¿NO ESTOY YO AQUÍ QUE SOY TU MADRE?
“SÁBELO, TEN POR CIERTO, HIJO MÍO EL MÁS PEQUEÑO, QUE YO SOY LA PERFECTA SIEMPRE VIRGEN SANTA MARÍA, MADRE DEL VERDADERÍSIMO DIOS POR QUIEN SE VIVE, EL CREADOR DE LAS PERSONAS, EL DUEÑO DE LA CERCANÍA Y DE LA INMEDIACIÓN, EL DUEÑO DEL CIELO, EL DUEÑO DE LA TIERRA, MUCHO DESEO QUE AQUÍ ME LEVANTEN MI CASITA SAGRADA, EN DONDE LO MOSTRARÉ, LO ENSALZARÉ AL PONERLO DE MANIFIESTO: LO DARÉ A LAS GENTES EN TODO MI AMOR PERSONAL, EN MI MIRADA COMPASIVA, EN MI AUXILIO, EN MI SALVACIÓN: PORQUE YO EN VERDAD SOY VUESTRA MADRE COMPASIVA, TUYA Y DE TODOS LOS HOMBRES QUE EN ESTA TIERRA ESTÁIS EN UNO, Y DE LAS DEMÁS VARIADAS ESTIRPES DE HOMBRES, MIS AMADORES, LOS QUE A MÍ CLAMEN, LOS QUE ME BUSQUEN, LOS QUE CONFÍEN EN MÍ, PORQUE ALLÍ LES ESCUCHARÉ SU LLANTO, SU TRISTEZA, PARA REMEDIAR PARA CURAR TODAS SUS DIFERENTES PENAS, SUS MISERIAS, SUS DOLORES…". "ESCUCHA, PÓNLO EN TU CORAZÓN, HIJO MÍO EL MENOR, QUE NO ES NADA LO QUE TE ESPANTÓ, LO QUE TE AFLIGIÓ, QUE NO SE PERTURBE TU ROSTRO, TU CORAZÓN; NO TEMAS ESTA ENFERMEDAD NI NINGUNA OTRA ENFERMEDAD, NI COSA PUNZANTE, AFLICTIVA. ¿NO ESTOY AQUÍ, YO, QUE SOY TU MADRE? ¿NO ESTÁS BAJO MI SOMBRA Y RESGUARDO? ¿NO SOY, YO LA FUENTE DE TU ALEGRÍA? ¿NO ESTÁS EN EL HUECO DE MI MANTO, EN EL CRUCE DE MIS BRAZOS? ¿TIENES NECESIDAD DE ALGUNA OTRA COSA?. QUE NINGUNA OTRA COSA TE AFLIJA, TE PERTURBE; …” Palabras de Nuestra Señora de Guadalupe a San Juan Diego, tomadas del Nican Mopohua.

martes, 6 de diciembre de 2016

NOVENA BÍBLICA EN HONOR A NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE DÍA SEXTO, 08 DE DICIEMBRE

 Puesto de rodillas delante de NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE, hecha la Señal de la Cruz, se dice el siguiente:

ACTO DE CONTRICCIÓN

Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador y Redentor mío, por ser vos quien sois, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido. Propongo enmendarme y confesarme a su tiempo y ofrezco cuanto hiciere en satisfacción de mis pecados, y confío en vuestra bondad y misericordia infinita, que me perdonéis y me des gracia para nunca más pecar. Así lo espero por intercesión de mi Madre, nuestra Señora la Virgen de Guadalupe. Amén.

ORACIÓN INICIAL DEL PAPA JUAN PABLO II A
NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE.

¡Oh Virgen Inmaculada, Madre del verdadero Dios y Madre de la Iglesia!  Tú, que desde este lugar manifiestas tu clemencia y tu compasión a todos los que solicitan tu amparo; escucha la oración que con filial confianza te dirigimos y preséntala ante tu Hijo Jesús, único Redentor nuestro. Madre de misericordia, Maestra del sacrificio escondido y silencioso, a ti, que sales al encuentro de nosotros, los pecadores, te consagramos en este día todo nuestro ser y todo nuestro amor. Te consagramos también nuestra vida, nuestros trabajos, nuestras alegrías, nuestras enfermedades y nuestros dolores. Da la paz, la justicia y la prosperidad a nuestros pueblos; ya que todo lo que tenemos y somos lo ponemos bajo tu cuidado, Señora y Madre nuestra. Queremos ser totalmente tuyos y recorrer contigo el camino de una plena felicidad a Jesucristo en su Iglesia: no nos sueltes de tu mano amorosa. Virgen de Guadalupe, Madre de las Américas, te pedimos por todos los Obispos, para que conduzcan a los fieles por senderos de intensa vida cristiana, de amor y de humilde servicio a Dios y a las almas. Contempla esta inmensa mies, e intercede para que el Señor infunda hambre de santidad en todo el Pueblo de Dios, y otorgue abundantes vocaciones de sacerdotes y religiosos, fuertes en la Fe, y celosos dispensadores de los misterios de Dios. Concede a nuestros hogares la gracia de amar y de respetar la vida que comienza, con el mismo amor con el que concebiste en tu seno la vida del Hijo de Dios. Virgen Santa María, Madre del Amor Hermoso, protege a nuestras familias, para que estén siempre muy unidas, y bendice la educación de nuestros hijos.
Esperanza nuestra, míranos con compasión, enséñanos a ir continuamente a Jesús y, si caemos, ayúdanos a levantarnos, a volver a Él, mediante la confesión de nuestras culpas y pecados en el Sacramento de la Penitencia, que trae sosiego al alma.
Te suplicamos que nos concedas un amor muy grande a todos los Santos Sacramentos, que son como las huellas que tu Hijo nos dejó en la tierra.
Su Santidad Juan Pablo II (México, enero de 1979. Visitando su Basílica  en su primer viaje al extranjero como Papa).

CONSIDERACIONES DEL SEXTO DÍA

MARÍA, CORREDENTORA CON CRISTO

LECTURA BÍBLICA: SAN LUCAS 2:25-35

Había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, justo y piadoso, que esperaba la consolación de Israel, y el Espíritu Santo estaba en él. Le había sido revelado por el Espíritu Santo de que no vería la muerte antes de ver al Cristo del Señor. Movido del Espíritu, vino al templo, y al entrar los padres con el Niño Jesús para cumplir lo que prescribe la Ley sobre Él, Simeón le tomó en sus brazos y, bendiciendo a Dios, dijo:

“Ahora, Señor, puedes ya dejar ir a tu siervo en paz, según tu palabra; porque han visto mis ojos tu salud, la que has preparado ante la faz de todos los pueblos; Luz para iluminación de las gentes y gloria de tu pueblo, Israel”.
Su padre y su madre estaban maravillados de las cosas que se decían de Él. Simeón los bendijo y dijo a María, su madre:
“Puesto está para caída y levantamiento de muchos en Israel y para signo de contradicción; y una espada atravesará tu alma para que se descubran los pensamientos de muchos corazones”.
Palabra del Señor… Gloria a Ti Señor Jesús

CONSIDERACIONES:

Un hombre justo y piadoso, llamado Simeón, aparece al comienzo del “itinerario” de la Fe de María. Sus palabras, sugeridas por el Espíritu Santo (cf. Lucas 2, 25-27), confirman la verdad de la Anunciación.
Leemos, en efecto, que “tomó en brazos” al Niño, al que —según la orden del Ángel— “se le dio el nombre de Jesús” (cf. Lucas 2, 21). El discurso de Simeón es conforme al significado de este nombre, que quiere decir Salvador: “Dios es la Salvación”. Vuelto al Señor, dice lo siguiente: “Porque han visto mis ojos tu Salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel” (Lucas 2, 30-32).
Al mismo tiempo, sin embargo, Simeón se dirige a María con estas palabras: “Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción … a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones”;
y añade con referencia directa a María:
“y a ti misma una espada te atravesará el alma” (Lucas 2, 34-35).
Las palabras de Simeón dan nueva Luz al Anuncio que María ha oído del Ángel: Jesús es el Salvador, es “Luz para iluminar” a los hombres.
¿No es aquel que se manifestó, en cierto modo, en la Nochebuena, cuando los pastores fueron al establo?
¿No es aquel que debía manifestarse todavía más con la llegada de los Magos del Oriente? (cf. Mateo 2, 1-12).
Al mis­mo tiempo, sin embargo, ya al comienzo de su vida, el Hijo de María —y con Él su Madre— experimentarán en sí mismos la verdad de las restantes palabras de Simeón: “Señal de con­tradicción” (Lucas 2, 34). El anuncio de Simeón parece como un segundo Anuncio a María, dado que le indica la concreta dimensión histórica
en la cual el Hijo cumplirá su Misión, es decir en la incomprensión y
en el dolor. Si por un lado, este anuncio confirma su Fe en el cumplimiento de las promesas divinas de la salvación, por otro, le revela también que deberá vivir en el sufrimiento su obediencia
de fe al lado del Salvador que sufre, y que su maternidad será
oscura y dolorosa.

ORACIÓN DE PETICIÓN

Soberana Reina de los Ángeles y Señora nuestra: nosotros miserables pecadores, hemos entendido lo mucho que os agrada el culto de vuestra prodigiosa Imagen de Guadalupe y el de sus copias; Vos, Señora, lo estáis manifestando de continuo en la piedad liberalísima con que socorréis a cuantos os buscan en ella. Esto nos infunde tanto aliento y confianza que, sin reparar en nuestra miseria, venimos a las puertas de vuestra misericordia, como va un hijo necesitado a la más tierna de las madres, en la confianza de que hallaremos consuelo, donde todo el mundo tiene pronto y seguro despacho. En vuestra piedad fiamos, y con toda el alma os pedimos que nos alcancéis la luz y gracia para hacer buenas confesiones y corregir nuestra vida; y por añadidura la merced que os pedimos en esta Novena, o una gran conformidad si no fuere del agrado de vuestro Hijo, en honra vuestra y para nuestra salvación. Amén.

Pídase la gracia que se desea alcanzar…

Récese cuatro Salves en memoria de las cuatro apariciones 

ORACIÓN FINAL

Virgen Santísima de Guadalupe, Madre de Dios, Señora y Madre nuestra!  Venos aquí postrados ante tu Santa imagen, que nos dejaste estampada en la tilma de Juan Diego, como prenda de amor, bondad y misericordia.  Aún siguen resonando las palabras que dijiste a Juan con inefable ternura: “Hijo mío queridísimo, Juan a quien amo como a un pequeñito y delicado,”  cuando radiante de hermosura te presentaste ante su vista en el cerro del Tepeyac.  Haz que merezcamos oír en el fondo del alma esas mismas palabras.
Sí, eres nuestra Madre; la Madre de Dios es nuestra Madre, la más tierna, la más compasiva. Y para ser nuestra Madre y cobijarnos bajo el manto de tu protección te quedaste en tu imagen de Guadalupe.
Virgen Santísima de Guadalupe, muestra que eres nuestra Madre. Defiéndenos en las tentaciones, consuélanos en las tristezas, y ayúdanos en todas nuestras necesidades. En los peligros, en las enfermedades, en las persecuciones, en las amarguras, en los abandonos, en la hora de nuestra muerte, míranos
            con ojos compasivos y no te separes jamás de nosotros.

Amén

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