REDACCION CENTRAL, 09 May. 17 / 07:09
pm (ACI).- Como respuesta a las
malinterpretaciones del “tercer secreto” de Fátima que algunos asocian a un
“caos apocalíptico”, el entonces Cardenal Joseph Ratzinger,
Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y luego Papa Benedicto XVI,
explicó el sentido del texto y cómo puede servir para comprender y vivir mejor
el Evangelio.
La tercera
parte del secreto de Fátima fue
revelado el 13 de julio de 1917 a los tres pastorcitos en Cova da Iria y
transcrito por Sor Lucía el 3 de enero de 1944. Fue hecho público por el
Secretario de Estado, Cardenal Angelo Sodano,
el 13 de mayo del 2000.
Los mensajes transmitidos por la
Virgen María exhortan al arrepentimiento, conversión, oración y penitencia como
medios de reparación por los pecados.
Según el Cardenal, el llamado a la
penitencia es una exhortación a comprender los signos de los tiempos y a la
conversión. La penitencia, además, es la respuesta a un momento histórico
determinado que se caracteriza por grandes dificultades.
En el secreto hay un elemento que se
refiere a un “ángel con la espada de fuego”. Para el Cardenal este elemento no
es fantasía: se refiere a las armas de fuego, que el hombre mismo ha inventado.
Otro elemento de la visión es la
fuerza que se opone a la destrucción: el esplendor de la Virgen, que proviene
de la penitencia. Esto quiere decir, que la penitencia y la oración tienen el
poder de cambiar las predicciones hacia el bien.
El mejor ejemplo, afirma, es que el Papa Juan Pablo II sobrevivió al atentado del 13 de mayo
de 1981 en la Plaza de San Pedro, pese a que en el secreto predecía su muerte.
Acerca de los tres elementos que
aparecen en el secreto (una montaña escarpada, una gran ciudad medio en ruinas,
y una gran cruz de troncos rústicos), Ratzinger señala
que la montaña es el costoso camino que el hombre debe atravesar y la ciudad en
ruinas representa las desgracias que el propio hombre ocasionó con las guerras.
Sobre la montaña está la cruz, el
objetivo final, donde la destrucción se transforma en salvación. Por ello,
estos símbolos tienen un sentido de esperanza.
El Obispo de blanco (el Papa), tendrá
que subir por esa montaña y atravesar la ciudad en ruinas. El Papa precede a
los demás, cuyo camino también pasa en medio de los cadáveres. Benedicto indica
que la travesía del Papa simboliza el camino de la Iglesia en medio de la violencia, las
destrucciones y las persecuciones.
"En la visión podemos reconocer
el siglo pasado como siglo de los mártires, como siglo de los sufrimientos y de
las persecuciones contra la Iglesia, como el siglo de las guerras mundiales y
de muchas guerras locales que han llenado toda su segunda mitad y han hecho
experimentar nuevas formas de crueldad. En el 'espejo' de esta visión vemos
pasar a los testigos de la fe de decenios".
Esta parte del secreto concluye con una
señal de esperanza: Que ningún sufrimiento es en vano. Porque la sangre de los
mártires purifica y renueva. De ahí se levantará una Iglesia triunfante.
También, la sangre derramada sobre la cruz representa la vivencia actual del
sufrimiento de Cristo y la promesa de salvación.
EL TERCER SECRETO DE FÁTIMA
Este es el Tercer Secreto de Fátima
escrito por Sor Lucía:
“Escribo en obediencia a Vos, Dios
mío, que lo ordenáis por medio de Su Excelencia Reverendísima el Señor Obispo
de Leiria y de la Santísima Madre vuestra y mía. Después de las dos partes que
ya he expuesto, hemos visto al lado izquierdo de Nuestra Señora un poco más en
lo alto a un Ángel con una espada de fuego en la mano izquierda; centelleando
emitía llamas que parecía iban a incendiar el mundo; pero se apagaban al
contacto con el esplendor que Nuestra Señora irradiaba con su mano derecha
dirigida hacia él; el Ángel señalando la tierra con su mano derecha, dijo con
fuerte voz: ¡Penitencia, Penitencia, Penitencia! Y vimos en una inmensa luz qué
es Dios: « algo semejante a como se ven las personas en un espejo cuando pasan
ante él» a un Obispo vestido de Blanco « hemos tenido el presentimiento de que
fuera el Santo Padre». También a otros Obispos, sacerdotes, religiosos y
religiosas subir una montaña empinada, en cuya cumbre había una gran Cruz de
maderos toscos como si fueran de alcornoque con la corteza; el Santo Padre,
antes de llegar a ella, atravesó una gran ciudad medio en ruinas y medio
tembloroso con paso vacilante, apesadumbrado de dolor y pena, rezando por las
almas de los cadáveres que encontraba por el camino; llegado a la cima del
monte, postrado de rodillas a los pies de la gran Cruz fue muerto por un grupo
de soldados que le dispararon varios tiros de arma de fuego y flechas; y del
mismo modo murieron unos tras otros los Obispos sacerdotes, religiosos y
religiosas y diversas personas seglares, hombres y mujeres de diversas clases y
posiciones. Bajo los dos brazos de la Cruz había dos Ángeles cada uno de ellos
con una jarra de cristal en la mano, en las cuales recogían la sangre de los
Mártires y regaban con ella las almas que se acercaban a Dios”.
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