El Papa pidió a la Virgen María que nos ayude a
nutrirnos siempre con la fe de Jesús, el Pan de la Vida. - ANSA
16/08/2015 11:41
(RV).- Miles
de peregrinos acompañaron en el tercer domingo de agosto al Papa Francisco a la
hora de la oración del Ángelus en la Plaza de San Pedro, donde el Obispo de
Roma reflexionó sobre el Evangelio de Juan, en el que se lee cómo
Jesús se presenta como “el pan vivo bajado del cielo”.
(MZ-RV)
PALABRAS DEL SANTO PADRE ANTES DEL REZO DEL ÁNGELUS
¡Queridos
hermanos y hermanas, buenos dias!
En
estos domingos la Liturgia nos está proponiendo, del Evangelio de Juan, el
discurso de Jesús sobre el Pan de Vida, que es Él mismo y que es también el
sacramento de la Eucaristía. El pasaje de hoy (Jn 6,51-58) presenta la última parte de ese discurso, y
hace referencia a algunos entre la gente que se escandalizan porque Jesús dice: « El que come mi carne y bebe mi sangre
tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día» (Jn 6,54). El estupor de los que
lo escuchan es comprensible; de hecho Jesús usa el estilo típico de los
profetas para suscitar en la gente – y también en nosotros – interrogantes y,
al final, provocar una decisión.
Ante todo preguntas: ¿qué significa “comer la carne
y beber la sangre” de Jesús?, ¿es sólo una imagen, una forma de decir, un
símbolo, o indica algo real?
Para responder, es necesario intuir qué ocurre en
el corazón de Jesús mientras parte el pan para la muchedumbre hambrienta.
Sabiendo que deberá morir sobre la cruz por nosotros, Jesús se identifica con
aquel pan partido y compartido, y eso se convierte para Él en el “signo” del
Sacrificio que lo espera. Este proceso tiene su culmen en la Última Cena, donde
el pan y el vino se transforman realmente en su Cuerpo y en su Sangre.
Es la Eucaristía, que Jesús nos deja con una
finalidad precisa: que nosotros podamos convertirnos en una sola una cosa con
Él. De hecho dice: « El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo
en él » (v. 56). Aquel "permanecer": Jesús en nosotros y nosotros en
Jesús. La comunión es asimilación: comiéndolo a Él, nos transformamos en Él.
Pero esto requiere nuestro “si”, nuestra adhesión a la fe.
A veces, con respecto a la santa Misa, se siente
esta objeción:
“¿Para qué sirve la Misa?
Yo voy a la iglesia cuando tengo ganas, y rezo
mejor solo”.
Pero la Eucaristía no es una oración privada o una
bella experiencia espiritual, no es una simple conmemoración de aquello que
Jesús ha hecho en la Última Cena.
Decimos, para entender bien, que la Eucaristía es
“memorial”, o sea un gesto que actualiza y hace presente el evento de la muerte
y resurrección de Jesús: el pan es realmente su Cuerpo ofrecido por nosotros,
el vino es realmente su Sangre derramada por nosotros.
La Eucaristía es Jesús mismo que se dona totalmente
a nosotros.
Nutrirnos de Él y vivir en Él mediante la Comunión
eucarística, si lo hacemos con fe, transforma nuestra vida, la transforma en un
don a Dios y en un don a los hermanos.
Nutrirnos de aquel “Pan de vida” significa entrar
en sintonía con el corazón de Cristo, asimilar sus elecciones, sus
pensamientos, sus comportamientos. Significa entrar en un dinamismo de amor y
convertirnos en personas de paz, personas de perdón, de reconciliación, de
compartir solidario. Lo mismo que Jesús ha hecho.
Jesús concluye su discurso con estas palabras: «El
que come de este pan vivirá eternamente» (Jn 6,58). Si, vivir en comunión real con Jesús sobre esta
tierra nos hace ya pasar de la muerte a la vida. El cielo comienza precisamente
en esta comunión con Jesús.
Y en el Cielo ya nos espera María nuestra Madre –
ayer hemos celebrado este misterio. Ella nos obtenga la gracia de nutrirnos de
Jesús, Pan de Vida, siempre con fe.
Traducción del italiano: Raúl Cabrera, Radio
Vaticano
Saludos del Papa a los fieles presentes en la Plaza
de San Pedro:
Queridos
hermanos y hermanas,
Les
saludo a todos con afecto, romanos y peregrinos: las familias, los grupos
parroquiales, las asociaciones, los jóvenes.
Saludo
al grupo folclórico “Organización de arte y cultura mexicana”, los jóvenes de
Verona que están viviendo una experiencia en Roma, y a los fieles de Beverare.
Dirijo
un saludo especial a los numerosos jóvenes del Movimiento Juvenil Salesiano,
reunidos en Turín en los lugares de San Juan Bosco para celebrar el
bicentenario de su nacimiento, les animo a vivir en la cotidianidad la alegría
del Evangelio, para generar esperanza en el mundo.
A
todos les deseo un buen domingo. Y por favor, ¡no se olviden de rezar por mí!
Buen almuerzo y hasta la vista.
(MZ-RV)
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