(RV) .- (Con audio)
En el Decimonoveno Domingo del tiempo ordinario , la plaza de San
Pedro volvió a acoger a miles de peregrinos y fieles provenientes de
diversas partes del mundo. Puntualmente el Santo Padre se asomó a la
ventana de su estudio en el palacio pontificio para rezar la oración
mariana del Ángelus dominical, y, antes de la oración, Francisco comentó
el tema del Evangelio de hoy que nos presenta el episodio de Jesús que
camina sobre las aguas del lago, después de la multiplicación de los
panes y los pescados. Después de despedir a la multitud, Jesús se retira
a rezar, mientras en el lago se desata una gran tempestad, y en medio
de esta tormenta el Señor alcanza a los discípulos caminando sobre las
aguas del lago.
Ellos se asustan pero Él los tranquiliza diciéndoles:
Soy Yo, ¡No tengan miedo! A lo que Pedro responde “Señor, si eres tú,
mándame ir a tu encuentro sobre el agua”. Jesús lo llama y Pedro,
bajando de la barca, comienza a caminar sobre el agua en dirección a él.
Pero al ver la violencia del viento, tiene miedo, y como empezaba a
hundirse, grita: ¡Señor sálvame! Jesús entonces, le tiende su mano y lo
sostiene, mientras le dice: “Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?”
El
Papa, reflexionando sobre la actitud de fe del apóstol Pedro, que lo
lleva a cumplir cosas extraordinarias, señala que comienza a hundirse en
el momento en que quita su mirada de Jesús: en ese momento el apóstol
se deja arrollar por las adversidades que lo circundan. Por ello, dijo
el Pontífice, en el personaje de Pedro se describe nuestra fe: frágil y
pobre, inquieta y victoriosa, que camina al encuentro de Jesús
resucitado en medio de la tempestad y de los peligros del mundo.
Francisco
evidencia también la escena final, cuando suben a la barca y el viento
cesa: los discípulos, que se sentían aterrorizados y pequeños, se
vuelven grandes en el momento en que se arrodillan ante Jesús y lo
reconocen como Hijo de Dios . Esta es una imagen eficaz de la Iglesia,
dice el Sucesor de Pedro: La fe nos da la seguridad de la presencia de
Jesús siempre a nuestro lado, y nos permite caminar también en la
oscuridad y a través de los momentos de dificultad.
(GM - RV)
Texto completo de la reflexión del Papa antes del rezo a la Madre de Dios:
Queridos hermanos y hermanas,
¡Buenos días!
El
Evangelio de hoy nos presenta el episodio de Jesús que camina sobre las
aguas del lago. Después de la multiplicación de los panes y de los
peces, Él invita a los discípulos a subirse en una barca y a esperarlo
en la otra orilla, mientras Él despide a la gente y luego se retira a
rezar en la montaña hasta la noche. Mientras tanto en el lago se desata
una fuerte tormenta, y es ahí, en medio de la tormenta que Jesús llega a
la barca de los discípulos, caminando sobre las aguas del lago. Cuando
lo ven, los discípulos se asustan, piensan que es un fantasma, pero Él
los tranquiliza: “¡Animo, soy yo, no tengan miedo!” Pedro, con su típico
impulso, le pide casi una prueba: “Señor, si eres tú, ordéname de ir
hacia ti caminado sobre las aguas”; y Jesús le dice: “¡Ven!”. Pedro baja
de la barca y se pone a caminar sobre las aguas; pero el fuerte viento
lo embiste y comienza a hundirse. Entonces grita: “¡Señor, sálvame!”, y
Jesús le tiende la mano y lo saca.
Esta narración es una bella imagen
de la fe del apóstol Pedro. En la voz de Jesús que le dice: “¡Ven!”, él
reconoce el eco del primer encuentro sobre la orilla de ese mismo lago,
y luego, una vez más, deja la barca y va hacia el maestro. ¡Y camina
sobre las aguas! La respuesta confiada y rápida a la llamada del Señor
hace realizar siempre cosas extraordinarias. Pero, Jesús mismo nos decía
que nosotros somos capaces de hacer milagros con nuestra fe, fe en Él,
fe en su palabra, fe en su voz. En cambio, Pedro comienza a hundirse en
el momento que deja de mirar a Jesús y se deja envolver por las
adversidades que lo rodean. Pero el Señor esta siempre ahí, y cuando
Pedro lo llama, Jesús lo salva del peligro. En el personaje de Pedro,
con sus impulsos y sus debilidades, es descrita nuestra fe: siempre
frágil y pobre, inquieta y todavía victoriosa, la fe del cristiano
camina al encuentro del Señor resucitado, en medio de las tormentas y
los peligros del mundo.
También es muy importante la escena final.
“apenas subieron en la barca, el viento cesó. Aquellos que estaban en la
barca se prostraron delante de Él, diciendo: “¡de verdad tu eres el
Hijo de Dios!”. En la barca están todos los discípulos, acomunados por
la experiencia de la debilidad, de la duda, del miedo, “de la poca fe”.
Pero cuando sobre aquella barca sube Jesús, el clima cambia en seguida:
todos se sienten unidos en la fe en Él. Todos los pequeños y
atemorizados se hacen grandes en el momento en el cual se arrojan de
rodillas y reconocen en su maestro que es el Hijo de Dios. Cuantas veces
también a nosotros nos sucede lo mismo, sin Jesús, lejos de Jesús nos
sentimos temerosos, inadecuados a tal punto de pensar que no podemos
salir adelante, ¡falta la fe!. Pero Jesús está siempre con nosotros, tal
vez escondido, pero siempre presente y listo para socorrernos.
Esta
es una imagen clara de la Iglesia: una barca que debe afrontar la
tormenta y a veces parece que va a ser hundida. Lo que la salva no es la
calidad o el valor de sus hombres, sino la fe, que le permite caminar
incluso en la oscuridad, en medio de las dificultades. La fe nos da la
seguridad de la presencia de Jesús siempre al lado, que nos tiene de la
mano para alejarnos del peligro. Todos nosotros estamos sobre esta
barca, y aquí nos sentimos seguros no obstante nuestros límites y
nuestras debilidades. Estamos seguros sobre todo cuando sabemos ponernos
de rodillas y adorar a Jesús, ¡adorar a Jesús!, el único Señor de
nuestra vida. A esto nos llama siempre nuestra Madre, la Virgen. A ella
nos dirigimos con confianza.
(RM-RV)
“SÁBELO, TEN POR CIERTO, HIJO MÍO EL MÁS PEQUEÑO, QUE YO SOY LA PERFECTA SIEMPRE VIRGEN SANTA MARÍA, MADRE DEL VERDADERÍSIMO DIOS POR QUIEN SE VIVE, EL CREADOR DE LAS PERSONAS, EL DUEÑO DE LA CERCANÍA Y DE LA INMEDIACIÓN, EL DUEÑO DEL CIELO, EL DUEÑO DE LA TIERRA, MUCHO DESEO QUE AQUÍ ME LEVANTEN MI CASITA SAGRADA, EN DONDE LO MOSTRARÉ, LO ENSALZARÉ AL PONERLO DE MANIFIESTO:
LO DARÉ A LAS GENTES EN TODO MI AMOR PERSONAL, EN MI MIRADA COMPASIVA, EN MI AUXILIO, EN MI SALVACIÓN:
PORQUE YO EN VERDAD SOY VUESTRA MADRE COMPASIVA,
TUYA Y DE TODOS LOS HOMBRES QUE EN ESTA TIERRA ESTÁIS EN UNO,
Y DE LAS DEMÁS VARIADAS ESTIRPES DE HOMBRES, MIS AMADORES, LOS QUE A MÍ CLAMEN, LOS QUE ME BUSQUEN, LOS QUE CONFÍEN EN MÍ, PORQUE ALLÍ LES ESCUCHARÉ SU LLANTO, SU TRISTEZA, PARA REMEDIAR PARA CURAR TODAS SUS DIFERENTES PENAS, SUS MISERIAS, SUS DOLORES…".
"ESCUCHA, PÓNLO EN TU CORAZÓN, HIJO MÍO EL MENOR, QUE NO ES NADA LO QUE TE ESPANTÓ, LO QUE TE AFLIGIÓ, QUE NO SE PERTURBE TU ROSTRO, TU CORAZÓN;
NO TEMAS ESTA ENFERMEDAD NI NINGUNA OTRA ENFERMEDAD, NI COSA PUNZANTE, AFLICTIVA.
¿NO ESTOY AQUÍ, YO, QUE SOY TU MADRE?
¿NO ESTÁS BAJO MI SOMBRA Y RESGUARDO?
¿NO SOY, YO LA FUENTE DE TU ALEGRÍA?
¿NO ESTÁS EN EL HUECO DE MI MANTO, EN EL CRUCE DE MIS BRAZOS? ¿TIENES NECESIDAD DE ALGUNA OTRA COSA?.
QUE NINGUNA OTRA COSA TE AFLIJA, TE PERTURBE; …”
Palabras de Nuestra Señora de Guadalupe a San Juan Diego, tomadas del Nican Mopohua.
domingo, 10 de agosto de 2014
Pedro comienza a hundirse en el momento que deja de mirar a Jesús y se deja envolver por las adversidades, el Papa en el Ángelus ...Texto completo de la reflexión del Papa antes del rezo a la Madre de Dios:
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