(RV).-
“El
amor, es el servicio concreto que damos los unos a los otros. Un servicio
humilde, hecho en el silencio y en lo escondido, como Jesús mismo nos ha
mostrado”, lo dijo el Papa Francisco en la catequesis de la Audiencia
Jubilar del segundo sábado de marzo, donde explicó la relación entre
“misericordia y servicio”.
En
el marco del Año Santo, el Obispo de Roma recordó que “Jesús antes de morir y resucitar
por nosotros, realizó un gesto que se ha esculpido en la memoria de los
discípulos: el lavatorio de los pies. Un gesto inesperado e impresionante, al
extremo que Pedro no quería aceptarlo”.
(RM - RV)
TEXTO COMPLETO DE LA CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Nos
estamos acercando a la fiesta de la Pascua, misterio central de nuestra fe. El
Evangelio de Juan – como hemos escuchado – narra que antes de morir y resucitar
por nosotros, Jesús ha cumplido un gesto que se ha esculpido en la memoria de
los discípulos: el lavatorio de los pies. Un gesto inesperado e impresionante,
al extremo que Pedro no quería aceptarlo. Quisiera detenerme sobre las palabras
finales de Jesús: «Después de haberles lavado los pies, se puso el manto,
volvió a la mesa y les dijo: «¿comprenden lo que acabo de hacer con ustedes?
[...] Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes
también deben lavarse los pies unos a otros» (13,12.14). De esta forma Jesús
señala a sus discípulos el servicio como el camino a recorrer para vivir
la fe en Él y dar testimonio de su amor. El mismo Jesús ha aplicado a si
la imagen del “Siervo de Dios” utilizada por el profeta Isaías. Él, que es el
Señor, ¡se hace siervo! Lavando los pies a los apóstoles, Jesús ha
querido revelar la manera de actuar de Dios con nosotros, y dar el ejemplo de
su «mandamiento nuevo» (Jn 13,34) de amarnos unos a otros como Él nos ha amado,
osea dando la vida por nosotros. El mismo Juan lo escribe en su Primera Carta:
«En esto hemos conocido el amor: en que él entregó su vida por nosotros. Por
eso, también nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos. […] Hijitos
míos, no amemos solamente con la lengua y de palabra, sino con obras y de
verdad» (3,16.18).
El
amor, pues, es el servicio concreto que damos los unos a los otros. El amor no
es sólo palabras, son obras y servicio; un servicio humilde, hecho en el
silencio y en lo escondido, como Jesús mismo ha dicho: «Que tu mano izquierda
ignore lo que hace la derecha» (Mt 6,3). Esto implica poner a disposición los
dones que el Espíritu Santo nos ha donado, para que la comunidad pueda crecer
(Cfr. 1 Cor 12,4-11). Además, se expresa en el compartir los bienes materiales,
para que ninguno se encuentre en necesidad. Esto del compartir y de la dedición
a quien está en la necesidad es un estilo de vida que Dios sugiere también a
muchos cristianos, como camino de auténtica humanidad.
Por
último, no olvidemos que lavando los pies a sus discípulos y pidiendo a ellos
hacer lo mismo, Jesús nos ha invitado también a confesar mutuamente nuestras
faltas y a rezar los unos por los otros para sabernos perdonar de corazón. En
este sentido, recordemos las palabras del santo obispo Agustín cuando escribía:
«No desprecie el cristiano de hacer lo mismo que hizo Cristo. Porque cuando el
cuerpo se inclina hasta los pies del hermano, también en el corazón se
enciende, y si ya estaba se alimenta, el sentimiento de humildad […] Perdonémonos
mutuamente nuestras faltas y oremos juntos por nuestras culpas y así de este
modo nos lavaremos los pies recíprocamente» (In Joh 58,4-5).
El
amor, la caridad y el servicio, ayudar a los demás, servir a los otros. Hay
tanta gente que pasa la vida así, en el servicio a los demás. La semana pasada
he recibido una carta de una persona que me decía que me agradecía por el Año
de la Misericordia; me pedía orar por ella, para que pudiera estar más cerca
del Señor. La vida de esta persona era cuidar a la mamá y al hermano; la mamá
en cama, anciana, lúcida pero no se podía mover y el hermano discapacitado, en
una silla de ruedas. Esta persona, su vida, era servir, ayudar. ¡Y esto es
amor! Cuando te olvidas de ti mismo y piensas en los demás: ¡esto es amor! Y
con el lavatorio de los pies el Señor nos enseña a ser servidores, más siervos,
como Él ha sido siervo por nosotros, por cada uno de nosotros.
Por
lo tanto, queridos hermanos y hermanas, ser misericordiosos como el Padre
significa seguir a Jesús en el camino del servicio. Gracias.
(Traducción
del italiano: Raúl Cabrera, Renato Martinez - Radio Vaticano)
No hay comentarios:
Publicar un comentario