«Así pues, amadísimos, si bien todo tiempo es bueno
para ejercitarse en la virtud de caridad, estos días cuaresmales nos invitan a
ello de un modo más apremiante; si deseamos llegar a la Pascua santificados en
el alma y en el cuerpo, debemos poner un interés especialísimo en la
adquisición de esta virtud, que contiene en sí todas las otras y cubre la
multitud de los pecados.
»Por esto, ya que nos preparamos para celebrar
aquel misterio que excede a todos los demás, en el que la sangre de Jesucristo
borró nuestras iniquidades, dispongámonos mediante el sacrificio espiritual de
la misericordia, de tal manera que demos de lo que nosotros hemos recibido de
la bondad divina, aun a los mismos que nos han ofendido». (San León Magno).
»Este retorno, fruto de un acto de amor será tanto
más expresivo y grato a El cuanto más acompañado vaya del sacrificio de algo
necesario y, sobre todo, de las cosas superfluas. A vuestra iniciativa se
ofrece una gama vastísima de acciones, que van desde el cumplimiento asiduo y
generoso de vuestro deber diario, a la aceptación humilde y gozosa de los
contratiempos molestos que puedan presentarse a lo largo del día y a la
renuncia de algo que sea muy agradable a fin de poder socorrer a quien está
necesitado; pero sobre todo es agradabilísima al Señor la caridad del buen
ejemplo, exigido por el hecho de que pertenecemos a una familia de fe cuyos
miembros son interdependientes y cada uno está necesitado de la ayuda y apoyo
de todos los otros. El buen ejemplo no sólo actúa fuera, sino que va a lo hondo
y construye en el otro el bien más precioso y efectivo, que es el de la
coherencia con la propia vocación cristiana.» (SS. Juan Pablo II).
«Puesto que el tiempo cuaresmal prepara a los
fieles, entregados más intensamente a oír la Palabra de Dios y a la oración,
para que celebren el misterio pascual, sobretodo mediante el recuerdo o la
preparación del Bautismo y mediante la Penitencia, dése particular relieve en
la liturgia y en la catequesis litúrgica al doble carácter de dicho tiempo.»
(Concilio Vaticano II, Sacrosanctum Concilium, 109).
«La penitencia del tiempo cuaresmal no debe ser
sólo interna e individual, sino también externa y social. Foméntese la práctica
penitencial de acuerdo con las posibilidades de nuestro tiempo y de los
diversos países y condiciones de los fieles [...].
»Sin embargo, téngase como sagrado el ayuno
pascual; ha de celebrarse en todas partes el viernes de la pasión y muerte del
Señor y aún extenderse, según las circunstancias, al sábado santo, para que de
este modo se llegue al gozo del domingo de Resurrección con elevación y
apertura de espíritu.»
(Concilio Vaticano II, Sacrosanctum Concilium, 110).
«La tentación de Jesús manifiesta la manera que
tiene de ser Mesías el Hijo de Dios, en oposición a la que le propone Satanás y
a la que los hombres le quieren atribuir. Por eso Cristo ha vencido al Tentador
en beneficio nuestro: «Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda
compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros,
excepto en el pecado» (Hb 4, 15). La Iglesia se une todos los años, durante los
cuarenta días de Cuaresma, al Misterio de Jesús en el desierto.»
(Catecismo
de la Iglesia Católica, n. 540).
«Los tiempos y los días de penitencia a lo largo
del año litúrgico
(el tiempo de Cuaresma, cada viernes en memoria de
la muerte del Señor) son momentos fuertes de la práctica penitencial de la
Iglesia1.
Estos tiempos son particularmente apropiados para los ejercicios espirituales,
las liturgias penitenciales, las peregrinaciones como signo de penitencia, las
privaciones voluntarias como el ayuno y la limosna, la comunicación cristiana
de bienes (obras caritativas y misioneras).»
(Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1438).
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