El Papa
durante el mensaje de Navidad - AP
25/12/2015 11:33
(RV).- “Donde nace Dios, nace la esperanza. Donde nace Dios, nace la paz”:
fueron palabras del Papa Francisco en el Mensaje Natalicio 2015, ante miles de
fieles reunidos en la plaza de San Pedro el día del nacimiento del Señor.
¡Feliz Navidad!, deseó el Pontífice a los presentes y al mundo entero desde el
balcón central de la Basílica de San Pedro, “Cristo ha nacido para
nosotros, exultemos en el día de nuestra salvación”.
El Papa recordó que el día del nacimiento del
Salvador, el pesebre nos muestra la señal que Dios nos ha dado «un niño recién
nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre» (Lc 2,12). Y que también
nosotros, como los pastores de Belén vamos a ver esta señal que se renueva cada
año “en la Iglesia, en la familia, en cada parroquia”.
“Sólo Él nos puede salvar. Sólo la misericordia de
Dios puede liberar a la humanidad de tantas formas de mal, a veces monstruosas,
que el egoísmo genera en ella” subrayó el Pontífice.
MCM-RV)
MENSAJE COMPLETO DEL PAPA:
Queridos hermanos y hermanas, feliz Navidad.
Cristo nos ha nacido, exultemos en el día de
nuestra salvación.
Abramos nuestros corazones para recibir la gracia
de este día, que es Él mismo: Jesús es el «día» luminoso que surgió en el
horizonte de la humanidad. El día de la misericordia, en el cual Dios Padre ha
revelado a la humanidad su inmensa ternura. Día de luz que disipa las tinieblas
del miedo y de la angustia. Día de paz, en el que es posible encontrarse,
dialogar, sobre todo, reconciliarse. Día de alegría: una «gran alegría» para
los pequeños y los humildes, para todo el pueblo (cf. Lc 2,10).
En este día, ha nacido de la Virgen María Jesús, el
Salvador. El pesebre nos muestra la «señal» que Dios nos ha dado: «un niño
recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre» (Lc 2,12). Como los
pastores de Belén, también nosotros vamos a ver esta señal, este acontecimiento
que cada año se renueva en la Iglesia. La Navidad es un acontecimiento que se
renueva en cada familia, en cada parroquia, en cada comunidad que acoge el amor
de Dios encarnado en Jesucristo. Como María, la Iglesia muestra a todos la «señal»
de Dios: el niño que ella ha llevado en su seno y ha dado a luz, pero que es el
Hijo del Altísimo, porque «proviene del Espíritu Santo» (Mt 1,20). Por eso es
el Salvador, porque es el Cordero de Dios que toma sobre sí el pecado del mundo
(cf. Jn 1,29). Junto a los pastores, postrémonos ante el Cordero, adoremos la
Bondad de Dios hecha carne, y dejemos que las lágrimas del arrepentimiento
llenen nuestros ojos y laven nuestro corazón.
Sólo Él, sólo Él nos puede salvar. Sólo la
misericordia de Dios puede liberar a la humanidad de tantas formas de mal, a
veces monstruosas, que el egoísmo genera en ella. La gracia de Dios puede
convertir los corazones y abrir nuevas perspectivas para realidades humanamente
insuperables.
Donde nace Dios, nace la esperanza. Donde nace
Dios, nace la paz. Y donde nace la paz, no hay lugar para el odio ni para la
guerra. Sin embargo, precisamente allí donde el Hijo de Dios vino al mundo,
continúan las tensiones y las violencias y la paz queda como un don que se debe
pedir y construir. Que los israelíes y palestinos puedan retomar el diálogo
directo y alcanzar un entendimiento que permita a los dos pueblos convivir en
armonía, superando un conflicto que les enfrenta desde hace tanto tiempo, con
graves consecuencias para toda la región.
Pidamos al Señor que el acuerdo alcanzado en el
seno de las Naciones Unidas logre cuanto antes acallar el fragor de las armas
en Siria y remediar la gravísima situación humanitaria de la población
extenuada. Es igualmente urgente que el acuerdo sobre Libia encuentre el apoyo
de todos, para que se superen las graves divisiones y violencias que afligen el
país. Que toda la Comunidad internacional ponga su atención de manera unánime
en que cesen las atrocidades que, tanto en estos países como también en Irak,
Yemen y en el África subsahariana, causan todavía numerosas víctimas, provocan
enormes sufrimientos y no respetan ni siquiera el patrimonio histórico y
cultural de pueblos enteros. Quiero recordar también a cuantos han sido
golpeados por los atroces actos terroristas, particularmente en las recientes
masacres sucedidas en los cielos de Egipto, en Beirut, París, Bamako y Túnez.
Que el Niño Jesús les dé consuelo y fuerza a
nuestros hermanos, perseguidos por causa de su fe en distintas partes del
mundo.
Pidamos Paz y concordia para las queridas
poblaciones de la República Democrática del Congo, de Burundi y del Sudán del
Sur para que, mediante el diálogo, se refuerce el compromiso común en vista de
la edificación de sociedades civiles animadas por un sincero espíritu de
reconciliación y de comprensión recíproca.
Que la Navidad lleve la verdadera paz también a
Ucrania, ofrezca alivio a quienes padecen las consecuencias del conflicto e
inspire la voluntad de llevar a término los acuerdos tomados, para restablecer
la concordia en todo el país.
Que la alegría de este día ilumine los esfuerzos
del pueblo colombiano para que, animado por la esperanza, continúe buscando con
tesón la anhelada paz.
Donde nace Dios, nace la esperanza¸ y donde nace la
esperanza, las personas encuentran la dignidad. Sin embargo, todavía hoy muchos
hombres y mujeres son privados de su dignidad humana y, como el Niño Jesús,
sufren el frío, la pobreza y el rechazo de los hombres. Que hoy llegue nuestra
cercanía a los más indefensos, sobre todo a los niños soldado, a las mujeres
que padecen violencia, a las víctimas de la trata de personas y del
narcotráfico.
Que no falte nuestro consuelo a cuantos huyen de la
miseria y de la guerra, viajando en condiciones muchas veces inhumanas y con
serio peligro de su vida. Que sean recompensados con abundantes bendiciones
todos aquellos, personas privadas o Estados, que trabajan con generosidad para
socorrer y acoger a los numerosos emigrantes y refugiados, ayudándoles a
construir un futuro digno para ellos y para sus seres queridos, y a integrarse
dentro de las sociedades que los reciben.
Que en este día de fiesta, el Señor vuelva a dar
esperanza a cuantos no tienen trabajo, que son muchos, y sostenga el compromiso
de quienes tienen responsabilidades públicas en el campo político y económico
para que se empeñen en buscar el bien común y tutelar la dignidad toda vida
humana.
Donde nace Dios, florece la misericordia. Este es
el don más precioso que Dios nos da, particularmente en este año jubilar, en el
que estamos llamados a descubrir la ternura que nuestro Padre celestial tiene
con cada uno de nosotros. Que el Señor conceda, especialmente a los presos, la
experiencia de su amor misericordioso que sana las heridas y vence el mal.
Y de este modo, hoy todos juntos exultemos en el
día de nuestra salvación. Contemplando el portal de Belén, fijemos la mirada en
los brazos de Jesús que nos muestran el abrazo misericordioso de Dios, mientras
escuchamos el gemido del Niño que nos susurra: «Por mis hermanos y compañeros voy
a decir: “La paz contigo”» (Sal 121 [122], 8).
Después
del mensaje Urbi et Orbi el Papa dedicó unas palabras a los fieles presentes
en la Plaza de San Pedro y a los que le siguieron por los medios de
comunicación:
A ustedes, queridos hermanos y hermanas, llegados
de diferentes partes del mundo en esta Plaza, y a los que desde diversos países
están conectados con la radio, la televisión y los otros medios de
comunicación, les envío mi cordial felicitación.
Es la Navidad del Año Santo de la Misericordia, por
eso deseo a todo que puedan acoger en su propia vida la misericordia de Dios,
que Jesucristo nos ha donado, por ser misericordiosos con nuestros hermanos.
¡Así haremos crecer la paz!
¡Feliz Navidad!
No hay comentarios:
Publicar un comentario