Señor Jesucristo.
Amén.
Tres Avemarías, Gloria y la
jaculatoria:
“María Auxilio de los Cristianos, Ruega por nosotros”
DÍA CUARTO
¡Oh dulcísima Madre nuestra
María, Tú que eres Reina de los Mártires por los heroicos actos de valor y
fortaleza que practicaste en la tierra! Dígnate infundir en nuestro corazón la
fuerza necesaria para mantenernos constantes en tu servicio para que, venciendo
todo respeto humano cumplamos sin rubor nuestros deberes religiosos y nos
comportemos siempre como devotos hijos tuyos hasta la muerte.
Tres Avemarías y Gloria.
ORACIONES FINALES PARA TODOS LOS
DÍAS
Invocación:
¡Oh María! Virgen poderosa,
grande e ilustre defensora de la Iglesia... Singular Auxilio de los Cristianos,
terrible como un ejército ordenado en batalla... Tú sola has triunfado en todas
las herejías del mundo. ¡Oh Madre!, en nuestras angustias, en nuestras luchas,
en nuestros apuros, líbranos del enemigo, y en la hora de nuestra muerte,
llévanos al Paraíso.
Amén.
ORACIÓN DE SAN BERNARDO:
Acuérdate, ¡oh piadosísima Virgen
María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a Tu
protección, implorando Tu asistencia y reclamando Tu socorro, haya sido
desamparado. Animado por esta confianza, a Ti también acudo, ¡oh Madre, Virgen
de las vírgenes!, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer
ante Tu presencia soberana. ¡Oh Madre de Dios!, no deseches mis humildes
súplicas, antes bien, escúchalas y dígnate atenderlas favorablemente.
Amén.
SUPLICA A MARÍA AUXILIADORA.
Acordaos, Necesitando un favor
especial, y confiando en tu bondad, a Ti recurro, poderoso Auxilio de los
Cristianos.
Conocedor de las innumerables
gracias que diariamente concedes a tus devotos, he puesto siempre en Ti toda mi
confianza; y hoy, humildemente postrado a tus plantas, te suplico, con todo el
fervor de mi alma, remedies mi necesidad...
(pídase aquí la gracia que se
desea obtener).
Bien sé, Madre querida que yo no
merezco nada; y aún temo que mis culpas sean un obstáculo a tu bondad.
Mas Tú puedes, dulcísima Señora,
sacarme de este lastimoso estado y hacer que sirva con fidelidad a Ti y a tu
divino Hijo, a fin de que yo también pueda experimentar la maravillosa eficacia
de tu santo Auxilio.
Amén.
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