(RV).- (Con audio)
Como buena madre y educadora, la Iglesia mira lo esencial; y lo
esencial, según el Evangelio, es la misericordia, dijo Francisco en la
Catequesis del miércoles 10 de setiembre, en la plaza del santuario de
san Pedro en Roma.
En la Audiencia, centrada en el aspecto
particular de la maternidad de la Iglesia, aquel de su educación a
través de las obras de misericordia, el Obispo de Roma dijo que la
enseñanza de la Iglesia no es teórica, sino que la Iglesia transmite con
el ejemplo.
La Iglesia nos ofrece el ejemplo de los santos, pero
también el de tantos hombres y mujeres sencillos; nos enseña a dar de
comer y beber al que tiene hambre y sed; vestir al que está desnudo. Nos
enseña a estar cerca del enfermo; a visitar al carcelado, mirándolo en
su humanidad, pues sólo la misericordia puede cambiar el corazón y hacer
que una persona se regenere.
El Sucesor de Pedro dijo que no
basta con amar sólo al que nos ama. Para cambiar el mundo es necesario
hacer el bien a quien no puede darnos nada a cambio, como Dios Padre
hizo con nosotros entregándonos a Jesús.
El Vicario de Cristo
animó a los miles de peregrinos que llenaban la plaza del santuario, a
agradecer al Señor que nos ha dado a la Iglesia como madre, y a recorrer
con generosidad el camino de la misericordia.
Desde el Santuario de San Pedro, jesuita Guillermo Ortiz de RADIO VATICANA
Texto completo del resumen de la catequesis del Papa en nuestro idioma:
Queridos hermanos:
Un
aspecto particular de la maternidad de la Iglesia es que ella nos educa
a través de las obras de misericordia. Como buena madre y educadora,
ella se fija en lo que es esencial; y lo esencial, según el Evangelio,
es la misericordia. Pero la enseñanza de la Iglesia no es algo meramente
teórico, no da lecciones, sino que se transmite con el ejemplo. Ella
nos ofrece el ejemplo de los santos, pero también el de tantos hombres y
mujeres sencillos. La Iglesia nos enseña a dar de comer y beber a los
que tienen hambre y sed; vestir al que está desnudo. Nos enseña a estar
cerca del enfermo, ya sea en un hospital, en una residencia o en la
propia casa. Nos enseña a visitar al encarcelado, mirándolo en su
humanidad, pues sólo la misericordia puede cambiar el corazón y hacer
que una persona vuelva a insertarse en la sociedad. Por último, la
Iglesia nos enseña también a estar cerca del abandonado o del que muere
solo.
No basta con amar sólo al que nos ama. Para cambiar
el mundo es necesario hacer el bien a quien no puede darnos nada a
cambio, como Dios Padre hizo con nosotros entregándonos a Jesús.Saludo
con afecto a los peregrinos de lengua española, en particular a los
grupos venidos de España, México, Colombia, Argentina, Perú, Chile y
otros países latinoamericanos. Los animo a agradecer al Señor que nos
haya dado a la Iglesia como madre, y a recorrer con generosidad el
camino de la misericordia. Muchas gracias y que Dios los bendiga.
De RADIO VATICANA: Traducción completa de la Catequesis del Papa en italiano
Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!
En
nuestro itinerario de catequesis sobre la Iglesia, estamos considerando
que la Iglesia es madre. La vez pasada hemos subrayado cómo la Iglesia
nos hace crecer y con la luz y la fuerza de la Palabra de Dios, nos
indica el camino de la salvación y nos defiende del mal. Hoy quisiera
subrayar un aspecto particular de esta acción educativa de nuestra madre
Iglesia, es decir, cómo ella nos enseña las obras de misericordia.
Un
buen educador se concentra en lo esencial. No se pierde en los detalles
sino que quiere transmitir lo que verdaderamente cuenta, para que el
hijo o el alumno encuentren el sentido y la alegría de vivir. Es la
verdad. Y lo esencial, según el Evangelio, es la misericordia. Lo
esencial del Evangelio es la misericordia. Dios ha enviado su hijo, Dios
se ha hecho hombre para salvarnos, es decir, para darnos su
misericordia. Los dice claramente Jesús, resumiendo su enseñanza para
los discípulos. “Sean misericordiosos, como el Padre vuestro es
misericordioso” (Lc, 6,36). ¿Puede existir un cristiano que no
se misericordioso? No. El cristiano necesariamente debe ser
misericordioso, porque esto es el centro del Evangelio. Y fiel a esta
enseñanza, la Iglesia no puede más que repetir la misma cosa a sus
hijos: “Sean misericordiosos”, como lo es el Padre y como lo ha sido
Jesús. Misericordia.
Y entonces, la Iglesia se comporta como
Jesús. No nos da lecciones teóricas sobre el amor, sobre la
misericordia. No difunde en el mundo una filosofía, una vía de
sabiduría…Cierto, el Cristianismo también es todo esto, pero como
consecuencia, como reflejo. La madre Iglesia, como Jesús, enseña con el
ejemplo, y las palabras sirven para iluminar el significado de sus
gestos.
La madre Iglesia nos enseña a dar de comer y dar de beber
a quien tiene hambre y sed, a vestir a quien está desnudo. Y ¿cómo lo
hace? Lo hace con el ejemplo de tantos santos y santas que han hecho
esto en modo ejemplar: pero lo hace también con el ejemplo de tantísimos
papás y mamás, que enseñan a sus hijos que lo que nos sobra, es para
quien no tiene lo necesario. Es importante saber esto. En las familias
cristianas más simples ha sido siempre sagrada la regla de la
hospitalidad: no falta nunca un plato y una cama para quien tiene
necesidad. Una vez, una mamá me contaba, en la otra diócesis, que quería
enseñar esto a sus hijos y les decía que hay que ayudar y dar de comer a
quien tiene hambre. Tenía tres hijos, Y un día en el almuerzo – el papá
estaba afuera, en el trabajo – ella estaba con los tres hijos,
chiquitos: siete, cinco y cuatro años, más o menos. Y llaman a la puerta
y estaba un señor que pedía de comer. Y la mamá le dijo: “espera un
momento”. Entró y les dijo a los hijos: “hay un señor allí que pide de
comer ¿qué hacemos? ¡Le damos mamá, le damos! Cada uno tenía en el plato
un bife con papas fritas. Y “le damos, le damos”… Muy bien. Tomemos la
mitad de cada uno de ustedes y le demos la mitad del bife de cada uno de
ustedes. “¡Ah, no mamá, así no va! Es así, tú debes dar de lo tuyo. Y
así, esta mamá, enseñó a los hijos a dar de comer de lo propio. Éste es
un hermoso ejemplo que a mí me ha ayudado tanto. “Pero, no me sobra
nada…” Pero ¡da de lo tuyo! Así nos enseña la madre Iglesia. Y ustedes,
tantas mamás que está aquí: saben que es lo que tienen que hacer para
enseñar a sus hijos para que ellos compartan sus cosas con el que tiene
necesidad.
La madre Iglesia enseña a estar cerca de quien está
enfermo. ¡Cuántos santos han servido a Jesús en este modo! Y cuántos
simples hombres y mujeres, cada día, ponen en práctica esta obra de
misericordia en una habitación de hospital, o en una casa de reposo, o
en la propia casa, asistiendo a una persona enferma.
La madre
Iglesia enseña a estar cerca de quien está en la cárcel. “Pero padre,
no, esto es peligroso, es gente mala”. ¡Pero cada uno de nosotros es
capaz! Escuchen bien esto: cada uno de nosotros es capaz de hacer lo
mismo que ha hecho aquel hombre o aquella mujer que están en la cárcel.
Todos tenemos la capacidad de pecar y de hacer lo mismo, de equivocarnos
en la vida. ¡No es más malo de ti o de mí!
La misericordia
supera todo muro, toda barrera y te lleva a buscar siempre el rostro del
hombre, de la persona, y es la misericordia que cambia el corazón y la
vida que puede regenerar una persona y permitirle de integrarse de
nuevo en la sociedad.
La madre Iglesia enseña a estar cerca de
quien está abandonado y muere solo. Es lo que ha hecho la beata Teresa
por las calles de Calcuta; es lo que han hecho y hacen tantos cristianos
que no tienen miedo de apretar la mano a quien está por dejar este
mundo. Y también aquí, la misericordia dona la paz a quien parte y a
quien se queda, haciéndonos sentir que Dios es más grande que la muerte y
que permaneciendo en Él, también la última separación es un “hasta
pronto”. Lo había entendido bien esto la beata Teresa. Pero le decían:
“Madre, esto es perder el tiempo”. Y ella encontraba gente moribunda por
la calle, gente a la cual los ratones de la calle le comenzaban a comer
el cuerpo. Y ella, los llevaba a casa para que murieran limpios,
tranquilos, acariciados, en paz. ¡Ella les daba el “hasta pronto” a
todos ellos, eh! Y tantos hombres y mujeres, como ella, han hecho esto.
¡Los esperan, allí en la puerta, para abrirles la puerta del Cielo!
Ayudar a la gente a morir bien, en paz.
Queridos hermanos y
hermanas, así Iglesia es la madre, enseñando a sus hijos las obras de
misericordia. Ella ha aprendido de Jesús este camino, ha aprendido que
esto es lo esencial para la salvación. No basta amar a quien nos ama.
Jesús dice que esto lo hacen los paganos. No basta hacer el bien a quien
nos hace el bien. Para cambiar el mundo y mejorarlo, es necesario hacer
el bien a quien no está en condiciones de correspondernos, como ha
hecho el Padre con nosotros, donándonos a Jesús. Pero ¿cuánto hemos
pagado nosotros por nuestra redención? ¡Nada! ¡Todo gratis! Hacer el
bien sin esperar otra cosa en cambio, así, en contracambio. Así ha hecho
el Padre con nosotros y nosotros debemos hacer lo mismo. ¡Haz el bien y
sigue adelante! ¡Qué hermoso es vivir en la Iglesia, en nuestra madre
Iglesia que nos enseña estas cosas que nos ha enseñado Jesús!
Demos
gracias al Señor, que nos da la gracia de tener como madre a la
Iglesia, ella, que nos enseña el camino de la misericordia, que es el
camino de la vida. Demos gracias al Señor.
(Traducción de María Cecilia Mutual – RV).
“SÁBELO, TEN POR CIERTO, HIJO MÍO EL MÁS PEQUEÑO, QUE YO SOY LA PERFECTA SIEMPRE VIRGEN SANTA MARÍA, MADRE DEL VERDADERÍSIMO DIOS POR QUIEN SE VIVE, EL CREADOR DE LAS PERSONAS, EL DUEÑO DE LA CERCANÍA Y DE LA INMEDIACIÓN, EL DUEÑO DEL CIELO, EL DUEÑO DE LA TIERRA, MUCHO DESEO QUE AQUÍ ME LEVANTEN MI CASITA SAGRADA, EN DONDE LO MOSTRARÉ, LO ENSALZARÉ AL PONERLO DE MANIFIESTO:
LO DARÉ A LAS GENTES EN TODO MI AMOR PERSONAL, EN MI MIRADA COMPASIVA, EN MI AUXILIO, EN MI SALVACIÓN:
PORQUE YO EN VERDAD SOY VUESTRA MADRE COMPASIVA,
TUYA Y DE TODOS LOS HOMBRES QUE EN ESTA TIERRA ESTÁIS EN UNO,
Y DE LAS DEMÁS VARIADAS ESTIRPES DE HOMBRES, MIS AMADORES, LOS QUE A MÍ CLAMEN, LOS QUE ME BUSQUEN, LOS QUE CONFÍEN EN MÍ, PORQUE ALLÍ LES ESCUCHARÉ SU LLANTO, SU TRISTEZA, PARA REMEDIAR PARA CURAR TODAS SUS DIFERENTES PENAS, SUS MISERIAS, SUS DOLORES…".
"ESCUCHA, PÓNLO EN TU CORAZÓN, HIJO MÍO EL MENOR, QUE NO ES NADA LO QUE TE ESPANTÓ, LO QUE TE AFLIGIÓ, QUE NO SE PERTURBE TU ROSTRO, TU CORAZÓN;
NO TEMAS ESTA ENFERMEDAD NI NINGUNA OTRA ENFERMEDAD, NI COSA PUNZANTE, AFLICTIVA.
¿NO ESTOY AQUÍ, YO, QUE SOY TU MADRE?
¿NO ESTÁS BAJO MI SOMBRA Y RESGUARDO?
¿NO SOY, YO LA FUENTE DE TU ALEGRÍA?
¿NO ESTÁS EN EL HUECO DE MI MANTO, EN EL CRUCE DE MIS BRAZOS? ¿TIENES NECESIDAD DE ALGUNA OTRA COSA?.
QUE NINGUNA OTRA COSA TE AFLIJA, TE PERTURBE; …”
Palabras de Nuestra Señora de Guadalupe a San Juan Diego, tomadas del Nican Mopohua.
miércoles, 10 de septiembre de 2014
Sólo la misericordia cambia el corazón y hace que una persona se regenere, afirmó el Papa en la Catequesis sobre la Iglesia ...De RADIO VATICANA: Traducción completa de la Catequesis del Papa en italiano
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