“Por
la señal + de la Santa Cruz, de nuestros + enemigos, líbranos Señor + Dios
Nuestro. En el Nombre + del Padre y del Hijo y
del
Espíritu Santo. Amén”.
Nos ponemos en presencia de Dios
y para que la oración llegue al Cielo, pedimos humildemente perdón al Señor por
nuestras faltas (silencio…) y decimos:
“Pésame, Dios mío, y me arrepiento
de todo corazón por haberos ofendido – Pésame por el infierno que merecí y por
el cielo que perdí – pero mucho más me pesa – porque pecando ofendí a un Dios
tan bueno – y tan grande como Vos. – Antes querría haber muerto que haberos
ofendido, y propongo firmemente no pecar más – y evitar todas las
ocasiones próximas de pecado. Amén”.
ORACIÓN PREPARATORIA
Oh Nuestra Señora de Fátima, en mi pobreza, en mi destierro, en mis
sinsabores, te contemplo como arco iris de esperanza, de paz y de protección.
Sé mi consuelo en la lucha y en los peligros; mi luz en la oscuridad; mi escudo
en las batallas contra las pasiones, el mundo y el demonio. Sálvame y
salva a todos los pecadores. Así sea.
DÍA TERCERO:
LA
TERCERA VEZ ES EL ÁNGEL DE LA EUCARISTÍA.
Trae en sus manos un cáliz y una
hostia. Dejándolos suspensos en el aire, se arrodilla suplicando así:
“Oh, Santísima Trinidad, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, os adoro profundamente, y os ofrezco el Cuerpo, la Sangre, el
Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presentes en todos los
tabernáculos del mundo, en reparación de los ultrajes que se infieren. Por los
méritos infinitos de su Sagrado Corazón y por la intercesión del Corazón
Inmaculado de María os pedimos la conversión de los pecadores”.
Les da la Comunión. Y se sienten
fortalecidos. Así quiero adorar, suplicar y comulgar a menudo.
COMPROMISO:
Quiero seguir ese consejo. Ayúdame, oh Madre mía,
a ser alma orante y reparadora.
SÚPLICA FINAL
Oh dulcísima Reina del mundo. Madre de Dios y nuestra, que al aparecerte con rostro dolorido a los tres niños pastorcitos, nos has pedido la fiel observancia de los Mandatos divinos, el rezo cotidiano del Rosario, la reparación y la consagración a su Inmaculado Corazón, a fin de conseguir la ansiada paz mundial; impulsado por el filial anhelo de contemplarte, acudo a prometerte la leal correspondencia a tus deseos, y a implorar que protejas al Papa, a los Obispos y a los Sacerdotes, a los religiosos y demás fieles cristianos. Orienta, bondadosa Reina de la Paz, a los gobernantes, convierte a los pecadores y paganos, consuela a los afligidos y perseguidos.
Cura, Oh Virgen de las fuentes milagrosas, a los enfermos, asiste a los
agonizantes y alivia a las almas del Purgatorio. Te ruego, en fin, Oh Blanca y
Peregrina Señora del Rosario, por todas mis necesidades…
(pida cada uno la gracia que
desee alcanzar).
Yo, confiado en tu omnipotencia suplicante, me abandono en tus amorosos
brazos. Recíbeme, como hijo, en tu maternal regazo,
y no me desampares en la vida ni en la muerte. Así sea.
¡Nuestra Señora de Fátima, Salud
de los enfermos;
ruega por nosotros!
ruega por nosotros!
¡Oh dulce Corazón de María, sé la
salvación del alma mía!
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