El Papa Francisco celebra la Santa Misa en la
capilla de la Casa de Santa Marta - OSS_ROM
03/09/2015 13:19
(RV).- La capacidad de reconocernos pecadores
nos abre al estupor del encuentro con Jesús. Lo afirmó el Santo Padre
Francisco en su homilía de laMisa matutina celebrada en la
capilla de la Casa de Santa Marta en el día
de la memoria litúrgica de San Gregorio Magno, Papa y Doctor de la Iglesia.
Al comentar el Evangelio del día sobre la pesca
milagrosa, con Pedro que echa las redes confiando en Jesús, incluso después de
una noche transcurrida sin haber pescado nada, el Papa se refirió al encuentro
con el Señor. Ante todo – afirmó –
“a mí me gusta pensar que Jesús pasaba la mayor
parte de su tiempo en la calle, con la gente; y que después, a la noche iba
solo a rezar, pero se encontraba con la gente, buscaba a la gente”. Por nuestra
parte – añadió – tenemos dos modos para encontrar al Señor. El primero es
el de Pedro, de los apóstoles, del pueblo:
“El Evangelio usa la misma palabra para esta gente,
para el pueblo, para los apóstoles, para Pedro: se quedaron ‘asombrados’: ‘En
efecto, el estupor lo había invadido a él y a todos aquellos’. Cuando llega
este sentimiento de estupor… Y el pueblo sentía a Jesús y sentía este estupor,
¿y qué decía?: ‘Pero este habla con autoridad. Jamás un hombre ha hablado de
este modo’. Otro grupo que se encontraba con Jesús no dejaba que entrara en su
corazón el estupor, sentía a Jesús, hacía sus cálculos, los doctores de la ley:
‘Pero es inteligente, es un hombre que dice cosas verdaderas, pero a nosotros
no nos convienen estas cosas, no, ¡eh!’. Hacían cálculos, tomaban distancia”.
Los mismos demonios – observó el Pontífice – confesaban,
es decir, proclamaban que Jesús era el “Hijo de Dios”, pero como los doctores
de la ley y los fariseos malos “no tenían la capacidad del estupor, estaban
encerrados en su suficiencia, en su soberbia. Pedro reconoce que Jesús es el
Mesías, pero confiesa también que es un pecador:
“Los demonios llegan a decir la verdad sobre Él,
pero acerca de ellos no dicen nada. No pueden: la soberbia es tan grande que
les impide decirlo. Los doctores de la ley dicen: ‘pero éste es inteligente, es
un rabino capaz, hace milagros, ¡eh!’. Pero no dicen: ‘Nosotros somos
soberbios, somos suficientes, nosotros somos pecadores’. La incapacidad de
reconocernos pecadores nos aleja de la verdadera confesión de Jesucristo. Y
ésta es la diferencia”.
Es la diferencia que existe entre la humildad del
publicano que se reconoce pecador y la soberbia del fariseo que habla bien de
sí mismo:
“Esta capacidad de decir que somos pecadores nos
abre al estupor del encuentro de Jesucristo, el verdadero encuentro. También en
nuestras parroquias, en nuestras sociedades, incluso entre las personas
consagradas: ¿cuántas personas son capaces de decir que Jesús es el Señor?
¡Tantas! Pero qué difícil es decir sinceramente: ‘Soy un pecador, soy una
pecadora’. Es más fácil decirlo de los demás, ¡eh! Cuando se parlotea, ¡eh!
‘Este, éste, éste sí…’. Todos somos doctores en esto, ¿verdad? Para llegar a un
verdadero encuentro con Jesús es necesaria la doble confesión: ‘Tú eres el Hijo
de Dios y yo soy un pecador’, pero no en teoría: por esto, por esto, por esto y
por esto…”.
El Papa Bergoglio recordó que Pedro después se olvida del
estupor del encuentro y reniega al Señor; pero puesto que “es humilde, deja que
el Señor lo encuentre y cuando sus miradas se encuentran, él llora, vuelve a la
confesión: ‘Soy pecador’”.
Francisco concluyó su homilía diciendo: “Que el
Señor nos dé la gracia de encontrarlo pero también de dejarnos encontrar por
Él. Que nos dé la gracia, tan hermosa, de este estupor del encuentro. Y nos dé
la gracia de la doble confesión de nuestra vida: ‘Tú eres Cristo, el Hijo de
Dios vivo, creo. Y yo soy un pecador, creo’”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).
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