ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh
María, digna Madre de Dios y tierna Madre nuestra, que apareciendo en Fátima,
nos habéis mostrado nuevamente en vuestro Corazón un asilo y refugio
segurísimo, y en vuestro rosario un arma victoriosa contra el enemigo de
nuestras almas, dándonos también rica promesa de paz y vida eterna!
Con el corazón contrito y humillado por mis culpas, pero lleno de confianza en
vuestras bondades, vengo a ofreceros esta novena de alabanzas y peticiones.
Recordando,
Señora benignísima, las palabras de Jesús en la cruz, “Ahí tienes a tu Madre”,
os digo con todo afecto: ¡Madre, aquí tenéis a vuestro hijo!
Recibid
mi corazón, y ya que es palabra vuestra “Quien me hallare, hallará la vida”,
dadme que amándoos con amor filial, halle y goce aquí la vida de la gracia y
después la vida de la gloria. Amén.
ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh Corazón de María, el más amable y compasivo de los corazones después
del de Jesús, Trono de las misericordias divinas en favor de los miserables
pecadores! Yo, reconociéndome sumamente necesitado, acudo a Vos en quien el
Señor ha puesto el tesoro de sus bondades con plenísima seguridad de ser por
Vos socorrido. Vos sois mi refugio, mi amparo, mi esperanza; por esto os digo y
os diré en todos mis apuros y peligros:
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Cuando la enfermedad me aflija, o me oprima la tristeza, o la espina de la
tribulación llague mi alma,
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Cuando el mundo, el demonio y mis propias pasiones, coaligados para mi eterna
perdición, me persigan con sus tentaciones y quieran hacerme perder el tesoro
de la divina gracia,
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
En la hora de mi muerte, en aquel momento espantoso del que depende mi
eternidad, cuando se aumenten las angustias de mi alma y los ataques de mis
enemigos,
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Y cuando mi alma pecadora se presente ante el tribunal de Jesucristo para
rendirle cuenta de toda su vida, venid Vos a defenderla y ampararla, y
entonces, ahora y siempre,
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Estas gracias espero alcanzar de Vos, ¡oh Corazón amantísimo de mi Madre!, a
fin de que pueda veros y gozar de Dios en vuestra compañía por toda la
eternidad en el cielo. Amén.
DÍA 1º, REINADO DEL CORAZÓN DE MARÍA
Dijo la
Virgen a los pastorcitos de Fátima: “Jesús quiere establecer en el mundo la
devoción a mi Inmaculado Corazón”.
En
verdad, ¿puede haber cosa más justa y digna? Oigamos al P. Claret: “¿Habrá
quien pregunte por qué veneramos al Corazón de María? ¿Se han meditado bien la
excelencia de este Corazón y las perfecciones sobrehumanas y más que angélicas
que lo adornan?
¡Oh, con
qué alegría contempla el Señor al Corazón de María, al que ninguna mancha
desfigura ni afea germen alguno de pasión mala, en el que no existe sobra de
defecto que pueda hacerle indigno y cuyas afecciones son todas celestes! O por
hablar con más propiedad, ¡con qué satisfacción no se contempla a Sí mismo en
aquel espejo fiel en donde se hallan retratados todos los rasgos de su
semejanza, borrados en el resto de los hombres!”. Y afirma San Bernardino de
Siena que “para ensalzar los sentimientos del Corazón Virginal de María no
bastan las lenguas de todos los hombres, ni aún las de los ángeles”. ¡Tan digno
y santo es!
¡Oh alma devota! Dios lo quiere: Dios ha honrado sobremanera al Corazón de
María: honra tú también, ama y obsequia cuanto puedas al Corazón amantísimo de
tu dulce Madre.
Después
de la meditación propia del día pídanse las gracias.
Para alcanzarlas, rezar cinco Avemarías al Corazón de María.
DÍA 2º, DESAGRAVIO AL CORAZÓN DE MARÍA
La Virgen
pidió en Fátima a los tres niños ofrecieran sacrificios en reparación de las
ofensas que se infieren a su Inmaculado Corazón.
Pidió en
particular la comunión reparadora de los primeros sábados.
Lo que
sostiene a este mundo pecador es el espíritu de reparación, que llega a su
valor más alto en la misa, donde Jesús encabeza las reparaciones y desagravios
de la Iglesia toda a su Eterno Padre.
Se ofende a Dios, y se ofende mucho también a su amadísima Madre, cuyo Corazón
gime atravesado con la simbólica espada. “Ese vaso de santidad -exclama San
Buenaventura- ¿cómo se ha trocado en mar de penalidades?” La Virgen Madre puede
responder: “Hijos he criado y exaltado, mas ellos me despreciaron”.
¡Penitencia! nos dice María en Fátima como en Lourdes. Sí: Fátima es un pregón
de penitencia para esta época en que se niega la gravedad del pecado, se
glorifica el sensualismo y se concretan las aspiraciones a gozar de esta vida.
No volver a pecar: esto es lo primero en el verdadero penitente. Y luego,
mortificarse y sufrir algo por Dios. Oigamos, pues, el clamor de María:
ofrezcamos oraciones, buenas obras y sacrificios en desagravio a su afligido
Corazón.
Después
de la meditación propia del día pídanse las gracias.
Para alcanzarlas, rezar cinco Avemarías al Corazón de María.
DÍA 3º, EL CORAZÓN DE MARÍA, IRIS DE PAZ
El mundo
desconoce a Dios; es impío; y está escrito: “No hay paz para los impíos”. Habrá
en él mucha inteligencia, mucho brazo, mucha máquina; pero falta corazón. Y por
eso falta amor, concordia, Paz.
En Fátima
aparece y brilla como nunca un Corazón, un Corazón de Madre, capaz de unir los
corazones todos y llevarlos a Dios.
“En ese Corazón -dice Ricardo de San Lorenzo- la justicia y la paz se besaron”,
porque como explica San Bernardo, “maría recibió del mismo Corazón del Eterno
Padre en su propio Corazón, al Verbo”, que es nuestra paz y reconciliación.
¿Acaso no es oficio propio de la madre aplacar al Padre con los hijos y
pacificar a éstos entre sí? Sala de esos armisticios es el corazón de toda
madre. El de María es arca noética de donde sale siempre la paloma mensajera de
paz, cuyos ramitos de olivo caen y germinan en las tierras ensangrentadas por
el odio.
“Abre, pues, oh María -le suplica San Bernardo- la puerta del Corazón a los
llorosos hijos de Adán”. Ante ese “áureo altar de paz” vengan todos a depositar
su ofrenda, reconciliados ya con sus hermanos.
Roguemos
a la Reina de la paz la dé a los pueblos y familias; pero más, mucho más a los
pecadores que están alejados de Dios y tiranizados por el demonio.
Después
de la meditación propia del día pídanse las gracias. Para alcanzarlas, rezar
cinco Avemarías al Corazón de María.
DÍA 4º, EL CORAZÓN DE MARÍA Y LOS PECADORES
No una,
sino varias veces exhortó la Virgen a los niños de Fátima a orar y sufrir por
la conversión de los pecadores, y pidió expresamente el culto a su Corazón como
medio de conversiones.
Dicen muchos: “Pequé, y ¿qué de malo me ha sucedido?”. No hablarían así, a poca
fe y reflexión que tuvieran. Verían que el pecado mortal mata al alma, roba la
paz y todos los méritos, enemista con Dios y esclaviza bajo el poder de
satanás. El que muere en pecado mortal se condena para siempre. ¡Qué espantosa
desgracia!
Una avemaría diaria rezan los archicofrades del Corazón de María por los
pecadores. Y María les inspira arrepentimiento, confesión, enmienda, y así les
torna la vida, antes insoportable, dulce y feliz. “¡Cuánto no debemos al tesoro
de consuelos que encierra el Corazón Inmaculado de María!” exclamaba el P.
Faber, convertido por ese Corazón de Madre.
“¡Oh María! -le decía San Alfonso María de Ligorio- si vuestro Corazón llega a
tener compasión de mí, no podrá dejar de protegerme”.
El Papa en nombre de toda la humanidad pecadora, ora de este modo: “Estamos
seguros de obtener misericordia y de recibir gracias, no por nuestros méritos,
de los que no presumimos, sino únicamente por la inmensa bondad de vuestro
materno Corazón”.
Acude tú también a este Trono de misericordia; y pídele la conversión de los
pecadores empedernidos.
Después
de la meditación propia del día pídanse las gracias.
Para alcanzarlas, rezar cinco Avemarías al Corazón de María.
DÍA 5º, LA GRAN PROMESA DEL CORAZÓN DE MARÍA
Esta
promesa será sin duda lo que más perpetúe el nombre de Fátima a través de los
siglos y traiga más frutos de salvación. “Prometo -dijo la Virgen- asistir en
la hora de muerte con las gracias necesarias para la salvación a los que en cinco
primeros sábados de mes seguidos comulguen y recen el rosario meditado”.
Ante este alarde de misericordia del Corazón de María, el mundo se ha
conmovido. El mismo soberano Pontífice pone al principio de la misa del Corazón
de María aquella invitación: “Vayamos con confianza a ese Trono de gracia”. Y
cada uno de los fieles ganoso de asegurar lo que más importa, el porvenir
eterno, tiene cuenta con sus cinco primeros sábados, evita el interrumpirlos,
se alegra de coronarlos y se complace en repetirlos.
Es interesante el dato evangélico: Jesús otorgaba sus favores y prodigios
preferentemente en sábado. E interrogaba a sus detractores: ¿Es lícito curar en
sábado? Su Madre divina parece responder: los sábados son los días de mi
predilección a favor de mis devotos en la tierra y en el purgatorio.
¡Oh alma! reza el rosario y comulga en dichos días, con gratitud, con fervor,
en espíritu de reparación, y no lo dudes: albergada en ese Corazón, que es,
según San Buenaventura, “deliciosísimo paraíso de Dios”, pasarás al paraíso
eterno.
Después
de la meditación propia del día pídanse las gracias.
Para alcanzarlas, rezar cinco Avemarías al Corazón de María.
DÍA 6º, EL CORAZÓN DE MARÍA Y EL ROSARIO
Como en
Lourdes, María pide en Fátima el rezo del rosario, y pide lo recemos
diariamente, por la paz y por los pecadores, es decir: “por la paz de las armas
y por la paz de las almas”, según frase del Papa.
¿Necesitaremos más invitaciones para darnos a esta dulcísima y salvadora
devoción? Dulcísima, pues como dice San Anselmo de Luca, “debería rebosar
célica dulzura nuestra boca al saludar a tan benigna Señora y bendecir el fruto
de su vientre, Jesús”. Salvadora, pues dice Montfort: “No sé el cómo ni el
porqué, pero es una verdad, que para conocer si una persona es de Dios, basta
examinar si gusta de rezar el avemaría y el rosario”.
Dijo la Virgen al P. Claret: “Quiero que seas el Domingo de Guzmán de estos
tiempos”. Y él propagó el rosario con celo indecible, transformando los
hogares.
Al B. P. Hoyos le declaró la misma Señora: “Hasta ahora ninguno se ha
condenado, ni se condenará en adelante que haya sido verdadero devoto de mi
rosario”.
“¡Reina del Santísimo Rosario!”: así empieza el Papa la Consagración al Corazón
de María, para indicarnos su aprecio al rosario. Alma fiel: el rosario sea para
ti un tesoro: rézalo en familia o en particular todos los días de tu vida.
Después
de la meditación propia del día pídanse las gracias.
Para alcanzarlas, rezar cinco Avemarías al Corazón de María.
DÍA 7º, EL CORAZÓN DE MARÍA Y LA MEDITACIÓN
La Virgen
de Fátima prometió el cielo a los que n cinco primeros sábados comulguen y
recen el rosario meditando sus misterios.
En la historia del cristianismo, que cuenta 20 siglos, es la primera vez que la
Virgen invita al mundo a la práctica de la meditación u oración mental. Sabe
muy bien que la irreflexión es la característica de nuestra época, llena de
desolación, porque no hay quien medite de corazón.
¿Y quién podrá invitarnos mejor a la meditación que María, que en su Corazón
-testigo el Evangelio- guardaba, meditaba y analizaba todas las palabras y
acciones de Jesús niño, de Jesús adolescente, de Jesús hombre, y así se
santificaba de día en día?
Para Ella sí que las palabras de Jesús eran palabras de vida eterna; y pues el
hombre vive de toda palabra que procede de la boca de Dios, de ellas se
alimentaba la Virgen como de una verdadera Eucaristía.
Si San Juan Eudes llama al Corazón de María “Libro de la Vida”, es porque en
las páginas delicadas de su Corazón la Virgen imprimía y releía todo lo que
decía y hacía Jesús durante aquellos 30 años, para ser después el archivo
divino de la Iglesia naciente.
“Ea, pues, -dice San Juan Crisóstomo- lo que María meditaba en su Corazón,
meditémoslo en el nuestro”. En los misterios del rosario está la vida de Jesús
y de María: quien los medite bien, no pecará jamás.
Después
de la meditación propia del día pídanse las gracias.
Para alcanzarlas, rezar cinco Avemarías al Corazón de María.
DÍA 8º, EL CORAZÓN DE MARÍA Y EL PAPA
En sus
apariciones de Fátima la Virgen menciona varias veces con amor al Santo Padre y
pide se ore mucho por él.
El Papa es, entre todos los mortales, el primer hijo del Corazón de María, por
ser el “Jesús visible”, o como decía Santa Catalina de Siena, “el dulce Cristo
en la tierra”.
El Papa es nuestro Padre. ¡Oh si le tuviéramos aquel amor filial que le
profesaba San Juan Bosco, quien por ser fiel a su consigna “con el Papa hasta
la muerte”, tanto sufrió de los enemigos de la Iglesia, y el P. Claret, que en
pleno Concilio Vaticano manifestó que ansiaba derramar toda su sangre en
defensa de la infalibilidad pontificia!
Es nuestro Padre amantísimo: hemos de profesarle amor, respeto y obediencia; no
consentir jamás se le ataque y persiga; rogar para que el Corazón de María lo
ilumine y guarde de todo peligro, lo haga feliz en la tierra y lo corone de
gloria en el cielo.
Después
de la meditación propia del día pídanse las gracias.
Para alcanzarlas, rezar cinco Avemarías al Corazón de María.
DÍA 9º, CONSAGRACIÓN AL CORAZÓN DE MARÍA
El Papa
Pío XII, en el 25 aniversario de las apariciones de Fátima, consagró el mundo
al Inmaculado Corazón de María, secundando la petición de la aparecida Señora.
Y a tono con él, innumerables Prelados le han consagrado sus diócesis,
provincias y naciones.
Apareció el foco de la benignidad de la Salvadora del mundo y éste lo ha
saludado con transportes de júbilo. De ese foco de amor maternal no habrá ya
quien se esconda.
“Os tengo en mi Corazón”, puede decirnos María, mejor que San Pablo a los
filipenses. En esa arca de salvación nos ha refugiado a todos el Papa, por
salvarnos del diluvio de males y vicios. ¿Cuándo? Cuando dijo solemnemente: “A
vuestro Corazón Inmaculado nos confiamos y nos consagramos, no sólo en unión
con la Santa Iglesia… sino también con todo el mundo”.
Ahora nos toca a nosotros, a cada uno de nosotros repetir la consagración y
vivir de acuerdo con ella llevando una conducta digna de hijos del Corazón de
María, una vida de pureza, de oración, de mansedumbre, de caridad, de
paciencia, de mortificación, virtudes que nos harán semejantes a nuestra Madre
y fieles discípulos de Jesús, nuestro adorable Redentor, y nos otorgarán
derecho a la eterna bienaventuranza.
Después
de la meditación propia del día pídanse las gracias.
Para alcanzarlas, rezar cinco Avemarías al Corazón de María.