Por la gracia de Dios, que se sumerge en las voluntades humanas, selectivas, el Espíritu Santo ha influenciado en nuestra querida Iglesia, pretensiones dadas a través de los siglos, por su autoría para el beneficio personal y colectivo de las Iglesias particulares y a las parroquias por delegación y por los Sacramentos nos ha dado toda la vida del Salvador, pero a la vez, nos ha dado una responsabilidad irrestricta de ser nosotras y nosotros sujetos activos infaltables de la acción evangelizadora en un mundo complejo y esteril de la Palabra de Dios;
Corresponde por consiguiente dedicación del tiempo que Dios nos regala suministrarle vida verdadera a las pequeñas comunidades a las cuales servimos inaplazablemente, para que el tiempo de Dios sea el tiempo de los hombre y de las mujeres, de los niños, de los jovenes, de los ancianos, de los encarcelados, de los enfermos, de los pobres, de los misioneros, de los religiosos, de las religiosas, de los trabajadores e inclusive de los indiferentes.
La Iglesia, mostrará a ésta generación y a las próximas un rostro equivalente a lo faltante en el corazón humano, es decir, una cara alegre y optimista, esperanzadora y gozosa, perdonadora y salvífica, superando así, los vacios que hubo en pasadas formas de ver a la comunidad eclesial, que se quedó retraida en algunos tiempos preteritos, en los cuales la imagen de iglesia que se dió, fue de una iglesia que condenaba al ser humano y desconocía el verdadero anhelo de la humanidad de encontrar lo que se ha hallado hoy, una iglesia que lo ama, que lo comprende, que lo motiva, que lo fortalece, que lo levanta del suelo, que lo acompaña, participativa, una iglesia entendible facilmente, con un mensaje para digerir amistosamente en compañía de Jesús Cristo.
Autor: Padre Omar Cardenas Suarez