¿NO ESTOY YO AQUÍ QUE SOY TU MADRE?
“SÁBELO, TEN POR CIERTO, HIJO MÍO EL MÁS PEQUEÑO, QUE YO SOY LA PERFECTA SIEMPRE VIRGEN SANTA MARÍA, MADRE DEL VERDADERÍSIMO DIOS POR QUIEN SE VIVE, EL CREADOR DE LAS PERSONAS, EL DUEÑO DE LA CERCANÍA Y DE LA INMEDIACIÓN, EL DUEÑO DEL CIELO, EL DUEÑO DE LA TIERRA, MUCHO DESEO QUE AQUÍ ME LEVANTEN MI CASITA SAGRADA, EN DONDE LO MOSTRARÉ, LO ENSALZARÉ AL PONERLO DE MANIFIESTO: LO DARÉ A LAS GENTES EN TODO MI AMOR PERSONAL, EN MI MIRADA COMPASIVA, EN MI AUXILIO, EN MI SALVACIÓN: PORQUE YO EN VERDAD SOY VUESTRA MADRE COMPASIVA, TUYA Y DE TODOS LOS HOMBRES QUE EN ESTA TIERRA ESTÁIS EN UNO, Y DE LAS DEMÁS VARIADAS ESTIRPES DE HOMBRES, MIS AMADORES, LOS QUE A MÍ CLAMEN, LOS QUE ME BUSQUEN, LOS QUE CONFÍEN EN MÍ, PORQUE ALLÍ LES ESCUCHARÉ SU LLANTO, SU TRISTEZA, PARA REMEDIAR PARA CURAR TODAS SUS DIFERENTES PENAS, SUS MISERIAS, SUS DOLORES…". "ESCUCHA, PÓNLO EN TU CORAZÓN, HIJO MÍO EL MENOR, QUE NO ES NADA LO QUE TE ESPANTÓ, LO QUE TE AFLIGIÓ, QUE NO SE PERTURBE TU ROSTRO, TU CORAZÓN; NO TEMAS ESTA ENFERMEDAD NI NINGUNA OTRA ENFERMEDAD, NI COSA PUNZANTE, AFLICTIVA. ¿NO ESTOY AQUÍ, YO, QUE SOY TU MADRE? ¿NO ESTÁS BAJO MI SOMBRA Y RESGUARDO? ¿NO SOY, YO LA FUENTE DE TU ALEGRÍA? ¿NO ESTÁS EN EL HUECO DE MI MANTO, EN EL CRUCE DE MIS BRAZOS? ¿TIENES NECESIDAD DE ALGUNA OTRA COSA?. QUE NINGUNA OTRA COSA TE AFLIJA, TE PERTURBE; …” Palabras de Nuestra Señora de Guadalupe a San Juan Diego, tomadas del Nican Mopohua.

domingo, 11 de diciembre de 2016

NOVENA BÍBLICA EN HONOR A NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE DÍA OCTAVO, 10 DE DICIEMBRE

Puesto de rodillas delante de NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE, hecha la Señal de la Cruz, se dice el siguiente:

ACTO DE CONTRICIÓN

Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador y Redentor mío, por ser vos quien sois, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido. Propongo enmendarme y confesarme a su tiempo y ofrezco cuanto hiciere en satisfacción de mis pecados, y confío en vuestra bondad y misericordia infinita, que me perdonéis y me des gracia para nunca más pecar. Así lo espero por intercesión de mi Madre, nuestra Señora la Virgen de Guadalupe. Amén.

ORACIÓN INICIAL DEL PAPA JUAN PABLO II A
NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE.

¡Oh Virgen Inmaculada, Madre del verdadero Dios y Madre de la Iglesia!  Tú, que desde este lugar manifiestas tu clemencia y tu compasión a todos los que solicitan tu amparo; escucha la oración que con filial confianza te dirigimos y preséntala ante tu Hijo Jesús, único Redentor nuestro. Madre de misericordia, Maestra del sacrificio escondido y silencioso, a ti, que sales al encuentro de nosotros, los pecadores, te consagramos en este día todo nuestro ser y todo nuestro amor. Te consagramos también nuestra vida, nuestros trabajos, nuestras alegrías, nuestras enfermedades y nuestros dolores. Da la paz, la justicia y la prosperidad a nuestros pueblos; ya que todo lo que tenemos y somos lo ponemos bajo tu cuidado, Señora y Madre nuestra. Queremos ser totalmente tuyos y recorrer contigo el camino de una plena felicidad a Jesucristo en su Iglesia: no nos sueltes de tu mano amorosa. Virgen de Guadalupe, Madre de las Américas, te pedimos por todos los Obispos, para que conduzcan a los fieles por senderos de intensa vida cristiana, de amor y de humilde servicio a Dios y a las almas. Contempla esta inmensa mies, e intercede para que el Señor infunda hambre de santidad en todo el Pueblo de Dios, y otorgue abundantes vocaciones de sacerdotes y religiosos, fuertes en la Fe, y celosos dispensadores de los misterios de Dios. Concede a nuestros hogares la gracia de amar y de respetar la vida que comienza, con el mismo amor con el que concebiste en tu seno la vida del Hijo de Dios. Virgen Santa María, Madre del Amor Hermoso, protege a nuestras familias, para que estén siempre muy unidas, y bendice la educación de nuestros hijos.
Esperanza nuestra, míranos con compasión, enséñanos a ir continuamente a Jesús y, si caemos, ayúdanos a levantarnos, a volver a Él, mediante la confesión de nuestras culpas y pecados en el Sacramento de la Penitencia, que trae sosiego al alma.
Te suplicamos que nos concedas un amor muy grande a todos los Santos Sacramentos, que son como las huellas que tu Hijo nos dejó en la tierra.
Su Santidad Juan Pablo II (México, enero de 1979. Visitando su Basílica  en su primer viaje al extranjero como Papa).

CONSIDERACIONES DEL OCTAVO DÍA

MARÍA, MEDIANERA DE TODAS LAS GRACIAS

LECTURA BÍBLICA: EVANGELIO DE SAN JUAN 2:1-11
Gloria a Ti Señor

Al tercer día hubo una boda en Caná de Galilea, y estaba ahí la Madre de Jesús. Fue invitado también Jesús con sus discípulos a la boda.
No tenían vino, porque el vino de la boda se había acabado.
En esto dijo la Madre de Jesús a éste:
“No tienen vino“. Díjole Jesús: “Mujer, qué nos va a mí y a ti?
No es aún llegada mi hora”. Dijo la madre a los servidores:
Haced lo que Él os diga.
Había ahí seis tinajas de piedra para las purificaciones de los judíos, en cada una de las cuales cabían dos o tres metretas. Díjoles Jesús: “Llenad las tinajas de agua”. Las llenaron hasta el borde, y Él les dijo: “Sacad ahora y llevadlo al maestresala”. Se lo llevaron, y
luego que el maestresala probó el agua convertida en vino—él no sabía de dónde venía, pero lo sabían los servidores, que habían sacado el agua—, llamó al novio y le dijo: Todos sirven primero el
vino bueno, y cuando están ya bebidos, el peor; pero tú has guardado hasta ahora el vino mejor. Este fue el primer milagro que hizo Jesús, en Caná de Galilea, y manifestó su Gloria y creyeron en Él.
Palabra del Señor … Gloria a Ti Señor Jesús

CONSIDERACIONES:

María está presente en Caná de Galilea como Madre de Jesús, y de modo significativo contri­buye a aquel “comienzo de las señales”, que revelan el poder Mesiánico de su Hijo. He aquí que:
“como faltaba vino, le dice a Jesús su Madre: no tienen vino. Jesús le responde: “¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora” (Juan 2, 3-4). En el Evangelio de Juan aquella “hora” significa el momento determinado por el Padre, en el que el Hijo realiza su obra y debe ser Glorificado (cf. Juan 7, 30; 8, 20; 12, 23. 27; 13, 1; 17, 1; 19, 27).
Aunque la respuesta de Jesús a su Madre parezca como un rechazo (sobre todo si se mira, más que a la pregunta, a aquella decidida afirmación: “Toda vía no ha llegado mi hora”), a pesar de esto María se dirige a los criados y les dice: “Haced lo que él os diga” (Juan 2, 5). Entonces Jesús ordena a los criados llenar de agua las tinajas,
y el agua se convierte en vino, mejor del que se había servido
antes a los invitados al banquete nupcial.
En esta página del Evangelio de Juan encontramos como un primer indicio de la verdad sobre la solicitud Materna de María. Esta verdad ha encontrado su expresión en el magisterio del Concilio Vaticano II. Es importante señalar como la función Materna de María es ilustrada en su relación con la Mediación de Cristo. En efecto, leemos lo siguiente: “La Misión Maternal de María hacia los hombres de ninguna manera oscurece ni disminuye esta única Mediación de Cristo, sino más bien muestra su eficacia”, porque “hay un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también” (1 Tm 2, 5). …El hecho de Caná de Galilea, nos ofrece como una predicción de la Mediación de María, orientada plenamente hacia Cristo y encaminada a la Revelación de su Poder Salvífico.
Por el texto joánico parece que se trata de una Mediación Maternal. Como proclama el Con­cilio: María “es nuestra Madre en el orden de la gracia”. Esta maternidad en el orden de la gracia ha surgido de su misma Maternidad divina, porque siendo, por disposición de la divina providencia, madre-nodriza del Divino Redentor se ha convertido de “forma singular en la gene­rosa colaboradora entre todas las criaturas y la humilde esclava del Señor” y que “cooperó … por la Obediencia, la Fe, la Esperanza y la encendida Caridad, en la restauración de la vida sobre­natural de las almas”.
“Y esta maternidad de María perdura sin cesar en la economía de la gracia… hasta la consumación de todos los elegidos”.

ORACIÓN DE PETICIÓN

Soberana Reina de los Ángeles y Señora nuestra: nosotros miserables pecadores, hemos entendido lo mucho que os agrada el culto de vuestra prodigiosa Imagen de Guadalupe y el de sus copias; Vos, Señora, lo estáis manifestando de continuo en la piedad liberalísima con que socorréis a cuantos os buscan en ella. Esto nos infunde tanto aliento y confianza que, sin reparar en nuestra miseria, venimos a las puertas de vuestra misericordia, como va un hijo necesitado a la más tierna de las madres, en la confianza de que hallaremos consuelo, donde todo el mundo tiene pronto y seguro despacho. En vuestra piedad fiamos, y con toda el alma os pedimos que nos alcancéis la luz y gracia para hacer buenas confesiones y corregir nuestra vida; y por añadidura la merced que os pedimos en esta Novena, o una gran conformidad si no fuere del agrado de vuestro Hijo, en honra vuestra y para nuestra salvación. Amén.

Pídase la gracia que se desea alcanzar…

Récese cuatro Salves en memoria de las cuatro apariciones  

ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS

Virgen Santísima de Guadalupe, Madre de Dios, Señora y Madre nuestra!  Venos aquí postrados ante tu Santa imagen, que nos dejaste estampada en la tilma de Juan Diego, como prenda de amor, bondad y misericordia.  Aún siguen resonando las palabras que dijiste a Juan con inefable ternura: “Hijo mío queridísimo, Juan a quien amo como a un pequeñito y delicado,”  cuando radiante de hermosura te presentaste ante su vista en el cerro del Tepeyac.  Haz que merezcamos oír en el fondo del alma esas mismas palabras.
Sí, eres nuestra Madre; la Madre de Dios es nuestra Madre, la más tierna, la más compasiva. Y para ser nuestra Madre y cobijarnos bajo el manto de tu protección te quedaste en tu imagen de Guadalupe.
Virgen Santísima de Guadalupe, muestra que eres nuestra Madre. Defiéndenos en las tentaciones, consuélanos en las tristezas, y ayúdanos en todas nuestras necesidades. En los peligros, en las enfermedades, en las persecuciones, en las amarguras, en los abandonos, en la hora de nuestra muerte, míranos
            con ojos compasivos y no te separes jamás de nosotros.
Amén


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