El Papa Francisco con una oveja sobre sus hombros -
RV
04/05/2016 10:16
(RV).- En la primera audiencia general del mes de
mayo, el Papa Francisco meditó sobre la parábola del Buen Pastor.
En su catequesis el Obispo de Roma invitó a los
miles de peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro a seguir el camino
trazado por la misericordia delBuen Pastor e ir por la oveja
perdida.
TEXTO COMPLETO DE LA CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Conocemos
todos la imagen del Buen Pastor que lleva sobre sus hombros a la oveja perdida.
Desde siempre este icono representa la atención de Jesús hacia los pecadores y
la misericordia de Dios que no se resigna a perder alguno.
La
parábola es narrada por Jesús para hacer entender que su cercanía con los
pecadores no debe escandalizar, sino al contrario provocar en todos una seria
reflexión sobre cómo vivimos nuestra fe. La narración presenta de una parte a
los pecadores que se acercan a Jesús para escucharlo y de otra parte a los
doctores de la ley, los escribas sospechosos que se alejan de Él por su
comportamiento. Estos se alejan, porque Jesús se acerca a los pecadores. Estos
eran orgullosos, eran soberbios, se creían justos.
Nuestra
parábola se desarrolla en relación a tres personajes: EL PASTOR, LA OVEJA
PERDIDA Y EL RESTO DEL REBAÑO.
Pero
quien actúa es sólo el pastor, no las ovejas. El pastor es el único verdadero
protagonista y todo depende de él. Una pregunta introduce la parábola:
«Si
alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en
el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla?» (v. 4).
Se
trata de una paradoja que induce a dudar del actuar del pastor: ¿Es sabio
abandonar las noventa y nueve por una sola oveja?
Y
además, ¿no en la seguridad de un redil, sino en el desierto?
Según
la tradición bíblica el desierto es el lugar de muerte donde es difícil
encontrar alimento y agua, sin protección y a merced de las fieras y de los
ladrones. ¿Qué cosa pueden hacer noventa y nueve ovejas indefensas?
La
paradoja continua diciendo que el pastor, al encontrar a la oveja, «la carga
sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus
amigos y vecinos, y les dice: Alégrense conmigo» (v. 6).
Entonces,
¡parece que el pastor no regresa al desierto a buscar a todo el rebaño!
Tendido
hacia aquella única oveja parece olvidar las otras noventa y nueve. Pero en
realidad no es así.
La
enseñanza que Jesús quiere darnos es mejor dicho que ninguna oveja puede
perderse.
El
Señor no puede resignarse al hecho que una sola persona pueda perderse.
El
actuar de Dios es aquel de quien va en búsqueda de los hijos perdidos para
después hacer fiesta y alegrarse con todos porque los ha encontrado.
Se
trata de un deseo irrefrenable: ni siquiera las noventa y nueve ovejas pueden
detener al pastor y tenerlo cerrado en el redil. Él podría razonar:
“Pero, hago un balance: tengo noventa y nueve,
he perdido una, pero no es tanta la perdida, ¿no?”.
Él
va a buscar aquella, porque cada una es muy importante para Él y aquella es la
más necesitada, la más abandonada, la más descartada; y Él va ahí a buscarla.
Somos
todos avisados: la misericordia hacia los pecadores es el estilo con el cual
actúa Dios y a esta misericordia Él es absolutamente fiel: nada ni nadie podrá
alejarlo de su voluntad de salvación. Dios no conoce nuestra actual cultura del
descarte, en Dios esto no cabe. Dios no descarta a ninguna persona; Dios ama a
todos, busca a todos… ¡Todos! Uno por uno. Él no conoce esta palabra “descartar
a la gente”, porque es todo amor y toda misericordia.
El
rebaño del Señor está siempre en camino: no posee al Señor, no podemos
ilusionarnos de aprisionarlo en nuestros esquemas y en nuestras estrategias. El
pastor se encontrará ahí donde está la oveja perdida. ¡El Señor pues, debe ser
buscado ahí donde Él quiere encontrarnos, no donde nosotros pretendemos
encontrarlo! De ningún otro modo se podrá conformar el rebaño si no siguiendo
el camino trazado por la misericordia del pastor.
Mientras
busca a la oveja perdida, Él provoca a las noventa y nueve para que participen
en la reunificación del rebaño. Entonces no solo la oveja llevada en sus
hombros, sino todo el rebaño seguirá al pastor hasta su casa para hacer fiesta
con los “amigos y vecinos”.
Deberíamos
reflexionar muchas veces sobre esta parábola, porque en la comunidad hay
siempre alguien que falta y se ha ido dejando el lugar vacío.
A veces esto desanima y nos lleva a creer que
sea una perdida inevitable, una enfermedad sin remedio. ¡Y entonces corremos el
peligro de encerrarnos dentro de un redil, donde no habrá el olor de las
ovejas, sino el hedor de cerrado! Y los cristianos no debemos estar cerrados
porque tendremos el hedor de las cosas cerradas. ¡Jamás! Debemos salir y este
cerrarse en sí mismos, en las pequeñas comunidades, en la parroquia, ahí, …
pero nosotros “los justos” …
Esto
sucede cuando falta el impulso misionero que nos lleva a encontrar a los demás.
En
la visión de Jesús no existen ovejas definitivamente perdidas – esto debemos
entenderlo bien – para Dios ninguno está definitivamente perdido. ¡Jamás! Hasta
el último momento, Dios nos busca. Piensen en el buen ladrón; pero solo en la
visión de Jesús ninguno está definitivamente perdido, pero solo ovejas que son
encontradas.
La
perspectiva por lo tanto es toda dinámica, abierta, estimulante y creativa. Nos
impulsa a salir en búsqueda para iniciar un camino de fraternidad.
Ninguna
distancia puede tener alejado al pastor; y ningún rebaño puede renunciar al
hermano. Encontrar a quien se ha perdido es la alegría del pastor y de Dios,
pero es también la alegría de todo el rebaño! ¡Somos todos nosotros ovejas
encontradas y reunidas por la misericordia del Señor, llamados a congregar
junto a Él a toda la grey! Gracias.
(Traducción del italiano,
Renato Martinez – Radio Vaticano)
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