Tras la pausa de verano, el Papa Francisco reanudó
la celebración de la Misa matutina en la Capilla de la Casa de Santa Marta con
la participación de un pequeño grupo de fieles. - ANSA
01/09/2015 12:40
(RV).- La esperanza en el encuentro final con
Cristo debe reforzarse entre los cristianos gracias al “consuelo” recíproco
dado mediante “buenas palabras y buenas obras” y no con “palabrerías” inútiles.
Lo afirmó esta mañana el Papa Francisco en su homilía al
reanudar, tras la pausa de verano, la celebración de la Misa matutina
en la capilla de la Casa de Santa Marta con
la participación de un pequeños grupo de fieles.
Una fe cierta en el encuentro final con Cristo más
fuerte que la duda y tan firme que alegre cada jornada no se enraíza en las
palabrerías y futilidades, sino en la “consolación” que los cristianos saben
darse “recíprocamente” en Jesús.
El Papa Francisco consideró el comportamiento de la
antigua comunidad de Tesalónica, a la que se refiere el pasaje de la carta de
San Pablo propuesta por la liturgia del día. Una comunidad “inquieta” –
dijo – que preguntaba al Apóstol acerca del “cómo” y del “cuándo” del
regreso de Cristo, así como qué destino les tocaría a los muertos y del que
incluso había sido necesario decir: “Quien no trabaja, que no coma”.
LAS PALABRERÍAS NO CONSUELAN
Francisco destacó que San Pablo afirma que el “día
del Señor” llegará al improviso “como un ladrón”, pero también añade que Jesús
vendrá a traer la salvación a quien cree en Él. Y concluye: “Consuélense
recíprocamente y sean de ayuda unos a otros”. Y es precisamente este
consuelo – reafirmó el Papa – “el que da la esperanza”:
“Éste es el consejo: ‘Consuélense. Consuélense
recíprocamente. Hablar de esto: pero yo les pregunto: ¿nosotros hablamos de
esto, que el Señor vendrá, que nosotros lo encontraremos a Él? ¿O hablamos de
tantas cosas, incluso de teologías, de cosas de Iglesia, de curas, de monjas,
de monseñores, todo esto? Y nuestro consuelo ¿es esta esperanza? ‘Consuélense
recíprocamente’: consuélense en comunidad. En nuestras comunidades, en nuestras
parroquias, ¿se habla de esto, que estamos en espera del Señor que viene? ¿O se
habla de esto, de aquello, de aquella, para pasar un poco el tiempo y no aburrirse
demasiado?”.
EL JUICIO Y EL ABRAZO
En el Salmo responsorial – prosiguió diciendo el
Pontífice – “hemos repetido:
‘Estoy seguro de contemplar la bondad del Señor en
la tierra de los vivos’. ¿Pero tú – preguntó el Papa – tienes aquella
certeza de contemplar al Señor?”.
El ejemplo de imitar a Job, que a pesar de sus
desventuras afirmaba con decisión: “Yo sé que Dios está vivo y que lo veré, y
lo veré con estos ojos”:
“Es verdad, Él vendrá a juzgarme y cuando
vamos a la Sixtina vemos aquella bella escena del Juicio final, es verdad. Pero
pensemos también que Él vendrá a encontrarme para que yo lo vea con estos ojos,
lo abrace y esté siempre con Él. Ésta es la esperanza que el Apóstol Pedro nos
pide que expliquemos a los demás con nuestra vida, que demos testimonio
de esperanza. Éste es el verdadero consuelo, ésta es la verdadera certeza:
Estoy seguro de contemplar la bondad del Señor”.
EL CONSUELO DE BUENAS PALABRAS Y OBRAS
Como San Pablo a los cristianos de ayer, el Papa
Francisco se hizo eco del consejo a aquellos de la Iglesia de hoy: “Consuélense
recíprocamente con las buenas obras y ayúdense unos a otros. Y así iremos
adelante:
“Pidamos al Señor esta gracia: que aquella semilla
de esperanza que ha sembrado en nuestro corazón se desarrolle, crezca hasta el
encuentro definitivo con Él. “Yo estoy seguro de que veré al Señor’. ‘Yo estoy
seguro de que el Señor vive’. ‘Yo estoy seguro de que el Señor vendrá a verme’:
y éste es el horizonte de nuestra vida. Pidamos esta gracia al Señor y
consolémonos unos a otros con las buenas obras y las buenas palabras, por este
camino”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).
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