22. EL JUBILEO LLEVA TAMBIÉN CONSIGO LA
REFERENCIA A LA INDULGENCIA. En el Año Santo de la Misericordia
ella adquiere una relevancia particular. EL
PERDÓN DE DIOS POR NUESTROS PECADOS NO CONOCE LÍMITES. En la muerte y
resurrección de Jesucristo, Dios hace evidente este amor que es capaz incluso
de destruir el pecado de los hombres. DEJARSE
RECONCILIAR CON DIOS ES POSIBLE POR MEDIO DEL MISTERIO PASCUAL Y DE LA
MEDIACIÓN DE LA IGLESIA. Así entonces, Dios
está siempre disponible al perdón y nunca se cansa de ofrecerlo de manera
siempre nueva e inesperada. Todos
nosotros, sin embargo, vivimos la experiencia del pecado. Sabemos que
estamos llamados a la perfección (cfr Mt 5,48), pero sentimos
fuerte el peso del pecado. Mientras percibimos la potencia de la gracia que nos
transforma, experimentamos también la fuerza del pecado que nos condiciona. No
obstante el perdón, llevamos en nuestra vida las contradicciones que son
consecuencia de nuestros pecados. EN EL
SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN DIOS PERDONA LOS PECADOS, QUE REALMENTE QUEDAN
CANCELADOS; y sin embargo, la huella negativa que los pecados dejan en
nuestros comportamientos y en nuestros pensamientos permanece. La misericordia de Dios es incluso más
fuerte que esto. Ella se transforma en indulgencia del Padre
que a través de la Esposa de Cristo alcanza al pecador perdonado y lo libera de
todo residuo, consecuencia del pecado, habilitándolo a obrar con caridad, a
crecer en el amor más bien que a recaer en el pecado.
LA IGLESIA VIVE LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS. En la
Eucaristía esta comunión, que es don de Dios, actúa como unión espiritual que nos
une a los creyentes con los Santos y los Beatos cuyo número es incalculable
(cfr Ap 7,4). Su santidad viene en ayuda de nuestra
fragilidad, y así la Madre Iglesia es
capaz con su oración y su vida de ir al encuentro de la debilidad de unos con
la santidad de otros. VIVIR ENTONCES
LA INDULGENCIA EN EL AÑO SANTO SIGNIFICA ACERCARSE A LA MISERICORDIA DEL PADRE
CON LA CERTEZA QUE SU PERDÓN SE EXTIENDE SOBRE TODA LA VIDA DEL CREYENTE. Indulgencia es experimentar la santidad de
la Iglesia que participa a todos de los beneficios de la redención de Cristo,
para que el perdón sea extendido hasta las extremas consecuencias a la cual
llega el amor de Dios. Vivamos
intensamente el Jubileo pidiendo al Padre el perdón de los pecados y la
dispensación de su indulgencia misericordiosa.
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