(RV).- (Con audio)
Toda comunidad cristiana debería confrontar su propia vida con la que
animaba a la primera Iglesia y verificar su propia capacidad de vivir en
“armonía”, de dar testimonio de la Resurrección de Cristo y de asistir a
los pobres. Lo afirmó el Papa Francisco en su homilía de la misa
matutina celebrada en la Capilla de la Casa de Santa Marta.
Un’“icono”
con tres “pinceladas”: es lo que presenta a la primera comunidad
cristiana tal como aparece descrita en los Hechos de los Apóstoles. El
Papa se detuvo en las tres características de este grupo, capaz de plena
concordia en su interior, de dar testimonio de Cristo hacia fuera, y de
impedir que sus miembros padecieran la miseria: las “tres
peculiaridades del pueblo renacido”.
Francisco desarrolló su
homilía a partir de lo que la Iglesia ha destacado durante toda la
semana de Pascua: “renacer desde lo Alto”, del Espíritu, que da vida al
primer núcleo de los “nuevos cristianos”, cuando “aún no se llamaban
así”:
“‘Tenía un solo corazón y una sola alma’. La paz. Una
comunidad en paz. Esto significa que en aquella comunidad no había lugar
para los chismes, para las envidias, para las calumnias, para las
difamaciones. Paz. El perdón: ‘El amor lo cubría todo’. Para calificar a
una comunidad cristiana sobre esto, debemos preguntarnos cómo es la
actitud de los cristianos. ¿Son mansos, humildes? En esa comunidad ¿hay
peleas entre ellos por el poder? ¿Peleas de envidia? ¿Hay chismes? No
están por el camino de Jesucristo. Esta característica es muy
importante, muy importante, porque el demonio trata de dividirnos
siempre. Es el padre de la división”.
No es que faltaran los
problemas en aquella primera comunidad. De hecho, el Papa Francisco
recordó “las luchas internas, las luchas doctrinales, las luchas de
poder” que también aparecieron más adelante. Por ejemplo, dijo, cuando
las viudas se lamentaron de no ser asistidas bien por los Apóstoles, por
lo que “debieron hacer a los diáconos”.
Sin embargo, aquel
“momento fuerte” del inicio fija para siempre la esencia de la comunidad
nacida del Espíritu. Una comunidad acorde y, en segundo lugar, una
comunidad de testigos de la fe, sobre la cual el Papa invitó a
confrontar toda comunidad actual:
“¿Es una comunidad que da
testimonio de la resurrección de Jesucristo? Esta parroquia, esta
comunidad, esta diócesis ¿cree verdaderamente que Jesucristo ha
resucitado? O dice: ‘Sí, ha resucitado, pero de esta parte’, porque lo
cree aquí solamente, con el corazón lejos de esta fuerza. Dar testimonio
de que Jesús está vivo, está entre nosotros. Y así se puede verificar
cómo va una comunidad”.
Le tercera característica sobre la
cual verificar cómo va la vida de una comunidad cristiana está
relacionada con “los pobres”. Y aquí el Papa Francisco distinguió el
metro de verificación en dos puntos:
“Primero: ¿Cómo es tu
actitud o la actitud de esta comunidad con los pobres? Y segundo: Esta
comunidad ¿es pobre? ¿Pobre de corazón, pobre de espíritu? ¿O pone su
confianza en las riquezas? ¿En el poder? Armonía, testimonio, pobreza y
atender a los pobres. Y esto es lo que Jesús explicaba a Nicodemo: este
nacer desde lo Alto. Porque el único que puede hacer esto es el
Espíritu. Esta es obra del opera del Espíritu. A la Iglesia la hace el
Espíritu. El Espíritu hace la unidad. El Espíritu te impulsa hacia el
testimonio. El Espíritu te hace pobre, porque Él es la riqueza y hace
que tú te ocupes de los pobres”.
“Que el Espíritu Santo – concluyó Francisco – nos ayude a caminar por este camino de renacidos por la fuerza del Bautismo”.
(María Fernanda Bernasconi – RV).
“SÁBELO, TEN POR CIERTO, HIJO MÍO EL MÁS PEQUEÑO, QUE YO SOY LA PERFECTA SIEMPRE VIRGEN SANTA MARÍA, MADRE DEL VERDADERÍSIMO DIOS POR QUIEN SE VIVE, EL CREADOR DE LAS PERSONAS, EL DUEÑO DE LA CERCANÍA Y DE LA INMEDIACIÓN, EL DUEÑO DEL CIELO, EL DUEÑO DE LA TIERRA, MUCHO DESEO QUE AQUÍ ME LEVANTEN MI CASITA SAGRADA, EN DONDE LO MOSTRARÉ, LO ENSALZARÉ AL PONERLO DE MANIFIESTO:
LO DARÉ A LAS GENTES EN TODO MI AMOR PERSONAL, EN MI MIRADA COMPASIVA, EN MI AUXILIO, EN MI SALVACIÓN:
PORQUE YO EN VERDAD SOY VUESTRA MADRE COMPASIVA,
TUYA Y DE TODOS LOS HOMBRES QUE EN ESTA TIERRA ESTÁIS EN UNO,
Y DE LAS DEMÁS VARIADAS ESTIRPES DE HOMBRES, MIS AMADORES, LOS QUE A MÍ CLAMEN, LOS QUE ME BUSQUEN, LOS QUE CONFÍEN EN MÍ, PORQUE ALLÍ LES ESCUCHARÉ SU LLANTO, SU TRISTEZA, PARA REMEDIAR PARA CURAR TODAS SUS DIFERENTES PENAS, SUS MISERIAS, SUS DOLORES…".
"ESCUCHA, PÓNLO EN TU CORAZÓN, HIJO MÍO EL MENOR, QUE NO ES NADA LO QUE TE ESPANTÓ, LO QUE TE AFLIGIÓ, QUE NO SE PERTURBE TU ROSTRO, TU CORAZÓN;
NO TEMAS ESTA ENFERMEDAD NI NINGUNA OTRA ENFERMEDAD, NI COSA PUNZANTE, AFLICTIVA.
¿NO ESTOY AQUÍ, YO, QUE SOY TU MADRE?
¿NO ESTÁS BAJO MI SOMBRA Y RESGUARDO?
¿NO SOY, YO LA FUENTE DE TU ALEGRÍA?
¿NO ESTÁS EN EL HUECO DE MI MANTO, EN EL CRUCE DE MIS BRAZOS? ¿TIENES NECESIDAD DE ALGUNA OTRA COSA?.
QUE NINGUNA OTRA COSA TE AFLIJA, TE PERTURBE; …”
Palabras de Nuestra Señora de Guadalupe a San Juan Diego, tomadas del Nican Mopohua.
martes, 29 de abril de 2014
San Juan XXIII: la Eucaristía es y será siempre fuente de armonía y de paz verdaderas para los individuos, familias y pueblos
(RV).- (con audio)
Siguiendo las huellas de su Predecesor Pío XII, para llegar a todos
los rincones del mundo y a toda la humanidad, san Juan XXIII, el tercer
Papa de Radio Vaticano, dirigió 78 radiomensajes en sus 4 años, 7 meses y
6 días de Pontificado. En este documento sonoro histórico, de los
archivos de nuestra emisora, escucharemos la solemnidad y al mismo
tiempo el cariño paternal de San Juan XXIII al amado pueblo argentino,
«reunido en torno al Sacramento del Amor», como él mismo dijo el 11 de
octubre de 1959. Desde el Palacio Apostólico Vaticano, llegaba a
Argentina, la voz y la bendición del Papa Roncalli con motivo del
Congreso Eucarístico Nacional Argentino, que se celebraba en Córdoba.
(CdM – RV)
Texto completo del radiomensaje del Papa Juan XXIII al Congreso Eucarístico Nacional Argentino, reunido en Córdoba:
«Ante el grandioso testimonio de fe que, en torno al Sacramento del Amor, está dando el noble Pueblo Argentino, congregado numeroso y devoto en esa ilustre urbe de Córdoba, deseamos reunir, Venerables Hermanos y amadísimos todos, el palpitar de vuestros fervores y de vuestras ansias para presentarlo a Dios como rendido tributo de gloria.
Han pasado exactamente cinco lustros, desde cuando el nombre de Buenos Aires recorrió, vinculado a su Congreso Eucarístico, los más apartados rincones del mundo; desde cuando Nuestro Antecesor, de feliz memoria, tuvo en sus manos, todavía Cardenal Pacelli, la Hostia Santa e imploraba dones divinos sobre las multitudes arrodilladas. Hoy, vuestro Congreso en Córdoba es el eco conmemorativo, piadoso, del mismo espíritu de ayer, de idénticos ideales y plegarias.
¡Cuánto dolor y cuántas lagrimas ha habido en la tierra desde esos remotos días! Si la humanidad hubiera practicado las perennes doctrinas de amor y de unidad provenientes del Sacramento Eucarístico —sacramentum. caritatis, quasi figurativum et effectivum— (S. Th. 3ª p., q. 78, art. 3 ad 6) las miserias y discordias no estarían, sin duda, tan fecunda y tan ruinosamente sembradas. ¡Cuándo se aprenderá que el único camino para no perderse, la única verdad para no errar, la única vida para no morir, continúa siendo Cristo, actual en la Hostia Inmaculada, sacramento de piedad, signo de unidad y vinculo de caridad! (cf. S. Agustín, Trac 26 in Evang. S. Ioann. n. 13).
La Eucaristía es —será siempre— fuente de armonía y de paz verdaderas para los individuos, familias y pueblos. Si se frecuenta debidamente, enfrena las pasiones, sobre todo la soberbia y el egoísmo, causas de tantos males; aúna las voluntades en la concordia; estimula el sentido de fraternidad; impulsa a amar lo equitativo y a aliviar las amarguras de cuantos sufren; ¡cómo no va a derivar todo esto del sustento de una Mesa en la cual los hermanos se alimentan con el mismo Pan, con el Sacramentum totius ecclesiasticae unitatis! (S. Th. 3ª p., q. 83, art. 4 ad 3).
Vivamente anhelamos —y así lo pedimos al Altísimo— que los fulgores de esa Custodia penetren santificadores en vuestras mentes, os sostengan en el bien, iluminen aun a cuantos, atraídos por pobres ilusiones, están apartados de la ley divina. Sí, el esplendor y entusiasmo de este Congreso no han de apagarse con su clausura: cada fiel argentino con una vida de piedad profunda, cada familia practicando las virtudes domésticas, cada organismo siendo alarde de integridad de costumbres, han de testimoniar valientemente que Dios tiene un trono, no sólo en la Eucaristía, sino también en las almas, en los hogares, en las escuelas, en los campos y en las urbes, desde el cual influye, como Rey absoluto, en los actos y pasos de cada argentino. Amadísimos: Argentina es grande y hermosa, sea también santa.
Con estos paternales deseos bendecimos efusivamente a Nuestro dignísimo Legado; a nuestros hermanos en el Episcopado; al Señor Presidente y Gobierno de la República; a las autoridades presentes; a cuantos han colaborado en el Congreso; al Clero, Religiosos y fieles todos de Argentina: tan dentro de Nuestro afecto de Padre».
Texto completo del radiomensaje del Papa Juan XXIII al Congreso Eucarístico Nacional Argentino, reunido en Córdoba:
«Ante el grandioso testimonio de fe que, en torno al Sacramento del Amor, está dando el noble Pueblo Argentino, congregado numeroso y devoto en esa ilustre urbe de Córdoba, deseamos reunir, Venerables Hermanos y amadísimos todos, el palpitar de vuestros fervores y de vuestras ansias para presentarlo a Dios como rendido tributo de gloria.
Han pasado exactamente cinco lustros, desde cuando el nombre de Buenos Aires recorrió, vinculado a su Congreso Eucarístico, los más apartados rincones del mundo; desde cuando Nuestro Antecesor, de feliz memoria, tuvo en sus manos, todavía Cardenal Pacelli, la Hostia Santa e imploraba dones divinos sobre las multitudes arrodilladas. Hoy, vuestro Congreso en Córdoba es el eco conmemorativo, piadoso, del mismo espíritu de ayer, de idénticos ideales y plegarias.
¡Cuánto dolor y cuántas lagrimas ha habido en la tierra desde esos remotos días! Si la humanidad hubiera practicado las perennes doctrinas de amor y de unidad provenientes del Sacramento Eucarístico —sacramentum. caritatis, quasi figurativum et effectivum— (S. Th. 3ª p., q. 78, art. 3 ad 6) las miserias y discordias no estarían, sin duda, tan fecunda y tan ruinosamente sembradas. ¡Cuándo se aprenderá que el único camino para no perderse, la única verdad para no errar, la única vida para no morir, continúa siendo Cristo, actual en la Hostia Inmaculada, sacramento de piedad, signo de unidad y vinculo de caridad! (cf. S. Agustín, Trac 26 in Evang. S. Ioann. n. 13).
La Eucaristía es —será siempre— fuente de armonía y de paz verdaderas para los individuos, familias y pueblos. Si se frecuenta debidamente, enfrena las pasiones, sobre todo la soberbia y el egoísmo, causas de tantos males; aúna las voluntades en la concordia; estimula el sentido de fraternidad; impulsa a amar lo equitativo y a aliviar las amarguras de cuantos sufren; ¡cómo no va a derivar todo esto del sustento de una Mesa en la cual los hermanos se alimentan con el mismo Pan, con el Sacramentum totius ecclesiasticae unitatis! (S. Th. 3ª p., q. 83, art. 4 ad 3).
Vivamente anhelamos —y así lo pedimos al Altísimo— que los fulgores de esa Custodia penetren santificadores en vuestras mentes, os sostengan en el bien, iluminen aun a cuantos, atraídos por pobres ilusiones, están apartados de la ley divina. Sí, el esplendor y entusiasmo de este Congreso no han de apagarse con su clausura: cada fiel argentino con una vida de piedad profunda, cada familia practicando las virtudes domésticas, cada organismo siendo alarde de integridad de costumbres, han de testimoniar valientemente que Dios tiene un trono, no sólo en la Eucaristía, sino también en las almas, en los hogares, en las escuelas, en los campos y en las urbes, desde el cual influye, como Rey absoluto, en los actos y pasos de cada argentino. Amadísimos: Argentina es grande y hermosa, sea también santa.
Con estos paternales deseos bendecimos efusivamente a Nuestro dignísimo Legado; a nuestros hermanos en el Episcopado; al Señor Presidente y Gobierno de la República; a las autoridades presentes; a cuantos han colaborado en el Congreso; al Clero, Religiosos y fieles todos de Argentina: tan dentro de Nuestro afecto de Padre».
La santidad según Juan Pablo II
Transcripción de las palabras de San Juan Pablo II:
"La
santidad es alzar los ojos a los montes, es intimidad con Dios Padre
que está en los Cielos. En esta intimidad vive el hombre consciente de su
camino, que tiene sus límites y sus dificultades".
Papa Francisco en la homilía de la mañana: no tener miedo de
EVITEMOS SER “CRISTIANOS MURCIÉLAGOS” QUE TIENEN
MIEDO DE LA ALEGRÍA DE LA RESURRECCIÓN
(RV) Hay cristianos que tienen miedo de la alegría de la Resurrección
que Jesús nos quiere dar y su vida parece un funeral, pero el Señor resucitado
está siempre con nosotros. Lo afirmó el Papa Francisco en su homilía de la Misa
matutina celebrada en la Capilla de la Casa de Santa Marta.
El Evangelio propuesto en la liturgia del día relata la aparición de Cristo resucitado a los discípulos. Ante el saludo de paz del Señor, los discípulos, en lugar de alegrarse – dijo el Papa – se quedan “trastornados y llenos de temor”, pensando “que veían un fantasma”. Jesús trata de hacerles entender que lo que ven es real, los invita a tocar su cuerpo, y pide que le den de comer. Los quiere conducir a la “alegría de la Resurrección, a la alegría de su presencia entre ellos”. Pero los discípulos – observó el Papa – “no podían creer, porque tenían miedo de la alegría”:
“Esta es una enfermedad de los cristianos. Tenemos miedo de la alegría. Es mejor pensar: ‘Sí, sí, Dios existe, pero está allá; Jesús ha resucitado, está allá’. Un poco de distancia. Tenemos miedo de la cercanía de Jesús, porque esto nos da alegría. Y así se explica la existencia de tantos cristianos de funeral, ¿no? Que su vida parece un funeral continuo. Prefieren la tristeza y no la alegría. Se mueven mejor, no en la luz de la alegría, sino en las sombras, como esos animales que sólo logran salir de noche, pero no a la luz del día, porque no ven nada. Como los murciélagos. Y con un poco de sentido del humor podemos decir que hay cristianos murciélagos que prefieren las sombras a la luz de la presencia del Señor”.
Pero “Jesús, con su Resurrección – prosiguió Francisco – nos da la alegría: la alegría de ser cristianos; la alegría de seguirlo de cerca; la alegría de ir por el camino de las Bienaventuranzas, la alegría de estar con Él”:
“Y nosotros, tantas veces, o estamos trastornados, cuando nos llega esta alegría, o llenos de miedo, o creemos que vemos un fantasma o pensamos que Jesús es un modo de actuar: ‘Pero nosotros somos cristianos y debemos hacer así. ¿Pero dónde está Jesús? ‘No, Jesús está en el Cielo’. ¿Tú hablas con Jesús? ¿Tú dices a Jesús: ‘Yo creo que Tú vives, que Tú has resucitado, que Tú estás cerca de mí, que Tú no me abandonas’? La vida cristiana debe ser esto: un diálogo con Jesús, porque – esto es verdad – Jesús siempre está con nosotros, siempre está con nuestros problemas, con nuestras dificultades, con nuestras obras buenas”.
¡Cuántas veces – dijo el Papa al concluir – nosotros los cristianos “no somos alegres, porque tenemos miedo!”. Cristianos que “han sido vencidos” en la cruz:
“En mi tierra hay un dicho que dice así: ‘Cuando uno se quema con la
leche hirviendo, después, cuando ve una vaca, llora’. Y éstos se habían quemado
con el drama de la cruz y dijeron: ‘No, detengámonos aquí; Él está en el Cielo;
muy bien, ha resucitado, pero que no venga otra vez aquí, porque ya no podemos
más’. Pidamos al Señor que haba con todos nosotros lo que ha hecho con los
discípulos, que tenían miedo de la alegría: que abra nuestra mente: ‘Entonces,
les abrió la mente para comprender las Escrituras’; que abra nuestra mente y
que nos haga comprender que Él es una realidad viva, que Él tiene cuerpo, que
Él está con nosotros, que nos acompaña y que Él ha vencido. Pidamos al Señor la
gracia de no tener miedo de la alegría”.El Evangelio propuesto en la liturgia del día relata la aparición de Cristo resucitado a los discípulos. Ante el saludo de paz del Señor, los discípulos, en lugar de alegrarse – dijo el Papa – se quedan “trastornados y llenos de temor”, pensando “que veían un fantasma”. Jesús trata de hacerles entender que lo que ven es real, los invita a tocar su cuerpo, y pide que le den de comer. Los quiere conducir a la “alegría de la Resurrección, a la alegría de su presencia entre ellos”. Pero los discípulos – observó el Papa – “no podían creer, porque tenían miedo de la alegría”:
“Esta es una enfermedad de los cristianos. Tenemos miedo de la alegría. Es mejor pensar: ‘Sí, sí, Dios existe, pero está allá; Jesús ha resucitado, está allá’. Un poco de distancia. Tenemos miedo de la cercanía de Jesús, porque esto nos da alegría. Y así se explica la existencia de tantos cristianos de funeral, ¿no? Que su vida parece un funeral continuo. Prefieren la tristeza y no la alegría. Se mueven mejor, no en la luz de la alegría, sino en las sombras, como esos animales que sólo logran salir de noche, pero no a la luz del día, porque no ven nada. Como los murciélagos. Y con un poco de sentido del humor podemos decir que hay cristianos murciélagos que prefieren las sombras a la luz de la presencia del Señor”.
Pero “Jesús, con su Resurrección – prosiguió Francisco – nos da la alegría: la alegría de ser cristianos; la alegría de seguirlo de cerca; la alegría de ir por el camino de las Bienaventuranzas, la alegría de estar con Él”:
“Y nosotros, tantas veces, o estamos trastornados, cuando nos llega esta alegría, o llenos de miedo, o creemos que vemos un fantasma o pensamos que Jesús es un modo de actuar: ‘Pero nosotros somos cristianos y debemos hacer así. ¿Pero dónde está Jesús? ‘No, Jesús está en el Cielo’. ¿Tú hablas con Jesús? ¿Tú dices a Jesús: ‘Yo creo que Tú vives, que Tú has resucitado, que Tú estás cerca de mí, que Tú no me abandonas’? La vida cristiana debe ser esto: un diálogo con Jesús, porque – esto es verdad – Jesús siempre está con nosotros, siempre está con nuestros problemas, con nuestras dificultades, con nuestras obras buenas”.
¡Cuántas veces – dijo el Papa al concluir – nosotros los cristianos “no somos alegres, porque tenemos miedo!”. Cristianos que “han sido vencidos” en la cruz:
(María Fernanda Bernasconi – RV).
lunes, 28 de abril de 2014
Papa Francisco: Ha sido una fiesta de la fe
domingo, 27 de abril de 2014
CONSAGRACIÓN DE LAS FAMILIAS A LA DIVINA MISERICORDIA
Oh Dios Uno y Trino, fuente inextinguible de Vida que es la Luz de
los hombres, Padre Creador, Hijo Redentor, Espíritu Santo Santificador!
Nuestra familia se postra ante ti en esta hora de dificultades
para implorar tu Gran Misericordia, que brota del profundo piélago de tu Amor
divino, surge en el Corazón Sacratísimo de Jesús y nos llega por la mediación
universal del Inmaculado Corazón de María, tu Madre. A tu Misericordia divina
deseamos consagrar hoy nuestras personas, nuestra familia y nuestra vida para
que nunca dejes de mirarnos con benevolencia.
Mira, en primer lugar, el fondo de nuestro corazón contrito y humillado que reconoce sus errores e ingratitudes. Muéstrate indulgente ante la multitud de nuestras deudas y pecados personales y perdona la culpa y la pena que por ellos justamente hemos merecido. Acoge compasivo, los dolores y peticiones de nuestra familia para que, unidos firmemente en un mismo corazón, seamos fieles a tus mandatos de Amor y nuestro hogar sea un remanso de paz y virtud, que refleje constantemente el modelo de tu Sagrada Familia de Nazaret. Atiende benigno las peticiones que hacemos diariamente por nuestras necesidades materiales y espirituales. Envíanos tu Espíritu de Luz y Sabiduría infinitas para que viendo los pequeños sucesos de cada día con ojos de eternidad, seamos siempre fieles a la vocación que asignaste a cada uno de nosotros en tus designios misericordiosos, de modo que se haga realidad el deseo de tu Sagrado Corazón de reinar en y a través de nuestra familia. Jesús, confiamos en ti. Te encomendamos también mediante esta consagración a todas las autoridades de nuestro país y a los pastores de tu Iglesia para que por tu Misericordia tengan la luz y fortaleza necesarias que lleve a nuestra nación según los deseos de tu Sagrado Corazón, que son de paz y no de aflicción. Asimismo, queremos unir en este acto, nuestra voluntad e intenciones a las que tuvo el Santo Padre el día 17 de agosto del 2002 en Polonia, al consagrar entonces el mundo a tu Divina Misericordia Todo esto te lo pedimos por medio del Corazón Inmaculado de María, para que haga llegar nuestra oración al Corazón Misericordioso de Jesús, en el seno de tu Trinidad Beatísima.
Mira, en primer lugar, el fondo de nuestro corazón contrito y humillado que reconoce sus errores e ingratitudes. Muéstrate indulgente ante la multitud de nuestras deudas y pecados personales y perdona la culpa y la pena que por ellos justamente hemos merecido. Acoge compasivo, los dolores y peticiones de nuestra familia para que, unidos firmemente en un mismo corazón, seamos fieles a tus mandatos de Amor y nuestro hogar sea un remanso de paz y virtud, que refleje constantemente el modelo de tu Sagrada Familia de Nazaret. Atiende benigno las peticiones que hacemos diariamente por nuestras necesidades materiales y espirituales. Envíanos tu Espíritu de Luz y Sabiduría infinitas para que viendo los pequeños sucesos de cada día con ojos de eternidad, seamos siempre fieles a la vocación que asignaste a cada uno de nosotros en tus designios misericordiosos, de modo que se haga realidad el deseo de tu Sagrado Corazón de reinar en y a través de nuestra familia. Jesús, confiamos en ti. Te encomendamos también mediante esta consagración a todas las autoridades de nuestro país y a los pastores de tu Iglesia para que por tu Misericordia tengan la luz y fortaleza necesarias que lleve a nuestra nación según los deseos de tu Sagrado Corazón, que son de paz y no de aflicción. Asimismo, queremos unir en este acto, nuestra voluntad e intenciones a las que tuvo el Santo Padre el día 17 de agosto del 2002 en Polonia, al consagrar entonces el mundo a tu Divina Misericordia Todo esto te lo pedimos por medio del Corazón Inmaculado de María, para que haga llegar nuestra oración al Corazón Misericordioso de Jesús, en el seno de tu Trinidad Beatísima.
Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal.
Tened Misericordia de nosotros, de nuestra nación y del mundo entero
Tened Misericordia de nosotros, de nuestra nación y del mundo entero
Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal.
Tened Misericordia de nosotros, de nuestra nación y del mundo entero
Tened Misericordia de nosotros, de nuestra nación y del mundo entero
Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal.
Tened Misericordia de nosotros, de nuestra nación y del mundo entero
Tened Misericordia de nosotros, de nuestra nación y del mundo entero
sábado, 26 de abril de 2014
¿Tuviste un encuentro con Jesús o lo estas teniendo ahora?, pregunta Francisco a los jóvenes de Buenos Aires en un video mensaje para la Jornada Regional de la Juventud
(RV).- (Con audio) La Jornada Regional de la Juventud, un evento para celebrar y vivir la Pascua como jóvenes en presencia de Jesús resucitado, se está realizando en el Planetario de Buenos Aires, siguiendo el espíritu de la Jornada Mundial de la Juventud que presidió Francisco en 2013, hoy 26 de abril de 13 a 20 horas, en vísperas del segundo domingo de Pascua, domingo de la Divina Misericordia, y de la canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II.
Están presentes jóvenes de la arquidiócesis de Buenos Aires y las diócesis de Avellaneda-Lanús, Quilmes, Lomas de Zamora, San Justo, Gregorio de Laferrere, Morón, Merlo-Moreno, San Miguel, San Martín y San Isidro.
Texto y audio del mensaje del Papa Francisco
Queridos chicos y chicas, un saludo y ¡Feliz Pascua!
¡Toda la semana es Pascua! “¡Es el gran día que hizo el Señor!”
Quiero acercarme a ustedes, me lo pidió el Arzobispo de Buenos Aires, y lo hago con gusto. Quiero acompañarlos un instante en esta jornada, en esta Pascua de la Juventud.
Estaba pensando mientras bajaba a hacer esta grabación, qué les iba a decir. “Que hagan lío” ya se los dije. “Que no le tengan miedo a nada” ya se los dije. “Que sean libres” ya se los dije.
Entonces me vino a la mente la figura de algunos jóvenes del Evangelio. Algunos jóvenes que se cruzaron con Jesús o de los cuales habló Jesús. Quizás pueda ayudar. Si les sirve, lo asumen, si no les sirve, lo tiran.
Pensé en los jóvenes Apóstoles, pensé en el joven rico, pensé en el joven que se fue a buscar nueva vida con la herencia de su padre, pensé en el joven muerto. Los apóstoles eran jóvenes, unos no tanto, otros sí. Juan era un muchachito. Y quedaron conmovidos por la figura de Jesús, entusiasmados, con ese estupor que produce cuando uno se encuentra con Jesús. Y van corriendo y le dicen a los amigos: “¡Encontramos al Mesías! ¡Encontramos a aquél del que hablan los profetas!”.
¡Encontrarse con Jesús¡ Vean ustedes esa conducta de los Apóstoles. Y después los apóstoles flaquearon, después no se portaron tan bien. Pedro lo negó, Judas lo traicionó, los demás se escaparon. Es decir, después viene la lucha por ser fieles a ese encuentro, el encuentro con Jesús. Y yo te pregunto a vos: ¿Vos, cuándo te encontraste con Jesús?, ¿Cómo fue el encuentro con Jesús?, ¿Tuviste un encuentro con Jesús o lo estás teniendo ahora? ¡Los jóvenes apóstoles! Piensen en Pedro, Santiago, Juan, Natanael, cómo se fueron encontrando con Jesús.
Otro joven que me vino a la mente es el joven rico, ese que se acerca a Jesús con una vida intachable, un muchacho bueno, y le dice:
- ¿Qué tengo que hacer para madurar mi vida, para tener la vida eterna?
- Jesús le dice: “Cumplí los mandamientos y andá adelante”.
- “Si ya los cumplí siempre”.
El Evangelio dice que: “Jesús lo amó”, y entonces le dijo: “Mirá, te falta una cosa: da todo lo que tenés a los pobres y vení conmigo, a predicar el Evangelio”. Y ese chico se fue triste. Se fue triste porque tenía mucha guita y no se animó a dejarla por Jesús. Y se fue con SU plata y con SU tristeza. Los primeros estaban con su alegría, con esa hermosa alegría que daba el encuentro con Jesús. Éste se fue con su tristeza.
El otro joven, ese joven que se quiso pasar de vivo, que quiso escribir su vida, que quiso patear el tablero de la disciplina paterna, y enfrentó a su padre y le dijo: “dame lo que me toca, que me voy”. Y se fue. Todos esos años fueron años de farra. Gastó la plata en boliche, en vicios, la pasó bien. La plata se le gastó, se acabó. Y de yapa vino una crisis económica, tuvo que buscar trabajo, no había trabajo, y consiguió como cuidador de chanchos. Y éste, que había tenido mucha plata, que le había sacado a su padre de la herencia, que había sabido lo que era estar en los mejores hoteles y en las mejores fiestas, se había pasado la gran vida, conoció una cosa que nunca antes había conocido: hambre.
Pero Dios es muy bueno. Dios aprovecha nuestros fracasos para hablarnos al corazón. No le dijo Dios a este joven: “Sos un fracasado, mirá lo que hiciste”. Lo hizo razonar. Dice el Evangelio que: “Entró dentro de sí” “¿Qué hago con esta vida? La farra no me sirvió para nada. ¡Cuántos obreros en la fábrica de mi padre ganan su sueldo y tienen que comer! Yo tengo hambre y soy el hijo del patrón. Me levantaré, iré a mi padre y diré mi verdad: ‘Pequé contra el cielo y contra ti’.” Y volvió.
La gran sorpresa que se pegó es que el padre lo estaba esperando, desde hacía años! El Evangelio dice que lo vio venir de lejos, porque el viejo subía todas las tardes a la terraza a ver si el chico venía. Y el padre lo abrazó y el padre le hizo fiesta. Y este gran pecador; este gran despilfarrador de lo que había ganado su padre se encontró con algo que nunca había hecho conciente: el abrazo de la misericordia.
Otro joven del Evangelio: Pensé en el joven muerto también, a la salida de la ciudad de Naím, cuando lo iban a enterrar: hijo único de madre viuda. Jesús se compadeció de la madre, no del pibe. Pero el pibe, gracias a la madre, tuvo el milagro y lo resucitó.
¿Vos quién sos?, ¿El entusiasta, como los apóstoles primero, antes de iniciar el camino?, ¿El que quiere seguir a Jesús porque le gusta pero está atornillado con tantas cosas que lo atan y no lo puede seguir, como el joven rico a la mundanidad, a tantas cosas?, ¿Cómo aquél que se gastó toda la herencia de su padre, pero que se animó a volver y está sintiendo en este momento el abrazo de la misericordia?, ¿O estás muerto? Si estás muerto, sabé que la Madre Iglesia está llorando por vos, y Jesús es capaz de resucitarte. Decime, ¿quién sos vos? Decítelo a vos mismo y eso te va a dar fuerza.
- “Padre, usted es injusto, - me van a decir las chicas - porque los ejemplos que da es para los varones, ¿y nosotras qué?”
Ustedes son aspirantes a consolidar con su vida la ternura y la fidelidad. Ustedes están sobre el camino de esas mujeres que seguían a Jesús, en las buenas y en las malas. La mujer tiene ese gran tesoro de poder dar vida, de poder dar ternura, de poder dar paz y alegría. Hay un solo modelo para ustedes, María: La mujer de la fidelidad, la que no entendía lo que le pasaba pero obedeció. La que en cuanto supo lo que su prima necesitaba, se fue corriendo, la Virgen de la Prontitud. La que se escapó como refugiada en un país extranjero para salvar la vida de su hijo. La que ayudó a crecer a su Hijo y lo acompañó, y cuando su Hijo empezó a predicar, iba detrás de Él. La que sufrió todo lo que le estaba pasando a ese chico, a ese muchacho grande. La que estaba al lado de ese Hijo y le decía los problemas que había: “Mirá: no tienen vino”. La que en el momento de la Cruz estaba junto a Él.
La mujer tiene una capacidad para dar vida y para dar ternura que no la tenemos los varones. Ustedes son mujeres de Iglesia. ¿De Iglesia, del Iglesia? No, no es “el” Iglesia, es LA iglesia. La Iglesia es femenina, es como María. Ése es el lugar de ustedes. Ser Iglesia, conformar Iglesia, estar junto a Jesús, dar ternura, acompañar, dejar crecer.
Que María, la Señora de la Caricia, la Señora de la Ternura, la Señora de la Prontitud para servir, les vaya indicando el camino. Bueno, ahora no se enojen, que ustedes salieron ganando sobre los varones. Les deseo que este día termine bien. Que cada uno de ustedes se encuentre con Jesús, con ese Jesús resucitado. Y les digo una cosa: ¡No tengan miedo! ¡Miren a Jesús, miren a María y vayan adelante!
- “Padre ¡que soy pecador, soy pecadora!”
¡Él te perdona! Vos andá adelante, que tengan una santa pascua y no se olviden de rezar por mí. Que Jesús los bendiga y la Virgen los cuide.
(Transcripción del original español: jesuita Guillermo Ortiz).
AUDIENCIA GENERAL: ¿POR QUÉ BUSCAN ENTRE LOS MUERTOS AL QUE ESTÁ VIVO?
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