¿NO ESTOY YO AQUÍ QUE SOY TU MADRE?
“SÁBELO, TEN POR CIERTO, HIJO MÍO EL MÁS PEQUEÑO, QUE YO SOY LA PERFECTA SIEMPRE VIRGEN SANTA MARÍA, MADRE DEL VERDADERÍSIMO DIOS POR QUIEN SE VIVE, EL CREADOR DE LAS PERSONAS, EL DUEÑO DE LA CERCANÍA Y DE LA INMEDIACIÓN, EL DUEÑO DEL CIELO, EL DUEÑO DE LA TIERRA, MUCHO DESEO QUE AQUÍ ME LEVANTEN MI CASITA SAGRADA, EN DONDE LO MOSTRARÉ, LO ENSALZARÉ AL PONERLO DE MANIFIESTO: LO DARÉ A LAS GENTES EN TODO MI AMOR PERSONAL, EN MI MIRADA COMPASIVA, EN MI AUXILIO, EN MI SALVACIÓN: PORQUE YO EN VERDAD SOY VUESTRA MADRE COMPASIVA, TUYA Y DE TODOS LOS HOMBRES QUE EN ESTA TIERRA ESTÁIS EN UNO, Y DE LAS DEMÁS VARIADAS ESTIRPES DE HOMBRES, MIS AMADORES, LOS QUE A MÍ CLAMEN, LOS QUE ME BUSQUEN, LOS QUE CONFÍEN EN MÍ, PORQUE ALLÍ LES ESCUCHARÉ SU LLANTO, SU TRISTEZA, PARA REMEDIAR PARA CURAR TODAS SUS DIFERENTES PENAS, SUS MISERIAS, SUS DOLORES…". "ESCUCHA, PÓNLO EN TU CORAZÓN, HIJO MÍO EL MENOR, QUE NO ES NADA LO QUE TE ESPANTÓ, LO QUE TE AFLIGIÓ, QUE NO SE PERTURBE TU ROSTRO, TU CORAZÓN; NO TEMAS ESTA ENFERMEDAD NI NINGUNA OTRA ENFERMEDAD, NI COSA PUNZANTE, AFLICTIVA. ¿NO ESTOY AQUÍ, YO, QUE SOY TU MADRE? ¿NO ESTÁS BAJO MI SOMBRA Y RESGUARDO? ¿NO SOY, YO LA FUENTE DE TU ALEGRÍA? ¿NO ESTÁS EN EL HUECO DE MI MANTO, EN EL CRUCE DE MIS BRAZOS? ¿TIENES NECESIDAD DE ALGUNA OTRA COSA?. QUE NINGUNA OTRA COSA TE AFLIJA, TE PERTURBE; …” Palabras de Nuestra Señora de Guadalupe a San Juan Diego, tomadas del Nican Mopohua.

lunes, 25 de julio de 2016

“LETANÍAS DE LA HUMILDAD”, del cardenal Merry del Val

“Dios mío, no soy más que ceniza y polvo”

Jesús, manso y humilde de corazón, haz mi corazón parecido al tuyo.

Del deseo de ser alabado, Líbrame, Señor
Del deseo de ser honrado, Líbrame, Señor
Del deseo de ser aplaudido, Líbrame, Señor
Del deseo de ser preferido a otros, Líbrame, Señor
Del deseo de ser consultado, Líbrame, Señor
Del deseo de ser aceptado, Líbrame, Señor
Del temor a ser humillado, Líbrame, Señor
Del temor a ser despreciado, Líbrame, Señor
Del temor a ser reprendido, Líbrame, Señor
Del temor a ser calumniado, Líbrame, Señor
Del temor a ser olvidado, Líbrame, Señor
Del temor a ser ridiculizado, Líbrame, Señor
Del temor a ser injuriado, Líbrame, Señor
Del temor a ser rechazado, Líbrame, Señor

Antes de cada frase decir: Concédeme, Señor, el deseo de…
Que otros sean más amados que yo, Concédeme, Señor, el deseo
Que otros sean más estimados que yo, Concédeme, Señor, el deseo
Que otros crezcan susciten mejor opinión de la gente y yo disminuya, Concédeme, Señor, el deseo
Que otros sean alabados y de mí no se haga caso, Concédeme, Señor, el deseo
Que otros sean empleados en cargos y a mí se me juzgue inútil, Concédeme, Señor, el deseo
Que otros sean preferidos a mí en todo, Concédeme, Señor, el deseo
Que los demás sean más santos que yo con tal que yo sea todo lo santo que pueda, Concédeme, Señor, el deseo

de ser desconocido y pobre, Señor, me alegraré, Concédeme, Señor, el deseo
de estar desprovisto de perfecciones naturales de cuerpo y de espíritu, Concédeme, Señor, el deseo.

Bienaventurados los que son perseguidos por causa de la justicia,
porque suyo es el Reino de los Cielos.

ORACIÓN:
Dios mío, no soy más que polvo y ceniza.
Reprime los movimientos de orgullo que se elevan en mi alma.
Enséñame a despreciarme a mí mismo,
Vos que resistís a los soberbios y que dais vuestra gracia a los humildes.
Por Jesús, manso y humilde de Corazón. Amén.

AL REZAR esta letanía, tú estás pidiendo la gracia para vivir una vida cristiana genuina. Estas son las gracias
  
de echar a un lado tus intentos de sentirte bien contigo mismo;
  
de vencer la repugnancia que sientes de ser herido emocionalmente por los demás;
procurar el bien de los demás en todas las cosas, echando toda la competencia, incluso a expensas tuyas.
De todas maneras, vamos a cuidarnos para que se haga en una forma saludable psicológicamente.

Es bueno cuando a nuestro trabajo se le da reconocimiento y es apreciado; el punto espiritual es que no debemos apetecer esa admiración como un aspecto de la identidad, personal, sino que debemos de aceptar todos los beneficios de nuestros trabajos en alabanza a Cristo, quien se vació a si mismo por nuestro bien, quien sufrió por nuestra causa, quien murió en la cruz por nosotros, y por quien, por servicio a Él, hacemos nuestros trabajos. En cuanto a mí, ¡Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo . . . ! (Gálatas 6: 14).

Todos, de manera similar, nos sentimos heridos cuando alguien nos insulta; de todos modos, el punto espiritual es que no debemos levantar las defensas para protegernos a nosotros mismos del dolor de ser insultados, sino que siempre debemos, aun en nuestro dolor más intenso, confiar en Cristo, pues únicamente Él nos cuidará de todo peligro. No tengáis miedo, como dice Jesús repetidamente a través de los Evangelios.

Finalmente, el “poner a los demás primero” fluye en contra la auto-preservación natural; de todos modos, el punto espiritual es que no debemos competir con los demás para satisfacer nuestro orgullo, sino poner a un lado nuestro orgullo en la esperanza de que otros puedan salvarse de la condenación por causa de nuestra propia obsesión desesperada con la auto-preservación.
Más aún, no debemos poner a un lado nuestro orgullo como una forma de masoquismo o de auto-desprecio; en toda nuestra caridad hacia los demás nunca debemos abandonar la responsabilidad de desarrollar nuestros talentos al máximo, para que podamos servirle a Cristo eficazmente y gozosamente, en amor puro.

¿Quién escribió estas letanías?
El Cardenal RAFAEL MERRY DEL VAL (1865-1930), Secretario de Estado de San Pío X de 1903 a 1914, nació en una familia tan prestigiosa como modesta la del Pontífice. Educado en Inglaterra y en Bélgica, políglota, miembro de la alta aristocracia europea, frecuentaba la élite diplomática del continente.

Su carrera en Roma fue fulgurante. Entró en la Academia de los nobles eclesiásticos, institución que forma a los futuros directivos de la diplomacia vaticana. Obtuvo dos doctorados (filosofía y teología) en la Universidad Pontificia Gregoriana, y una licenciatura en derecho canónico.

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