25. UN AÑO SANTO EXTRAORDINARIO, ENTONCES, PARA
VIVIR EN LA VIDA DE CADA DÍA LA MISERICORDIA QUE DESDE SIEMPRE EL PADRE DISPENSA
HACIA NOSOTROS. EN ESTE JUBILEO DEJÉMONOS SORPRENDER POR DIOS. Él nunca se cansa de destrabar la puerta de
su corazón para repetir que nos ama y quiere compartir con nosotros su vida.
LA IGLESIA SIENTE LA URGENCIA DE
ANUNCIAR LA MISERICORDIA DE DIOS. Su vida es auténtica y creíble cuando con
convicción hace de la misericordia su anuncio. Ella sabe que la primera tarea, sobre todo en un momento como el
nuestro, lleno de grandes esperanzas y fuertes contradicciones, es la de
introducir a todos en el misterio de la misericordia de Dios, contemplando el
rostro de Cristo. LA IGLESIA ESTÁ
LLAMADA A SER EL PRIMER TESTIGO VERAZ DE LA MISERICORDIA, PROFESÁNDOLA Y
VIVIÉNDOLA COMO EL CENTRO DE LA REVELACIÓN DE JESUCRISTO. Desde el corazón
de la Trinidad, desde la intimidad más profunda del misterio de Dios, brota y
corre sin parar el gran río de la misericordia. Esta fuente nunca podrá
agotarse, sin importar cuántos sean los que a ella se acerquen. CADA VEZ QUE ALGUIEN TENDRÁ NECESIDAD PODRÁ
VENIR A ELLA, PORQUE LA MISERICORDIA DE DIOS NO TIENE FIN. Es tan insondable la
profundidad del misterio que encierra, tan inagotable la riqueza que de ella
proviene.
En este Año Jubilar la Iglesia se convierta en el
eco de la Palabra de Dios que resuena fuerte y decidida como palabra y gesto de
perdón, de soporte, de ayuda, de amor. NUNCA SE CANSE DE OFRECER MISERICORDIA Y
SEA SIEMPRE PACIENTE EN EL CONFORTAR Y PERDONAR. La Iglesia se haga voz de cada hombre y mujer y repita con confianza y
sin descanso: « Acuérdate, Señor, de tu misericordia y de tu amor; que son
eternos » (Sal 25,6).
Dado en
Roma, junto a San Pedro, el 11 de abril, Vigilia del Segundo Domingo de Pascua
o de la Divina Misericordia, del Año del Señor 2015, tercero de mi pontificado. Franciscus.
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