¿NO ESTOY YO AQUÍ QUE SOY TU MADRE?
“SÁBELO, TEN POR CIERTO, HIJO MÍO EL MÁS PEQUEÑO, QUE YO SOY LA PERFECTA SIEMPRE VIRGEN SANTA MARÍA, MADRE DEL VERDADERÍSIMO DIOS POR QUIEN SE VIVE, EL CREADOR DE LAS PERSONAS, EL DUEÑO DE LA CERCANÍA Y DE LA INMEDIACIÓN, EL DUEÑO DEL CIELO, EL DUEÑO DE LA TIERRA, MUCHO DESEO QUE AQUÍ ME LEVANTEN MI CASITA SAGRADA, EN DONDE LO MOSTRARÉ, LO ENSALZARÉ AL PONERLO DE MANIFIESTO: LO DARÉ A LAS GENTES EN TODO MI AMOR PERSONAL, EN MI MIRADA COMPASIVA, EN MI AUXILIO, EN MI SALVACIÓN: PORQUE YO EN VERDAD SOY VUESTRA MADRE COMPASIVA, TUYA Y DE TODOS LOS HOMBRES QUE EN ESTA TIERRA ESTÁIS EN UNO, Y DE LAS DEMÁS VARIADAS ESTIRPES DE HOMBRES, MIS AMADORES, LOS QUE A MÍ CLAMEN, LOS QUE ME BUSQUEN, LOS QUE CONFÍEN EN MÍ, PORQUE ALLÍ LES ESCUCHARÉ SU LLANTO, SU TRISTEZA, PARA REMEDIAR PARA CURAR TODAS SUS DIFERENTES PENAS, SUS MISERIAS, SUS DOLORES…". "ESCUCHA, PÓNLO EN TU CORAZÓN, HIJO MÍO EL MENOR, QUE NO ES NADA LO QUE TE ESPANTÓ, LO QUE TE AFLIGIÓ, QUE NO SE PERTURBE TU ROSTRO, TU CORAZÓN; NO TEMAS ESTA ENFERMEDAD NI NINGUNA OTRA ENFERMEDAD, NI COSA PUNZANTE, AFLICTIVA. ¿NO ESTOY AQUÍ, YO, QUE SOY TU MADRE? ¿NO ESTÁS BAJO MI SOMBRA Y RESGUARDO? ¿NO SOY, YO LA FUENTE DE TU ALEGRÍA? ¿NO ESTÁS EN EL HUECO DE MI MANTO, EN EL CRUCE DE MIS BRAZOS? ¿TIENES NECESIDAD DE ALGUNA OTRA COSA?. QUE NINGUNA OTRA COSA TE AFLIJA, TE PERTURBE; …” Palabras de Nuestra Señora de Guadalupe a San Juan Diego, tomadas del Nican Mopohua.

domingo, 6 de julio de 2014

Jesús tiene delante de los ojos a tanta gente pobre, enfermos, pecadores y los llama para confortarlos e invitarlos a cargar el peso de los otros con amor fraterno,..Texto completo de la alocución del Papa, antes del rezo del Ángelus.

(RV).- RealAudioMP3 (con audio) (se actualizó con voz y texto completo del Papa) Inspirado en el pasaje del Evangelio del domingo en el que Jesús llama a todos los afligidos y agobiados para aliviarlos con su amor y su palabra de esperanza, el Obispo de Roma habló a miles de peregrinos reunidos en el caluroso mediodía en la plaza de san Pedro para rezar el Ángelus con él.

Jesús mismo buscaba a estas multitudes “para anunciarles el Reino de Dios y para curar a muchos en el cuerpo y en el espíritu”, explicó el Papa. “Esta invitación de Jesús se extiende hasta nuestros días –dijo- para alcanzar a tantos hermanos y hermanas oprimidos por condiciones de vida precaria, por situaciones existenciales difíciles y muchas veces privados de válidos puntos de referencia… Muchos más cargan con el peso de un sistema económico que explota al hombre y le impone yugos insoportables, que los pocos privilegiados no quieren cargar”.

Jesús llama a todos y promete confortarlos, pero al mismo tiempo hace una invitación que es como un mandamiento: “Carguen mi yugo y aprendan de mí que soy paciente y humilde de corazón” (Mt. 11,29).”

Francisco afirmó que “el yugo del Señor consiste en cargarse con el peso de los otros con amor fraterno. Una vez recibido el alivio y la fuerza del Señor estamos llamados a su vez a transformarnos en alivio y fuerza para los hermanos, con actitud paciente y humilde, a imitación del Maestro. La paciencia y humildad del corazón nos ayudan no sólo a hacernos cargo del peso de los otros, sino también a no cargarlos con el peso de nuestro modo de ver, de nuestros juicios y críticas”.

jesuita Guillermo Ortiz – Radio Vaticana

Texto completo de la alocución del Papa, antes del rezo del Ángelus (con audio) RealAudioMP3 
Queridos hermanos y hermanas, buenos días:

en el Evangelio de este domingo encontramos la invitación de Jesús, dice así: "Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré" (Mt. 11:28). Cuando Jesús dice esto, tiene ante sus ojos las personas que encuentra todos los días por los caminos de Galilea: mucha gente simple, pobres, enfermos, pecadores, marginados... esta gente siempre le siguió para escuchar su palabra -¡una palabra que daba esperanza! ¡Las palabras de Jesús dan siempre esperanza! y también para tocar aunque solo fuese el borde de su manto. Jesús mismo buscaba a estas multitudes extenuadas y dispersas como ovejas sin pastor (cf. Mt 9:35-36): así dice Él, y las buscaba para anunciarles el Reino de Dios y para sanar a muchos de ellos en el cuerpo y en el espíritu. Ahora los llama a todos a su lado: "Vengan a mí", y les promete alivio y refrigerio.

Esta invitación de Jesús se extiende hasta nuestros días, para llegar a muchos hermanos y hermanas oprimidos por precarias condiciones de vida, por situaciones existenciales difíciles y, a veces privados de auténticos puntos de referencia. En los países más pobres, pero también en las periferias de los países más ricos, se encuentran muchas personas desamparadas y dispersas bajo el peso insoportable del abandono y de la indiferencia. La indiferencia: ¡cuánto daño hace a los necesitados la indiferencia humana! Y aún peor la de los cristianos. En los márgenes de la sociedad hay muchos hombres y mujeres probados por la indigencia, pero también por las insatisfacciones de la vida y las frustraciones. Muchos se ven obligados a emigrar de su patria, arriesgando su propia vida. Muchos más, cada día, soportan el peso de un sistema económico que explota al hombre, le impone un "yugo" insoportable, que los pocos privilegiados no quieren llevar. A cada uno de estos hijos del Padre que está en los cielos, Jesús repite: "Vengan a mí, todos ustedes". Pero también lo dice a los que poseen todo. Pero cuyo corazón está vacío. Está vacío. Corazón vacío y sin Dios. También a ellos, Jesús dirige esta invitación: "Vengan a mí". La invitación de Jesús es para todos. Pero de manera especial para los que sufren más.

Jesús promete reconfortar a todos, pero también nos hace una invitación, que es como un mandamiento: "Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón" (Mt 11,29). El "yugo" del Señor ¿en qué consiste? Consiste en cargar el peso de los otros con amor fraternal. Una vez recibido el alivio y consuelo de Cristo, estamos llamados también nosotros a ser alivio y consuelo para los hermanos, con actitud mansa y humilde, a imitación del Maestro. La mansedumbre y la humildad de corazón no sólo nos ayuda a soportar el peso de los otros, sino a no pesar sobre ellos con nuestros propios puntos de vista personales, nuestros juicios, nuestras críticas o nuestra indiferencia.

Invoquemos a la Santísima Virgen María, que acoge bajo su manto a todas las personas desamparadas y dispersas, para que a través de una fe iluminada, testimoniada en la vida, podamos ser alivio para los que necesitan ayuda, ternura y esperanza.

(Traducción ER – RV)

No hay comentarios:

Publicar un comentario