El Papa reza la oración a la Madre de Dios -
OSS_ROM 03/07/2016 11:45
(RV).- El Papa Francisco recordó
que «Jesús ha «acercado» a Dios a nosotros; en Jesús, Dios reina en
medio de nosotros, su amor misericordioso vence el pecado y la miseria humana».
Con el Evangelio del XIV Domingo del Tiempo Ordinario - introduciendo el rezo a
la Madre de Dios - el Obispo de Roma reiteró la misión de los cristianos en el
mundo, que es la de llevar a todos la Buena Noticia, como nos pide Jesús, que
es «un mensaje de esperanza y de consolación, de paz y de caridad».
(CdM – RV)
TEXTO COMPLETO DE LAS PALABRAS DEL PAPA:
«Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!
La página evangélica de hoy, tomada del décimo
capítulo del Evangelio de Lucas (1-12 17-20), nos hace comprender cuán
necesario es invocar a Dios «el Señor de la mies, para que envíe obreros para
su mies» (2). Los ‘obreros’ de los que habla Jesús son los misioneros del Reino
de Dios, a los que Él mismo llamaba y enviaba «de dos en dos para que lo
precedieran en todas las ciudades y sitios adonde Él debía ir». (1) Su tarea es
anunciar un mensaje de salvación dirigido a todos los misioneros, que anuncian
siempre un mensaje de salvación a todos, no sólo a los misioneros que van
lejos, también nosotros misioneros cristianos que decimos una palabra buena de
salvación. Y éste es el don que nos da Jesús con el Espíritu Santo. Y este
anuncio es el de decir: «El Reino de Dios está cerca de ustedes». (9). En
efecto, Jesús ha «acercado» a Dios a nosotros; en Jesús, Dios reina en medio de
nosotros, su amor misericordioso vence el pecado y la miseria humana.
Y ésta es la Buena Noticia que los «obreros» deben
llevar a todos: un mensaje de esperanza y de consolación, de paz y de caridad.
Jesús, cuando envía a sus discípulos para que lo precedan en las aldeas, les
recomienda: «Digan primero: «¡Que descienda la paz sobre esta casa!»… «Curen a
sus enfermos» (5 y 9) Todo ello quiere decir que el Reino de Dios se construye
día a día y ofrece ya en esta tierra sus frutos de conversión, de purificación,
de amor y de consolación entre los hombres. Es una cosa linda ¡eh! Construir
día tras día este Reino de Dios que se va haciendo. No destruir, construir.
¿Con qué espíritu el discípulo de Jesús deberá
desarrollar esta misión? Ante todo, deberá tener conciencia de la realidad
difícil y a veces hostil que le espera. Pero Jesús no ahorra palabras sobre
esto ¡eh! Jesús dice: «Yo los envío como a ovejas en medio de lobos» (3),
clarísimo. La hostilidad que está desde siempre, desde el comienzo de las
persecuciones de los cristianos, porque Jesús sabe que la misión está
obstaculizada por la obra del maligno. Por ello, el obrero del Evangelio se
esforzará en estar libre de condicionamientos humanos de todo tipo, no llevando
ni dinero, ni alforja, ni calzado (cfr 4), como ha recomendado Jesús, para
confiar sólo en el poder de la Cruz de Cristo. Ello significa abandonar todo
motivo de vanagloria personal, de arribismo, de fama, de poder, y ser
instrumentos humildes de la salvación obrada por el sacrificio de Jesús, muerto
y resucitado por nosotros».
La misión del cristiano en el mundo es una misión
estupenda, es una misión destinada a todos, una misión de servicio sin excluir
a nadie; requiere tanta generosidad y sobre todo elevar la mirada y el corazón,
para invocar la ayuda del Señor. Hay tanta necesidad de cristianos que
testimonien con alegría el Evangelio en la vida de cada día. Los discípulos
enviados por Jesús «volvieron llenos de alegría (17). Cuando hacemos esto, el
corazón se llena de alegría. Y esta expresión me hace pensar en cómo se alegra
la Iglesia, se alegra cuando sus hijos reciben la Buena Noticia gracias a la
dedición de tantos hombres y mujeres que cotidianamente anuncian el Evangelio:
sacerdotes, esos párrocos buenos que todos conocemos, religiosas, consagradas,
misioneras, misioneros, y me pregunto, escuchen la pregunta: ¿cuántos de
ustedes jóvenes, que ahora están presentes, hoy, en la plaza, perciben la
llamada del Señor a seguirlo? ¡No tengan miedo! Sean valientes y lleven a
los otros esta antorcha del celo apostólico que nos ha sido dada por estos
ejemplares discípulos.
Roguemos al Señor, por intercesión de la Virgen
María, para que no falten nunca a la Iglesia corazones generosos, que trabajen
para llevar a todos el amor y la ternura del Padre celeste».
(Traducción del italiano, Cecilia de Malak – RV)
No hay comentarios:
Publicar un comentario