(RV).- (Con audio)
En la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, y por primera vez
desde el inicio de su Pontificado, el Papa Francisco celebró la Santa
Misa con el rito del matrimonio, a las 9.00 en la Basílica de San Pedro.
Se trató de un momento de gran intensidad para las veinte parejas de
novios que fueron elegidos para decir su “sí” ante el Santo Padre.
En
su homilía, el Obispo de Roma recordó que el matrimonio “es símbolo de
la vida, de la vida real”, y afirmó que no es una “novela”. Sino que es
el sacramento del amor de Cristo y de la Iglesia, “un amor que encuentra
en la Cruz su prueba y su garantía”.
El Santo Padre dirigió
asimismo su pensamiento a las parejas de esposos que “se sienten
extenuadas del camino” de la vida conyugal y familiar; en el que el
cansancio del camino se convierte en agotamiento interior; y donde
pierden el gusto del Matrimonio, porque ya no encuentran en el
Sacramento la fuente de agua, por lo que la vida cotidiana se hace
pesada, “da náusea”.
En ese momento de desorientación – dijo
Francisco recordando la enseñanza bíblica – llegaron serpientes
venenosas que mordían a la gente, y muchos murieron. Esto provocó el
arrepentimiento del pueblo, que pidió perdón a Moisés y le suplicó que
rogase al Señor que apartase las serpientes. Moisés rezó al Señor y Él
dio el remedio: una serpiente de bronce sobre un estandarte; quien la
mire, quedará sano del veneno mortal de las serpientes.
Francisco
explicó el significado de este símbolo. A saber, que Dios no acaba con
las serpientes, sino que da un “antídoto”: mediante esa serpiente de
bronce, hecha por Moisés, Dios comunica su fuerza de curación, que es su
misericordia, más fuerte que el veneno del tentador.
Y añadió
que el remedio que Dios da al pueblo vale especialmente para los esposos
que “extenuados del camino”, sienten la tentación del desánimo, de la
infidelidad, de mirar atrás y del abandono… También a ellos – dijo el
Papa – Dios Padre les entrega a su Hijo Jesús, no para condenarlos,
sino para salvarlos. Porque si confían en Él, los cura con el amor
misericordioso que brota de su Cruz, con la fuerza de una gracia que
regenera y encauza de nuevo la vida conyugal y familiar.
El Papa
Bergoglio reafirmó al final de su homilía que “el amor de Cristo puede
devolver a los esposos la alegría de caminar juntos; porque eso es el
matrimonio: un camino en común de un hombre y una mujer, en el que el
hombre tiene la misión de ayudar a su mujer a ser mejor mujer, y la
mujer tiene la misión de ayudar a su marido a ser mejor hombre”.
“Es
la reciprocidad de la diferencia – dijo Francisco –. No es un camino
llano, sin problemas, no, no sería humano. Es un viaje comprometido, a
veces difícil, a veces complicado, pero así es la vida”.
(María Fernanda Bernasconi – RV).
Texto
de la Homilía del Santo Padre Francisco en la Fiesta de la Exaltación
de la Santa Cruz, durante la Santa Misa celebrada en la Basílica de San
Pedro con el rito del Matrimonio
La prima Lectura nos habla del camino del pueblo en el desierto.
Pensemos en aquella gente en marcha, siguiendo a Moisés; eran sobre todo
familias: padres, madres, hijos, abuelos; hombres y mujeres de todas
las edades, muchos niños, con los ancianos que avanzaban con dificultad…
Este pueblo nos lleva a pensar en la Iglesia en camino por el desierto
del mundo actual, en el Pueblo de Dios, compuesto en su mayor parte por
familias.
Nos hace pensar también en las familias, en
nuestras familias, en camino, por los derroteros de la vida, por las
vicisitudes de cada día… Es incalculable la fuerza, la carga de
humanidad que hay en una familia: la ayuda mutua, la educación de los
hijos, las relaciones que maduran a medida que crecen las personas, las
alegrías y las dificultades compartidas… Las familias son el primer
lugar en que nos formamos como personas y, al mismo tiempo, son los
“ladrillos” para la construcción de la sociedad.
Volvamos
al texto bíblico. En un momento dado, “el pueblo no soportó el viaje (Nm
21, 4). Estaban cansados, no tenían agua y comían sólo “maná”, un
alimento milagroso, dado por Dios, pero que, en aquel momento de crisis,
les parecía demasiado poco. Y entonces se quejaron y protestaron contra
Dios y contra Moisés: “¿Por qué nos has sacado…?” (Cf. Nm 21,5). Es la
tentación de volver atrás, de abandonar el camino.
Esto me
lleva a pensar en las parejas de esposos que “se sienten cansadas del
camino” de la vida conyugal y familiar. El cansancio del camino se
convierte en agotamiento interior; pierden el gusto del Matrimonio, no
encuentran ya en el Sacramento la fuente de agua. La vida cotidiana se
hace pesada, y tantas veces “da náusea”.
En ese momento de
desorientación – dice la Biblia – llegaron serpientes venenosas que
mordían a la gente, y muchos murieron. Esto provocó el arrepentimiento
del pueblo, que pidió perdón a Moisés y le suplicó que rogase al Señor
que apartase las serpientes. Moisés rezó al Señor y Él dio el remedio:
una serpiente de bronce sobre un estandarte; quien la mire, quedará sano
del veneno mortal de las serpientes.
¿Qué significa este
símbolo? Dios no acaba con las serpientes, sino que da un “antídoto”:
mediante esa serpiente de bronce, hecha por Moisés, Dios comunica su
fuerza de curación, que es su misericordia, más fuerte que el veneno del
tentador.
Jesús, como hemos escuchado en el Evangelio, se
identificó con este símbolo: el Padre, por amor, lo ha “entregado” a
Él, el Hijo Unigénito, a los hombres para que tengan vida (Cf. Jn
3,13-17); y este amor inmenso del Padre lleva al Hijo a hacerse hombre, a
hacerse siervo, a morir por nosotros y a morir en una cruz; por eso el
Padre lo ha resucitado y le ha dado poder sobre todo el universo. Así se
expresa el himno de la Carta de San Pablo a los Filipenses (2, 6-11).
Quien confía en Jesús crucificado recibe la misericordia de Dios que
cura del veneno mortal del pecado.
El remedio que Dios da
al pueblo vale también, especialmente, para los esposos que,
“extenuados del camino”, son mordidos por la tentación del desánimo, de
la infidelidad, de mirar atrás, del abandono… También a ellos Dios Padre
les entrega a su Hijo Jesús, no para condenarlos, sino para salvarlos:
si confían en Él, los cura con el amor misericordioso que brota de su
Cruz, con la fuerza de una gracia que regenera y encauza de nuevo la
vida conyugal y familiar.
El amor de Jesús, que ha
bendecido y consagrado la unión de los esposos, es capaz de mantener su
amor y de renovarlo cuando humanamente se pierde, se hiere, se agota. El
amor de Cristo puede devolver a los esposos la alegría de caminar
juntos; porque eso es el matrimonio: un camino juntos de un hombre y una
mujer, en el que el hombre tiene la misión de ayudar a la mujer a ser
mejor mujer, y la mujer tiene la misión de ayudar a su marido a ser más
hombre. Esta es la misión que tienen entre ustedes. Es la reciprocidad
de la diferencia. No es un camino llano, sin problemas, no, no sería
humano. Es un viaje comprometido, a veces difícil, a veces complicado,
pero así es la vida.
En medio de esta teología que nos da
la Palabra de Dios, el pueblo en camino, también la familia en camino,
los esposos en camino, un pequeño consejo: es normal que los esposos
peleen, es normal. Siempre se hace. Pero les aconsejo que jamás terminen
la jornada sin hacer la paz. Es suficiente un pequeño gesto y así se
sigue caminando. El matrimonio es símbolo de la vida, de la vida real,
no es una “novela”. Es el sacramento del amor de Cristo y de la Iglesia,
un amor que encuentra en la Cruz su prueba y su garantía.
Les
deseo a todos ustedes un buen camino, un bello camino, un camino
fecundo. Que el amor crezca. Les deseo felicidad. Habrá cruces pero está
siempre el Señor para ayudarlos a ir adelante. Que el Señor los
bendiga.
“SÁBELO, TEN POR CIERTO, HIJO MÍO EL MÁS PEQUEÑO, QUE YO SOY LA PERFECTA SIEMPRE VIRGEN SANTA MARÍA, MADRE DEL VERDADERÍSIMO DIOS POR QUIEN SE VIVE, EL CREADOR DE LAS PERSONAS, EL DUEÑO DE LA CERCANÍA Y DE LA INMEDIACIÓN, EL DUEÑO DEL CIELO, EL DUEÑO DE LA TIERRA, MUCHO DESEO QUE AQUÍ ME LEVANTEN MI CASITA SAGRADA, EN DONDE LO MOSTRARÉ, LO ENSALZARÉ AL PONERLO DE MANIFIESTO:
LO DARÉ A LAS GENTES EN TODO MI AMOR PERSONAL, EN MI MIRADA COMPASIVA, EN MI AUXILIO, EN MI SALVACIÓN:
PORQUE YO EN VERDAD SOY VUESTRA MADRE COMPASIVA,
TUYA Y DE TODOS LOS HOMBRES QUE EN ESTA TIERRA ESTÁIS EN UNO,
Y DE LAS DEMÁS VARIADAS ESTIRPES DE HOMBRES, MIS AMADORES, LOS QUE A MÍ CLAMEN, LOS QUE ME BUSQUEN, LOS QUE CONFÍEN EN MÍ, PORQUE ALLÍ LES ESCUCHARÉ SU LLANTO, SU TRISTEZA, PARA REMEDIAR PARA CURAR TODAS SUS DIFERENTES PENAS, SUS MISERIAS, SUS DOLORES…".
"ESCUCHA, PÓNLO EN TU CORAZÓN, HIJO MÍO EL MENOR, QUE NO ES NADA LO QUE TE ESPANTÓ, LO QUE TE AFLIGIÓ, QUE NO SE PERTURBE TU ROSTRO, TU CORAZÓN;
NO TEMAS ESTA ENFERMEDAD NI NINGUNA OTRA ENFERMEDAD, NI COSA PUNZANTE, AFLICTIVA.
¿NO ESTOY AQUÍ, YO, QUE SOY TU MADRE?
¿NO ESTÁS BAJO MI SOMBRA Y RESGUARDO?
¿NO SOY, YO LA FUENTE DE TU ALEGRÍA?
¿NO ESTÁS EN EL HUECO DE MI MANTO, EN EL CRUCE DE MIS BRAZOS? ¿TIENES NECESIDAD DE ALGUNA OTRA COSA?.
QUE NINGUNA OTRA COSA TE AFLIJA, TE PERTURBE; …”
Palabras de Nuestra Señora de Guadalupe a San Juan Diego, tomadas del Nican Mopohua.
lunes, 15 de septiembre de 2014
El matrimonio es el sacramento del amor de Cristo, un amor que encuentra en la Cruz su prueba y su garantía, el Papa en su homilía de la misa con el rito del matrimonio ... Texto de la Homilía
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