(RV)(se actualizó con audio y video) «En la urgencia más imperiosa que nunca, de hacer resonar la Buena Noticia de Jesús», Nuestra Señora de la Prontitud, «Madre del Evangelio viviente, manantial de alegría para los pequeños, ruega por nosotros» Con una oración a la Madre de Dios escrita por el Papa Francisco y con el tradicional rezo del Santo Rosario concluyó el mes dedicado a la Virgen, en los jardines Vaticanos. La oración es la que culmina la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium y el Santo Padre, dirigiéndose a los que participaron en el piadoso acto mariano, recordó que María es también nuestra Señora de la prontitud, la que sale « sin demora » (Lc 1,39) para brindarnos su auxilio en los tantos momentos de la vida en los que necesitamos su ayuda y su amparo:
«Le hemos rezado a la Virgen y le hemos cantado con las tantas advocaciones que Ella tiene. Hoy, al concluir el mes de María, es la fiesta en la que recordamos cuando visitó a Santa Isabel. Nos dice el Evangelio que, después del anuncio del Ángel, Ella fue sin demora, no perdió tiempo. Enseguida fue a servir. Es la Virgen de la prontitud. Nuestra Señora de la prontitud. Enseguida está lista para auxiliarnos, cuando nosotros le rezamos, le rogamos su ayuda, su protección en nuestro favor. En los tantos momentos de la vida en los que necesitamos su ayuda, su amparo, recordemos que Ella no se hace esperar, es la Virgen de la prontitud. En seguida acorre a servir».
Luego el Cardenal Comastri pronunció la oración escrita por el mismo Papa Francisco, con la que culmina su Exhortación Apostólica La alegría del Evangelio, donde destaca que la dinámica de justicia y ternura, de contemplar y caminar hacia los demás, de la Virgen María, es lo que hace de ella un modelo eclesial para la evangelización. Ella es la que sabe reconocer las huellas del Espíritu de Dios en los grandes acontecimientos y también en aquellos que parecen imperceptibles. Es contemplativa del misterio de Dios en el mundo, en la historia y en la vida cotidiana de cada uno y de todos:
«Virgen y Madre María, tú que, movida por el Espíritu, has acogido al Verbo de la vida en la profundidad de tu humilde fe, totalmente entregada al Eterno, ayúdanos a decir nuestro ‘sí’, en la urgencia más imperiosa que nunca, de hacer resonar la Buena Noticia de Jesús.
Consíguenos ahora un nuevo ardor de resucitados para llevar a todos el Evangelio de la vida que vence la muerte. Danos la santa audacia de buscar nuevos caminos para que llegue a todos el don de la belleza que no se apaga.
Estrella de la nueva evangelización, ayúdanos a resplandecer en el testimonio de la comunión, del servicio, de la fe ardiente y generosa, de la justicia y del amor hacia los pobres, para que la alegría del Evangelio llegue hasta los confines de la tierra y ninguna periferia sea privada de tu luz.
Madre del Evangelio viviente, manantial de alegría para los pequeños, ruega por nosotros. Amén. Aleluya».
(CdM - RV)
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