El Papa Francisco con los fieles y peregrinos
presentes en la Plaza de San Pedro para rezar la oración mariana del Ángelus
del segundo domingo de agosto. - AFP
14/08/2016 12:10
(RV).- “Estamos llamados a convertirnos
siempre más en una comunidad de personas guiadas y transformadas por el
Espíritu Santo, llenas de comprensión, con el corazón abierto y el rostro
gozoso”, lo dijo el Papa Francisco a los fieles y peregrinos presentes en la
Plaza de San Pedro para rezar la oración mariana del Ángelus del segundo
domingo de agosto.
PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO ANTES DE REZAR EL
ÁNGELUS DOMINICAL
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de este domingo (Lc 12,49-53) forma
parte de las enseñanzas de Jesús dirigidas a sus discípulos a lo largo del
camino hacia Jerusalén, donde le espera la muerte de cruz. Para indicar el
objetivo de su misión, Él se sirve de tres imágenes: el fuego, el bautismo y la
división. Hoy deseo hablar de la primera imagen: el fuego.
Jesús lo expresa con estas palabras: «Yo he venido
a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo! »
(v.49). El fuego del cual habla Jesús es el fuego del Espíritu Santo, presencia
viva y operante en nosotros desde el día de nuestro Bautismo. Este – el fuego –
es una fuerza creadora que purifica y renueva, incendia toda humana miseria,
todo egoísmo, todo pecado, nos transforma desde adentro, nos regenera y nos
hace capaces de amar. Jesús desea que el Espíritu Santo arda como fuego en
nuestro corazón, porque es sólo partiendo del corazón que el incendio del amor
divino podrá desarrollarse y hacer progresar el Reino de Dios. No parte de la
cabeza, parte del corazón. Y por esto Jesús quiere que el fuego entre en
nuestro corazón. Si nos abrimos completamente a la acción de este fuego que es
el Espíritu Santo, Él nos donará la audacia y el fervor para anunciar a todos a
Jesús y su consolador mensaje de misericordia y de salvación, navegando en alto
mar, sin miedo. Pero el fuego comienza en el corazón.
En el cumplimiento de su misión en el mundo, la
Iglesia – es decir, todos nosotros Iglesia – tiene necesidad de la ayuda del
Espíritu Santo para no detenerse ante el miedo, para no habituarse a caminar
dentro de los confines seguros. Estas dos actitudes llevan a la Iglesia a ser
una Iglesia funcional, que no arriesga jamás. En cambio, la valentía apostólica
que el Espíritu Santo enciende en nosotros como un fuego nos ayuda a superar
los muros y las barreras, nos hace creativos y nos impulsa a ponernos en
movimiento para caminar incluso por vías inexploradas o incomodas, ofreciendo
esperanza a cuantos encontramos. Con este fuego del Espíritu Santo estamos
llamados a convertirnos siempre más en una comunidad de personas guiadas y
transformadas, llenas de comprensión, personas con el corazón abierto y el
rostro gozoso. Hoy más que nunca se necesita de sacerdotes, de consagrados y de
fieles laicos, con la mirada atenta del apóstol, para conmoverse y detenerse
ante las dificultades y la pobreza material y espiritual, caracterizando así el
camino de la evangelización y de la misión con el ritmo restaurador de la
proximidad. Es justamente el fuego del Espíritu Santo el que nos lleva a
hacernos “prójimos” de los demás: de las personas que sufren, de los
necesitados; de tantas miserias humanas, de tantos problemas; de los
refugiados, de los prófugos, de aquellos que sufren. Este fuego que viene del
corazón. Fuego.
En este momento, pienso también con admiración
sobre todo a los numerosos sacerdotes, religiosos y fieles laicos que, en todo
el mundo, se dedican al anuncio del Evangelio con gran amor y fidelidad, e
incluso a costo de sus vidas. Su ejemplar testimonio nos recuerda que la
Iglesia no tiene necesidad de burócratas y de diligentes funcionarios, sino de
misioneros apasionados, devorados por el ardor de llevar a todos la consoladora
palabra de Jesús y su gracia. Este es el fuego del Espíritu Santo. Si la
Iglesia no recibe este fuego o no lo deja entrar en sí, se hace una Iglesia
fría o solamente tibia, incapaz de dar vida, porque está constituida por
cristianos fríos y tibios. Nos hará bien, hoy, tomar cinco minutos y
preguntarnos: ¿Cómo es mi corazón? ¿Es frío? ¿Es tibio? ¿Es capaz de recibir
este fuego? Tomemos cinco minutos para esto. Nos hará bien a todos.
Y pidamos a la Virgen María de orar con nosotros y
por nosotros al Padre celeste, para que infunda sobre todos los creyentes el
Espíritu Santo, fuego divino que enciende los corazones y nos ayuda a ser
solidarios con las alegrías y los sufrimientos de nuestros hermanos. Nos
sostenga en nuestro camino el ejemplo de San Maximiliano Kolbe, mártir de la
caridad, de quien hoy celebramos la fiesta: él nos enseñe a vivir el fuego del
amor por Dios y por el prójimo.
(Traducción del italiano, Renato Martinez – Radio
Vaticano)
«BIENAVENTURADOS LOS MISERICORDIOSOS, PORQUE ELLOS
ALCANZARÁN LA MISERICORDIA»
Después del rezo a la Madre de Dios, el Papa
Francisco hizo resonar el lema, que él mismo había elegido para la Jornada
Mundial de la Juventud de Cracovia, alentando en especial a los jóvenes, en el
marco del Jubileo extraordinario que invita a la misericordia.
Saludando cordialmente a los numerosos fieles
romanos y de tantas partes del mundo que acudieron, un domingo más a la Plaza
de San Pedro, para rezar con el Papa, el Obispo de Roma saludó también a los voluntarios del proyecto
‘Postales en bicicleta’, impulsado por asociaciones italianas que se dedican asostener a niños y a jóvenes con enfermedades
incurables y a sus familiares.
«Queridos hermanos y hermanas
¡saludo con afecto a todos ustedes, romanos y
peregrinos presentes!
También hoy tengo la alegría de saludar a algunos
grupos de jóvenes: ante todo a los scouts provenientes de París. Así como a los
jóvenes llegados a Roma, en peregrinación a pie o en bicicleta desde Bisuschio,
Treviso, Solarolo, Macherio, Sovico, Vall’Alta di Bergamo y a los seminaristas
del Seminario menor de Bergamo.
Les repito, también a ustedes, las palabras que han
sido el tema del gran encuentro de Cracovia: «Bienaventurados los
misericordiosos, porque ellos alcanzarán la misericordia» ¡Esfuércense en perdonar siempre y tengan un
corazón compasivo!
Saludo también a las Asociaciones del proyecto
‘Postales en bicicleta’.
Les deseo a todos un buen domingo y buen almuerzo.
Y, por favor no se olviden de rezar por mí».
(CdM - RV)
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