"Ustedes, los que van por el camino, deténganse
a pensar si hay dolor como el mío? que tanto me hace sufrir!" (Juan
19:31-34; Lamentaciones 1:12)
Como rezar este rosario:
Para continuación encontrara una descripción de este sorprendente rosario,
según la misma Virgen María le enseño a Marie-Claire en Kibeho. Puede ser
rezado en voz alta o meditado en silencio, solo o con otras personas; la clave
es que las oraciones, reflexiones y meditaciones, provengan de las
profundidades de su corazón. Es importante que en cada misterio de dolor, se
tome un momento para meditar en la magnitud del sufrimiento de María y en el
poder de su amor.
ORACIONES PREPARATORIAS:
ORACIÓN INTRODUCTORA:
mío te ofrezco este rosario para tu Gloria, en
honor de tu Santísima Madre, la Virgen Santa, para compartir y meditar en su
sufrimiento. Te ruego con humildad que me ayudes a arrepentirme de corazón de
mis pecados, sabiduría. Amen.
ACTO DE CONTRICIÓN:
Oh mi Dios,
siento profundamente haberte ofendido y detesto todos mis pecados porque me
horroriza la pérdida del cielo y los dolores del infierno; pero, más que nada,
porque te he ofendido, Dios mío, tu eres toda bondad y gran merecedor de todo
mi amor. Deseo firmemente, con la ayuda de tu gracia, confesar mis pecados,
hacer penitencia y enmendar mi vida. Amén.
---Por cada una de las siguientes tres cuentas diga un Ave
María, para dar gracias a Dios por las lagrimas de nuestra Madre Dolorosa, y
por nuestras lagrimas con las de Ella.
---Antes de cada misterio, diga: Madre Misericordiosa,
recuérdanos siempre los sufrimientos de tu Hijo, Jesús.
PRIMER MISTERIO DOLOROSO: La Profecía de Simeón (Lucas 2:22-35)
Cuando se cumplieron los días para la purificación
de ellos, según la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarle al
Señor (como está escrito en la Ley del Señor: TODO VARON QUE ABRA LA MATRIZ
SERA LLAMADO SANTO PARA EL SEÑOR), y para ofrecer un sacrificio conforme a lo
dicho en la Ley del Señor: UN PAR DE TORTOLAS O DOS PICHONES
Allí, el viejo sacerdote Simeón sostuvo al bebe Jesús en sus
brazos, mientras el Espíritu Santo inundaba su corazón. Simeón reconoció a
Jesús como el Salvador prometido y lo levanto hacia el cielo, dando gracias a
Dios, por concederle haber vivido lo suficiente para contemplar al Mesías.
"Ahora tu siervo puede morir en paz, mi Señor", dijo. Simeón
los bendijo, y dijo a su madre María: He aquí, este niño ha sido puesto para la
caída y el levantamiento de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción
35 (y una espada traspasará aun tu propia alma) a fin de que sean revelados los
pensamientos de muchos corazones.
La Virgen María, sabiendo que había dado luz al Salvador de la
humanidad, comprendió y acepto de inmediato la profecía de Simeón. A
pesar de sentirse profundamente conmovida por la gracia de haber concebido a
Jesús, su corazón permaneció turbado y confuso, porque sabía lo que se había
escrito sobre los tormentos y la muerte consecuente del Salvador. Cuando
observaba a su Hijo, recordaba constantemente los sufrimientos a los cuales
sería sometido, convirtiendo estos en sus propios sufrimientos.
ORACIÓN:
Querida
Madre María, cuyo corazón sufrió por nuestra causa más allá de lo soportable,
enséñanos a sufrir contigo y con amor, y aceptar todo el sufrimiento que Dios
considere necesario enviarnos. Permítenos sufrir, y que nuestro sufrimiento sea
conocido solo por Dios, como el tuyo y el de Jesús. No permitas que el mundo
vea nuestro dolor si no que se convierta en algo más significativo, cuya
finalidad sirva para expiar por los pecados del mundo. Tu Madre que sufriste
con el Salvador de la humanidad, te ofrecemos nuestro sufrimiento y el
sufrimiento del mundo, porque somos tus hijos. Une esos sufrimientos a los
tuyos y a los de Nuestro Señor Jesucristo, Y luego ofréceselos a Dios Padre,
para que El conozca a su criatura. Eres la Madre más grandiosa del mundo.
Diga un Padre Nuestro y 7 Ave Maria's...
SEGUNDO MISTERIO DOLOROSO: La huida a Egipto (Mateo
2:13-15)
Cuando José le revelo las palabras del ángel, María sintió un vuelco en su
corazón y gran consternación: debían levantarse rápido y huir a Egipto porque
Herodes quería matar a Jesús. La Virgen apenas tuvo tiempo para decidir que
dejar y que llevarse; tomo al niño en sus brazos y dejo atrás todo lo
demás, precipitándose ante José para apresurarse según los deseo de Dios. Luego
dijo: “A pesar de que Dios tiene poder sobre todas las cosas, El desea que
huyamos a Egipto con Jesús, Su Hijo. Dios nos mostrara el camino y llegaremos
sin ser atrapados por el enemigo."
Como la Virgen era la Madre de Jesús, ella lo amaba más que nadie. Su Corazón
estaba profundamente consternado al ver la incomodidad de su pequeño hijo, y
sufrió mucho porque este temblaba de frío. A pesar del cansancio, el hambre y
el sueño que ella y su esposo sintieron en este largo viaje, la única
preocupación de María era la seguridad y la comodidad de su hijo. Temía
encontrarse frente a frente a los soldados a quienes les habían ordenado matar
a Jesús, porque estaba consciente de que el enemigo estaba todavía en Belén.
Durante este viaje, su Corazón se mantuvo en constante angustia. También sabía
que a donde se dirigían, no encontrarían caras amistosas esperándoles.
ORACIÓN:
Querida
Madre María, que has sufrido tanto, danos tu valeroso Corazón. Danos la
Fortaleza para que seamos valientes como tu y aceptemos con amor el sufrimiento
que Dios nos envía en nuestro caminar. Ayúdanos también a aceptar todo el
sufrimiento que nos infligimos a nosotros mismos y el sufrimiento infligido a
nosotros por los demás. Madre del Cielo, purifica, en unión con Jesús, nuestro
sufrimiento para que podamos glorificar a Dios y salvar nuestras almas.
Diga un Padre Nuestro y 7 Ave Marias...
TERCER MISTERIO DOLOROSO: Jesús perdido en el
Templo (Lucas 2:41-52)
Jesús era el único Hijo engendrado por Dios, pero también era el hijo de
María. La Virgen amaba a Jesús mas que a ella misma porque El era su Dios.
Comparado con otros niños, El era único porque ya vivía siendo Dios. Cuando
María perdió a Jesús, mientras regresaba de Jerusalén, el mundo se convirtió en
algo tan grande y solitario que creyó que no podría seguir viviendo sin Él, tan
grande era su dolor. (Ella sintió el mismo dolor que su hijo cuando fue luego
abandonado por sus apóstoles durante la Pasión.)
Cuando la Virgen busco ansiosa a su Amado Hijo, un profundo dolor broto en su
corazón. Se culpo a sí misma, preguntándose por que no lo había cuidado mejor.
Cuando sus padres le vieron, se quedaron maravillados; y su madre le dijo:
Hijo, ¿por qué nos has tratado de esta manera? Mira, tu padre y yo te hemos
estado buscando llenos de angustia. Entonces El les dijo: ¿Por qué me
buscabais? ¿Acaso no sabíais que me era necesario estar en la casa de mi
Padre? Pero ellos no entendieron las palabras que El les había
dicho. Y descendió con ellos y vino a Nazaret, y continuó sujeto a ellos.
Y su madre atesoraba todas estas cosas en su corazón. Y Jesús crecía en
sabiduría, en estatura y en gracia para con Dios y los hombres.
ORACIÓN:
Querida
Madre, enséñanos a aceptar todos nuestros sufrimientos por nuestros pecados y
para expiar los pecados del mundo entero.
CUARTO MISTERIO DOLOROSO: María se encuentra con Jesús
camino al Calvario (Lucas 23:27-31)
María vio a Jesús cargando solo la pesada cruz: la cruz con la que sería
crucificado. Notando como su hijo se estaba debilitando por los numerosos
azotes recibidos por los garrotes de los soldados, se llenó de angustia al ver
su dolor. A pesar de estar sin fuerzas, los soldados continuaban apurándolo y
empujándolo. El cayo, exhausto, incapaz de levantarse. En ese momento, los ojos
de María, tan llenos de amor y compasión, se encontraron con los de su hijo,
adoloridos y llenos de sangre. Sus corazones parecían estar compartiendo la
misma carga; cada dolor que El sentía, ella también lo sentía. Ambos sabían que
nada se podía hacer excepto creer y confiar en Dios, y entregarle sus
sufrimientos a Él. Lo único que podían hacer era dejar todo en manos de Dios.
ORACIÓN:
Querida
Madre, golpeada duramente por el dolor, ayúdanos a soportar con valor y amor
nuestro propio dolor, de manera que podamos aliviar nuestro herido Corazón y el
de Jesús. Al hacerlo, que podamos dar Gloria a Dios, quien te entrego a ti y a
Jesús a la humanidad. Como tú lo hiciste, enséñanos a sufrir en silencio y con
paciencia. Concédenos la gracia de amar a Dios en todas las cosas. Oh, Madre de
los Dolores, la más afligida de todas las madres, ten piedad de los pecadores
de todo el mundo.
EL QUINTO MISTERIO DOLOROSO: María permanece al pie
de la cruz (Juan 19:25-27)
La Santa Virgen María continúo ascendiendo la montaña hasta el
Calvario, siguiendo a Jesús con fatiga y con dolor, no obstante, sufría en
silencio. Ella lo vio resbalar y caerse varias veces con la cruz, y fue testigo
de los golpes que recibió su Hijo por parte de los soldados, quienes halaban su
cabello para obligarlo a mantenerse de pie.
A pesar de su inocencia, cuando Jesús llego a la cima de Calvario, le ordenaron
que confesara frente a la muchedumbre para que pudieran reírse de Él. María sintió
profundamente el dolor y la humillación de su Hijo, en particular cuando los
que lo atormentaban lo obligaron a quitarse lo que quedaba de sus vestiduras.
La Virgen sintió su Corazón enfermo a ver como esos tiranos crucificaban a su Hijo
desnudo, avergonzándolo terriblemente, solo para divertir y entretener a la
muchedumbre. (Jesús y María sentían más profundamente el dolor que la gente común,
porque ellos eran santos y sin pecado). La Santa Virgen María sintió dolor más allá
de lo soportable cuando los miembros del cuerpo de Jesús fueron estirados sobre
la cruz. Sus asesinos cantaban alegremente mientras se acercaban a Él con
martillos y clavos. Se sentaron pesadamente sobre El para que nos e pudiera
mover cuando lo clavaran al madero. Mientras martillaban los clavos, perforaban
su carne mientras rasgaban el cuerpo de su Hijo. Su vida se le acaba ante
ella.
Cuando los soldados levantaron la cruz, para luego dejarla caer dentro del
agujero que habían cavado, la sacudieron intencionalmente con fuerza causando
que el peso del cuerpo de Jesús desgarrara la carne de sus manos hasta los
huesos. El dolor atravesaba su cuerpo como fuego líquido. Allí padeció tres
horas de tortura clavado en la cruz, aunque el dolor físico no era nada
comparado con el agonizante dolor que tuvo que padecer al ver el sufrimiento de
su Madre a sus pies. Afortunadamente, murió al fin.
ORACIÓN:
Querida
Madre, Reina de los Mártires, danos el valor que tuviste en todos tus
sufrimientos para que podamos unir nuestros sufrimientos a los tuyos y demos
gloria a Dios. Ayudanos a seguir sus mandamientos y los de la Iglesia, de
manera que el sacrificio de Nuestro Señor no sea en vano, y que todos los
pecadores de mundo sean redimidos.
EL SEXTO MISTERIO DOLOROSO: María recibe el cuerpo
sin vida de Jesus en sus brazos (Juan 19:38-40)
Los Amigos de Jesús, José y Nicodemo, bajaron su cuerpo de la cruz y lo
colocaron en brazos de la Virgen. Ella lo lavo con profundo respeto y amor
porque era su Madre. Sabía mejor que nadie que Él era Dios encarnado, que había
tomado un cuerpo humano, para convertirse en el Salvador de la humanidad.
María miraba las terrible heridas de los azotes que Jesús había recibido donde
Pilatos. Su carne había sido destrozada y largas tiras habían sido arrancadas
de su espalda. Todo su cuerpo estaba tan lacerado que ls heridas abiertas
recorrían su cuerpo desde la cabeza hasta los dedos de los pies. María se dio
cuenta de que las heridas de los clavos eran menos severas que las causas por
los azotes y por el peso de la cruz. Estaba horrorizada al pensar que su Hijo había
logrado cargar la pesada y astillada cruz todo el camino hasta el Calvario. Vio
el círculo de sangre que la corona de espinas dejo en su frente y, para su
horror, descubrió que muchas de las punzantes espinas, habían perforado tan
profundamente su cráneo, que habían logrado penetrar su cerebro. Observando a
su devastado hijo, la madre supo que la agonía de su muerte había sido mucho
peor que la tortura reservada para el criminal más malvado del mundo. Mientras
limpiaba su maltratado cuerpo, visualizo cada etapa de su corta vida,
recordando cuando vio por primera vez su carita de recién nacido, cuando ambos yacían
en el pesebre, y cada día , hasta aquel desgarrador momento en que ella bañaba
con delicadeza su cuerpo sin vida. Su angustia era implacable mientras
preparaba a su Hijo y Señor para su entierro, pero permaneció valiente y
fuerte, convirtiéndose en la verdadera Reina de los Mártires. En el momento en
que lavaba a su hijo, rezo par que todos conocieran las riquezas del Paraíso y
entraran a las Puertas del Cielo. Rezo para que todas las almas acogieran el
amor de Dios, de manera que la tortura y muerte de su Hijo beneficiarán a toda
la humanidad y no fueran en vano. María rezo por el mundo; rezo por todos
nosotros.
ORACIÓN:
Te damos
gracias, Querida Madre, por tu valor mientras estuviste ante la cruz, a los
pies de tu hijo moribundo, para consolarlo. Cuando nuestro Salvador lanzo su último
suspiro tú te convertiste en una madre maravillosa para todos nosotros; te
convertiste en la Madre Santa del mundo. Sabemos que nos amas más que nuestros
padres terrenales. Te imploramos que seas nuestra defensora ante el trono de la
misericordia y la gracia, para que verdaderamente nos convirtamos en tus hijos.
Te damos gracias por Jesús, nuestro Salvador y Redentor, y le damos las gracias
a Jesús por habernos dado una Madre como tú. Madre, por favor ruega por nosotros..
SÉPTIMO MISTERIO DOLOROSO: Jesús es colocado en la
tumba (Juan 19:41-42)
La vida de la Virgen María estaba tan vinculada a la de Jesús que ella pensó
que ya no había razón para seguir viviendo. Su único Consuelo era que con su
muerte había terminado su inefable sufrimiento. Nuestra Madre Dolorosa, con la
ayuda de Juan y las santas mujeres, colocaron con devoción el cuerpo de Jesús
en el sepulcro, y lo dejaron allí como si fuera cualquier muerto. Se fue a su
casa con grande y terrible dolor; por primera vez estaba sola, sin Él, y su
soledad era una nueva y amarga fuente de dolor. Su Corazón había empezado a
morir desde que el Corazón de su hijo había dejado de latir, pero estaba segura
de que Nuestro Salvador iba a resucitar pronto.
ORACIÓN:
Amadísima
Madre, tu belleza sobrepasa la de todas las madres, madre de Misericordia Madre
de Jesús, y Madre de todos nosotros, somos tus hijos y depositamos toda nuestra
confianza en ti. Enséñanos a ver a Dios en todas las cosas y en todas las
situaciones, incluso en nuestro sufrimiento, y también a conocer su propósito según
la intención de Dios.
Tú misma fuiste concebida sin pecado, fuiste preservada del pecado, sin
embargo, sufriste más que nadie. Aceptaste el sufrimiento y el dolor con amor y
valentía inconcebibles. Te mantuviste junto a tu Hijo desde el momento en que
fue arrestado hasta que murió. Sufriste junto a Él, sentiste cada dolor y
tormento que El sintió. Cumpliste con la voluntad de Dios Padre; y según Su
voluntad te uniste a la misión Salvadora de Jesús. Te rogamos, querida Madre,
que nos enseñes a ser como Jesús; a aceptar nuestra cruz con valor. Confiamos
en ti, Madre Misericordiosa, enséñanos a sacrificarnos por todos los pecadores
del mundo. Ayúdanos a seguir las huellas de tu Hijo e incluso a estar
dispuestos a dar nuestras vidas por los demás.
ORACIÓN FINAL:
Reina de los Mártires, tu que has padecido
tanto, te ruego, por los méritos de las lágrimas que derramaste en estos
terribles y dolorosos momentos, que obtengas para mí, y todos los pecadores del
mundo, la gracia de la sinceridad completa y el arrepentimiento. Amén
REPITA TRES VECES:
María, concebida sin pecado, habiendo sufrido
por nosotros, ruega por nosotros